El buen amigo gigante

Por Federico Karstulovich

El buen amigo gigante (The BFG)
Estados Unidos, 2016, 115’
Dirigida por Steven Spielberg.
Con Mark Rylance, Ruby Barnhill, Penelope Wilton, Jermaine Clement, Rebecca Hall, Rafe Spall y Bill Hader

Estás sólo en esto

Por Federico Karstulovich

Hemos aprendido a estar solos. A jugar solos, a ver películas solos, a comer solos, a leer solos, a escuchar musica solos. Nos han enseñado que hay que crecer con amigos, que hay que hacerlo rodeado de una campana protectora, que esos amigos, además, deben contarse por montones, que en el fondo la socialización es indispensable para crecer sanos, fuertes y consumidores. Pero aprendimos otras cosas.

La generación que supo criarse con Spielberg y sus derivados comprende esto (por eso se conmueve con Stranger things) y entiende que en el cine de ese director está la necesidad de afrontar al mundo a veces sin todas las armas necesarias y/o correspondientes al caso. Para visitar a Spielberg (como con Dickens) hay que ir armado, porque sus mundos son oscuros (especialmente en aquellas películas habitadas por niños como protagonistas), porque en ellos existe el dolor, el abandono, la tragedia, el desamor de la pérdida del interés en el otro. En definitiva no se le hace asco a perder, sino que se lo considera parte de la vida.

Frente a esas situaciones el cine de SS supo abordar a un género como pocos lo hicieron: el fantástico y su cualidad inherente de proveernos un mundo de disociaciones en donde todo lo que “la realidad” expresa con una serie de formas, reglas y matrices tenga su correlato con un mundo en donde las leyes de lo previsible se rompen, en donde se abre un acceso a una realidad paralela o se produce una irrupción de un elemento desconocido en el mundo conocido.

Spielberg siempre precisó de las disyuntivas porque entendió que su cine (de raices clásicas como pocos) tenía que mostrar un mundo de posibilidades y elecciones. Y comprendió que tenía que convertir al espectador en un cómplice de los hechos, porque en esa complicidad estaba el crecimiento, estaba el cambio, estaba la aceptación consecuente de que siempre que se crece y se cambia algo se deja en el camino. Esa disociación de mundos, por lo tanto, es un fundamento ontológico de una parte del cine de Spielberg, por lo que su ausencia o su irreductibilidad podría terminar siendo un problema.

El gran amigo gigante (BFG a partir de ahora) trae este problema como novedad: por un lado el mundo dickensiano del abandono, el duelo, la orfandad y yadda yadda yadda, por otro el mundo fantástico de los gigantes en donde –como siempre en Spielberg- algo en principio extraño se termina constituyendo como el mejor aliado/alterego. El inconveniente que se sucita en este caso es que la disyuntiva no se resuelve simbólicamente ni como pasaje ni aprendizaje, sino que se anula a partir del encuentro de los mundos, a partir de la desnaturalización política del mundo adulto que ejercía el principio de incertidumbre que abre la puerta a lo desconocido y que es fundante para el fantástico, como bien dijimos arriba.

Al no haber tensión ni disyuntiva, la figuración del aprendizaje también se pierde, por lo que el resultado es un doble duelo: el abandono del componente político y contestatario de un género a la vez que el abandono metafórico de una de sus claves de lectura. Entonces: ni resistencia del mundo de los niños frente a “la realidad” ni cuento moral sobre un aprendizaje, pérdida, abandono o cambio, sino fusión de los mundos en clave farsesca.
Todo esto podría ser bueno si implicara una toma de conciencia del mismo SS de las limitaciones de su propia obra y de sus propias obsesiones con los mencionados temas. Pero no lo es: la fusión de los mundos suena a autoindulgencia, aunque, es cierto, resulta novedoso para lo que acostumbrábamos a ver en el cine del director de E.T., película faro de esta tendencia (la de plantear metáforas y mundos con reglas confrontadas, regidas por la duda del fantástico) en el cine del director.

El resultado de BFG es el de una película con una poética en automático, con un director que se propuso un salto al vacío, un vacío pequño de experimentación y analgesia, contra todos los males del mundo, que en este caso no parecen ser muchos ni muy graves ni muy intolerables.A veces se extraña al primer SS, el que sabía que un niño solo, abandonado, llorando, sin contención, no era el fin de los tiempos, sino el inicio de una persona.

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