#DossierSuperheroes (VII): El héroe como víctima
De todas y cada una de las sagas que pueblan el cada vez más extenso mundo del género de superhéroes, la que abre Bryan Singer en el 2000, si hablamos de X-Men, es no solo la más importante por su calidad (amén de algún altibajo como la tercer parte, dirigida por Brett Rattner) sino por su capacidad de abrir caminos múltiples para las tradiciones futuras a la vez que permitirnos entender, cerrar y refundar todo lo que se venía haciendo previamente en el cine de superhéroes (que no era mucho y tampoco especialmente bueno). Pero de todas esas líneas directrices que abre, posiblemente una se imponga como la marca por excelencia, la que enlaza a los freaks burtonianos, de los que hay algo, pero muy leve, con lo que serán las tradiciones futuras, ya sea las más pesimistas (Watchmen) como las más juguetonas (la saga de personajes lindantes con la comedia en Marvel). Esa marca, ese momento fundacional que da nacimiento a los superhéroes en una etapa madura en el cine es la idea de que la fuerza se construye sobre la base de haber sido víctima.