Claudia
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Claudia

Claudia trabaja una secreta lectura a contrapelo de diversas tradiciones argentinas. Esto también es una tradición, claro. Que supo ser secreta, pero que con el tiempo convirtió al secretismo en un gesto obtuso, insulto, acaramelado y narcisista. Que sea Sebastián De Caro (cuya obra previa no da cuenta de indicios posibles en esa dirección de lecturas y paternidades) es un hecho bienvenido. Sebas no pertenece a elites de ninguna clase. Y pareciera que en él se acabaran las grietas invalidantes que hacen que el cine argentino siempre crezca a destiempo entre las formas del clasicismo y los géneros respecto de otras rupturas. Ahí, en esa tradición escondida, en el contrapelo de lectura (como Walter Benjamin: la única lectura válida y posible es a contrapelo) vive su última película.

La Música De Mi Vida
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La música de mi vida

Primero, La música de mi vida se inscribe en la última corriente del antibreixit surgida con el ánimo de desmontar la visión etnocéntrica, aislacionista y nacionalista del Reino Unido del populista Boris Johnson. El relato del libreto recrea una anécdota de 1987, buscando señalar a la dama de hierro como causante de las políticas segregacionistas que hoy polarizan a Inglaterra.Segundo, la pieza se dirige a suavizar y relajar las costumbres ortodoxas que rigen la vida en la comunidad pasquitaní. El protagonista organiza una pequeña rebelión en la granja de sus estrictos padres, queriendo ser como Bruce Springsteen, para salir de un pueblito infernal de provincia.

Kidnapping Stella
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Kidnapping Stella

Todo eso es inmediatamente reconocible en el film dirigido por Thomas Sieben (de hecho, los personajes tienen, esta vez, una explícita relación personal, la de ex novios y la de compañeros de la cárcel -formando el previsible triángulo de relación, secuestrador-secuestrador y secuestrador-ex novia-). El problema es que las influencias no parecen haber sido aquí lo suficientemente adquiridas como para reorientarlas en otra dirección. En ese punto es en el que uno desconfía un poco del filtro Netflix, que por momentos parece imprimirle a sus producciones un cariz estilístico que dé más cuenta de su marca antes que de las necesidades narrativas.

Fin del Contenido

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