Dossier Comedia para el fin de los tiempos: Una introducción
Al mediar el mes pasado, en los intercambios de mails, mensajes e ideas, surgió entre algunos compañeros de la redacción la idea de salirse del microclima (que en realidad es generalizado, pero que genera la toxicidad propia de respirar dióxido de carbono en vez de oxígeno) de la pandemia. No solo nos propusimos organizar una serie de notas en torno a las experiencias de confinamiento -pero mas que nada notas sobre los modos de evadirse de ese encierro mental- sino que surgió la imperativa necesidad de escribir sobre películas que nos hicieran felices. Pero como bien indica el editorial que abre este número, no nos interesaba pensar en una felicidad anestésica, de esas que buscan ocultar el dolor, la incomodidad y el espanto. En todo caso creíamos que se trataba de una felicidad que pedía a gritos abrazar las contradicciones. Por eso no se nos ocurrió un género mejor para acercarse a esa experiencia que la comedia. De cualquier clase: la comedia física, la comedia taimada y verbal del screwball, la comedia musical, la comedia escatológica, la comedia romántica, la comedia sofisticada. Porque la comedia es el género de las pesadillas. Cómo? Nadie lo puede explicar mejor que George Bayley, el protagonista de Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946), cuya vida se convierte en un oscuro camino. Y que en virtud de la mediación de un milagro imposible (el milagro de la comedia es mayor que cualquier milagro de navidad) logra salir de esa oscuridad, que se impregna y que no se borra.