Docbuenosaires 2018 – Parte 2
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DocBuenosAires 2018 – Parte 2

En el último DocBuenosAires hubo espacio también para un par de obras que sirvieron como contrapeso al recorte sombrío que una buena parte de las películas programadas suelen mostrar. En Drift, de la alemana Helena Wittmann hay una anécdota, ficcional y mínima: dos jóvenes amigas pasean por alguna playa semidesierta del Mar del Norte. Charlan sobre futuros viajes, sobre algún mito creacional, sobre la tierra firme y el mar, poco más. Las formas remiten a un terreno que no es desconocido por el cine independiente: planos fijos, conversaciones dentro y fuera del cuadro, voces calmas, cierta languidez que la frescura de las actrices y la presencia recurrente de la naturaleza convierten en una ligera melancolía.

Locamente Millonarios
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Locamente millonarios

El contexto agotó el filón de la comedia romántica: Locamente millonarios logra revivir los mejores argumentos y tropos del género, sometiéndolos a un trabajo de actualización neoclásica y deconstructiva, fuera de los espacios habituales de la explotación occidental del relato amoroso. Ahí donde Crepúsculo y 50 sombras de Grey fallaron en tomarse demasiado en serio los lugares comunes del chico encuentra chica, jugando a complacer el nicho del mercado aspiracional, la película de Jon Chu opta por desacralizar el argumento de la Cenicienta, al burlar los códigos del reinado del artificio y de la vida de lujo en la megalópolis futurista de Singapur.

Imágenes De La Otredad (Segunda Parte)
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Imágenes de la otredad (segunda parte)

El vacío exotismo for export de La casa de las dagas voladoras (2005) del chino Zhang Yimou, la distinción maniquea y perversa que establece el mexicano A. González Iñárritu en Babel (2006), y el ideológico allanamiento de la diferentia que el británico D. Boyle propone en Slumdog Millonaire (2008), no son, o no son tan sólo, un ilusorio recuadro pastoril, y una maquiavélica estrategia para acceder a la Meca, y una confabulación gangsteril para vender más entradas de cine; aunque las tres vayan de la mano y la última sea la más permanente. Y, por supuesto, ¡no son tan sólo películas! Son también, y principalmente, formas de ver al mundo, de situarse en él, de hablar acerca de él. Y como las otras formas (Kiarostami y compañía) resultan ser más convincentes que éstas (Yimou y sus cómplices) al momento de interrogarnos sobre lo que significa estar junto a los otros en este apretado mundo, algo más debería agregar al respecto. La pantalla, algunas veces, oculta aquello que el cine siempre nos muestra.

Fin del Contenido

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