Algunas ideas sobre el cine de Pascale Bodet
Hace un par de años, a partir de una película que no viene al caso mencionar, tuve la idea un poco descarada de que no había reconciliación ya posible entre el cine francés y el humor. O mejor dicho, entre el cine francés actual y la comicidad. Mi impresión podía estar bien encaminada en líneas generales, pero demostró ser errada cuando se la confronta con la constelación misteriosa conformada por películas que apenas empiezan a ser captadas por el radar. Extraordinarios artefactos cuya rara eficacia consiste en extender sus ondas de manera minuciosa, pacientemente, como si fueran breves destellos que no osan del todo, por ahora, asomarse a la superficie más que para dar cuenta con cautela de su existencia. Se trata de películas que respiran con discreción, que se mueven en una especie de limbo secreto iluminado menos por el peso de un nombre que por la convicción irreverente de que se existe en los propios términos, bailando con las luces bajas en un reino paralelo. Resulta que Pascale Bodet me demuestra que estaba equivocado. Pascale Bodet es uno de esos nombres, quizá el más convincente de todos en el panorama actual en el terreno de la comedia excéntrica, aquellos para los que el humor en el cine no significa un golpe de efecto lleno de astucia, que estalla, hace impacto en los sentidos y se pierde hasta ser reemplazado por el siguiente, sino un ritmo, una palpitación constante, que demora su aparición plena porque en realidad se ha extendido por cada plano hasta lograr habitarlo, menos como una necesidad que como una fatalidad.