La Vida De Adele
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La vida de Adele

La gente llega. De manera inesperada, con raptos imprevisibles. Se instala y se va. Como demonio de Tasmania. En La mujer de la próxima puerta (Truffaut, 1982) se producía una atracción físico-química entre dos entidades como si fuesen planetas chocando. Aquel director reelaboraba una tradición excesiva y desesperada del melodrama e intentaba hacer una actualización doctrinaria. De hecho el melodrama se lleva demasiado bien con la exageración, el exceso, el grito, las lágrimas a raudales.

National Gallery
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National Gallery

Sin embargo, en National Gallery algo novedoso se filtra, algo que se aparta del habitual foco sobre la dinámica funcional de la institución elegida y que se desplaza hacia el propio material del que dispone el museo, cuando las discusiones sobre la representación en la pintura ocupan el centro de la escena. Eso también es parte de la maquinaria usual de Wiseman, su razón de ser, si se quiere: que la tersura de las imágenes, que su amabilidad sin condescendencia establezcan un diálogo entre el adentro y el afuera de la película, un camino de ida y vuelta entre la representación y lo representado

Las Calles
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Las calles

Este elemento de registro real se cruza con una trama que remite a la construcción cívica de una sociedad. La cámara registra a los vecinos hablando sobre sus vidas (personas que, como dice el personaje de Bianco, no nacieron necesariamente ahí, pero hacen a la vida del lugar) no por simple placer antropológico (aunque algo de eso habrá) sino también porque el gesto de los chicos de salir a recuperar el pasado de quienes hacen al pueblo tiene que ver con una toma de conciencia, que es la base para la construcción de una identidad. Darle nombre a las calles no es (solo) el resultado de un simple crecimiento demográfico: identificar y reconocer el pasado de esas calles construye ese pueblo como algo más que un amontonamiento de viviendas

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