El hombre invisible
La particularidad de El hombre invisible versión 2020 radica en su manera de aludir al tiempo actual pero sin denominarlo. Como si el presente no hablara desde las palabras (no oiremos femicidio, ni machismo ni conductas violentas del patriarcado) sino desde sus metàforas mas elementales. Por eso el hombre invisible es elegante visualmente cuando se abstrae pero banal cuando se encarna en metàforas de rigor. Por eso su bajada de línea sobre las formas de violencia machista no se hace evidente desde lo verbalizado pero si es una presencia constante desde la operación figurativa. Porque ese hombre invisible que la película construye no es una particularidad ni un caso aislado, sino que parece orientarse decididamente a erigirse como gran metáfora de las formas de la violencia patriarcal que no son registradas, observadas, atendidas ni por autoridades, ni por familia ni amigos. En rigor de verdad, cuando esa abstracción juega al thriller paranoico-terror psicológico la película avanza con cierta profesionalidad, porque son sus imágenes y la potencia de los encuadres vacíos y los paseos aquello que nos guía por el universo alucinado (a primera vista, claro) de la protagonista.