A partir de la última oleada del feminismo, el de la cuarta ola -que entre otras cosas ha permitido una mayor disposición a expresarse por parte de las mujeres- cada vez es más frecuente en los consultorios psicoanalíticos que a partir de escuchar las denuncias de otras mujeres, muchas pacientes comiencen a recordar, registrar y narrar situaciones de abuso vividas en la infancia que habían reprimido. No obstante poder tomar la palabra, convocar la expresión de estos acontecimientos, suele estar acompañado frecuentemente de sentimientos de vergüenza y culpa. Esto no hace más que dar cuenta de la dificultad para hablar del tema al día de hoy, aún con cierto marco de mayor apertura por parte de la sociedad. Es este silencio -y la conflictividad de relatar episodios de violencia de género- una de las claves de la película El acoso, película de la realizadora israelí Michal Aviad, que cuenta con una trayectoria como documentalista pero que en este caso se lanza de lleno a la ficción.