El segundo largometraje de Delfina Castagnino es y no es a la vez, como buena parte de las experiencias que el cine argentino independiente propone como visita a los géneros. Si, acaso a primer avista esté más cerca de una película de terror. O por lo menos a una película de terror psicológico, de encierro. Es una película en la que -nuevamente, como otro loop generacional en el indie argentino- la crisis de la mediana edad parece representada como un disco rayado, un lugar al que se vuelve constantemente. Ahí aparece otro género (o los aires de), el melodrama (miren sino el afiche de prensa, que da cuenta de esa pertenencia). Angélica , por lo tanto, describe un momento intersticial en donde el melodrama se convierte en horror: cuando lo inalcanzable, el amor imposible, comienza a ser representado como un lugar en el que el personaje se encierra, no solo volviendo, sino quedándose como, justamente, un disco rayado. En ese disco rayado resuenan los ecos de Fassbinder, de Siro pero también de Polanski. Son discos lejanos, voces a la distancia