I’ll be gone in the dark
Entre el tono confesional de James Ellroy y los documentales de crímenes reales, entre el policial clásico y la melancolía de la injusticia de los policiales negros contemporáneos como Zodíaco, con la que se emparenta de manera particularmente especial. Oscilante, previsible e imprevisible a la vez, I’ll be gone in the dark avanza capítulo a capítulo como un tren. Pero quizás logra ser imparable porque asienta su estrategia en la variación antes que en la repetición. Por eso precisa cada tanto levantar la cabeza y cambiar el ritmo del juego, porque seis episodios seguidos de una hora concentrados exclusivamente en la búsqueda de un asesino puede convertirse en una experiencia tediosa, pero antes que nada en una experiencia estirada, como si en el fondo no hubiera mucho mas para contar y de alguna u otra forma se precisara explotar el filón criminal al máximo.