Dossier Estudio Ghibli (Ix): La Princesa Mononoke
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Dossier Estudio Ghibli (IX): La princesa Mononoke

Para quienes nos hemos nutrido con cepas de Animé tan variopintas como Astroboy , Mazinger Z, Robotech o Akira, el cine de Hayao Miyazaki supone una mezcla de elementos familiares con un universo casi enteramente novedoso. Nuestra prehistoria animada nos acostumbró a las innumerables elaboraciones terapéuticas o meramente catárticas del trauma de la bomba, pero sobre todo a las mil versiones de una hubris tecnocientífica extremada, con resoluciones morales diversas. Sin reducir a meros principios abstractos la proteica variedad de la fantasía nipona, las alternativas que el sol naciente ponía sobre la mesa a la hora de plantearse el problema de la civilización en general y del progreso técnico en particular podían conversar sin mayor problema con el repertorio de metáforas de la experiencia occidental. No extraña que haya tenido su éxito en Japón el impulso filosófico de Heidegger, especialmente el de su reflexión sobre la técnica.

Los Caballeros
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Los caballeros

La autoindulgencia siempre fue un problema que atravesó el cine de Ritchie, que estaba latente en cada fotograma suyo. Los niveles variaban incluso dentro de cada film y no dejaba de ser llamativo cómo el ego del realizador era compensado por otros egos diversos. Pero esa especie de vuelta a los orígenes que es Los caballeros deja al desnudo el vacío que acechaba al cine de Ritchie desde hacía buen rato. Es como si ya no hubiera red de contención, porque aquí es su estética la que tiene total y absoluta centralidad. Es Ritchie la estrella del film y no otros actores, figuras o tópicos, como en Sherlock Holmes o Aladdín. Y si en Snatch o Juegos, trampas y dos armas humeantes surgían pasajes donde el cineasta procuraba construir personajes y conflictos mínimamente sólidos, en Los caballeros solo tiene para ofrecer una autoconsciencia de su propio estilo y las herramientas cinematográficas a las que recurre.

Poder, Propaganda, Crítica: Sobre Una Cierta Tendencia En En El Cine Político Argentino (Iii)
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Poder, propaganda, crítica: sobre una cierta tendencia en en el cine político argentino (III)

Pensamos la segunda entrega de estas notas extendiéndose hasta 2002. Pero por un motivo de síntesis, extensión y espacio decidimos desarmar la segunda entrega en dos segmentos. Uno que se extendiera de 1990 a 1998 y otro que fuera de 1999 a 2002. Por eso el arranque de esta segunda tanda huele a cierre de algo previo. Partiremos entonces de los mismos conceptos que vertimos en el prólogo de la segunda entrega. Si hacia finales de los 90s comenzaba a producirse un quiebre más claro con las formas del cine de los 80s – la persistencia de las metáforas, del didactismo alegórico- todavía era posible reconocer algunas marcas del costumbrismo estereotipado. Asimismo la década del 70 suguió siendo una obsesión ( tal y como lo mencionamos, para analizar el accionar de las guerrillas como para dar cuenta del período de la dictadura 76-83), pero más en el orden de los resultados o consecuencias que en una necesaria reconstrucción de época. Las biografías con una tendencia a la idealización anticiparían algo del período siguiente, en donde los rasgos humanos tenderían a perderse detrás del retrato hagiográfico (hagiografía= vida de santos), abonando así a la construcción de grandes relatos en torno a los mitos políticos. En el proceso de transformación, de un cambio de época, el mainstream también advierte las necesidades de construir un relato más “comprometido” para un publico masivamente antimilitar y con un rechazo manifiesto a la violencia del estado. En paralelo, el protoprogresismo marcará la agenda que vendrá en el período 2003-2015, con personajes que asumen roles cada vez más maniqueos frente a los males del mundo

Fin del Contenido

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