Largo viaje hacia la noche
Venía dispuesto a destrozarla. Había algo que me molestaba (y me molesta) bastante de Long Day’s Journey Into Night y durante largos minutos no podía más que preguntarme qué hago mirando esta cosa tan bonita. La vida es corta para regalarle minutos a un tipo que parece obsesionado por demostrarte cada 15 segundos que es el capo más capo con la cámara, que te la maneja como ninguno, que las piruetas que es capaz de crear no te las hubieras ni imaginado. Qué capo. La belleza en Long Day’s Journey Into Night es frecuente y es pasmosa. Pero, antes que esa belleza, está la preocupación constante del Sr. Gan por dejar bien claro y en primer plano que su destreza es casi inverosímil. Una especie de cruza entre lo peor de Wong Kar-wai y lo peor de Paolo Sorrentino. Un cineasta puede romper barreras y puede experimentar, pero su objetivo siempre es crear algo nuevo. Un vendehúmos, en cambio, sabe manipular todas las herramientas del medio para disponerlas de modo tal que la evidencia de su propia genialidad se imponga por sobre todas las cosas. Bi Gan corre más bien con esta manada.