El Hombre Invisible
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El hombre invisible

La particularidad de El hombre invisible versión 2020 radica en su manera de aludir al tiempo actual pero sin denominarlo. Como si el presente no hablara desde las palabras (no oiremos femicidio, ni machismo ni conductas violentas del patriarcado) sino desde sus metàforas mas elementales. Por eso el hombre invisible es elegante visualmente cuando se abstrae pero banal cuando se encarna en metàforas de rigor. Por eso su bajada de línea sobre las formas de violencia machista no se hace evidente desde lo verbalizado pero si es una presencia constante desde la operación figurativa. Porque ese hombre invisible que la película construye no es una particularidad ni un caso aislado, sino que parece orientarse decididamente a erigirse como gran metáfora de las formas de la violencia patriarcal que no son registradas, observadas, atendidas ni por autoridades, ni por familia ni amigos. En rigor de verdad, cuando esa abstracción juega al thriller paranoico-terror psicológico la película avanza con cierta profesionalidad, porque son sus imágenes y la potencia de los encuadres vacíos y los paseos aquello que nos guía por el universo alucinado (a primera vista, claro) de la protagonista.

Hunters

Hunters

Cuando la cartelería de este caballito de batalla de Amazon comenzó a irradiar buena parte de la ciudad el asunto se hizo insoportable, como sucede con muchas series (pero bastante poco con películas: parece que las series son característicamente hijas del fenómeno “evento”, algo que es mas bien esquivo para las películas, excepto contados casos, como ciertos grandes tanques o películas que funcionan gracias al boca en boca y a la legitimación, como sucedió con Guasón), fue imposible decirle que no a Hunters, que nada tiene de maldita y sensual, pero si tiene de adictiva, en parte por su tono incapaz de definir una identidad clara (al menos hasta el capítulo 5, donde las veleidades pop tienden a estabilizarse un poco y la histeria galopante de los primeros capítulos se pone en función de necesidades narrativas), en parte por trabajar con uno de los temas predilectos de la cultura popular, como es el nazismo y el fantasma de su no disolución. Pero el asunto que vuelve más atractiva a la serie es su capacidad de reunir múltiples teorías conspirativas y entremezclarlas con hechos históricos fehacientes, como si en alguna medida buscara encontrar, por la vía de la conspiración, las respuestas adecuadas a buena parte de los males que azotaron a la historia estadounidense de los 70s.

El Llamado Salvaje
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El llamado salvaje

2020. Adaptar de nuevo, un cuento clásico de London tenía su riesgo. Los animales no hablan entre ellos, la época es bastante deprimente, los personajes no ameritan el protagonismo de un actor joven de moda. Y admitámoslo, London, tampoco es un autor masivo hoy en día. Por lo tanto, el atractivo de la propuesta pasaba por encontrar una vuelta tecnológica acorde a la actualidad. A su vez demandaba ser políticamente más correcta en lo que respecta a la utilización de animales en escena. Cómo? La respuesta la trajo el CGI. Así como se hizo con la trilogía de El planeta de los simios, La bella y la bestia o las dos versiones de El libro de la selva (la de Disney y la de Netflix, ambas, bastante decepcionantes), Chris Sanders, realizador que previene del universo animado –Los Croods, Lilo & Stitch- dirige esta nueva versión de El llamado salvaje, animando digitalmente a Buck, el protagonista, así como al resto de perros, lobos, liebres, ardillas, y algún oso que anda suelto por los bosques del norte de Canadá.

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