Claudia
Claudia trabaja una secreta lectura a contrapelo de diversas tradiciones argentinas. Esto también es una tradición, claro. Que supo ser secreta, pero que con el tiempo convirtió al secretismo en un gesto obtuso, insulto, acaramelado y narcisista. Que sea Sebastián De Caro (cuya obra previa no da cuenta de indicios posibles en esa dirección de lecturas y paternidades) es un hecho bienvenido. Sebas no pertenece a elites de ninguna clase. Y pareciera que en él se acabaran las grietas invalidantes que hacen que el cine argentino siempre crezca a destiempo entre las formas del clasicismo y los géneros respecto de otras rupturas. Ahí, en esa tradición escondida, en el contrapelo de lectura (como Walter Benjamin: la única lectura válida y posible es a contrapelo) vive su última película.