Bad Education
Hay algo que amenaza con ser pantanoso, inestable en Bad Educaction, y aunque al final no termina de hundirse en ese barro, es lo mejor que tiene para ofrecer la película. Ese pantano tiene que ver con el juego de apariencias, con lo simpático, con lo seductor de aquello que se esconde por detrás de la máscara: un tipo que roba y además nos cae bien. En eso es clave la presencia de Hugh Jackman, que está (de forma consciente) un poco más plástico de lo que lo hemos visto hasta ahora: una cara pulida, una sonrisa de publicidad, un encanto siempre al mango. Demasiado al mango. En parte ahí está el problema: se nota demasiado el esfuerzo. No sé cuántas simpatías guardará el lector para el señor Jackman, en lo personal me cae simpático si bien me cuesta encontrarle la fotogenia excepto cuando interpreta papeles más bien polvorientos y gastados (ver la gran Logan). Cuando canta, cuando baila, cuando sonríe y pone modo Broadway y trata de conquistar nuestros corazones, algo falla.