Shang-Chi Y La Leyenda De Los Diez Anillos
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Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos

Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos tiene unas pocas ideas visuales (Destin Daniel Cretton, su director, no se ha caracterizado por haber construido una obra particularmente estimulante en el terreno audiovisual, más bien es uno de esos tipos invisibles y olvidables). Ya sabemos que hace rato Marvel viene bajando la vara de exigencia de ideas, de calidad, de corazón para sus productos (hasta que se produzca el milagro de otra Avengers y otro encuentro fortuito de grupos que le aseguren al público diversión pop e inteligencia) y que lo que viene armando es un sistema de encadenamientos hacia alguna nueva película.

Las Ranas
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Las ranas

No es nuevo: el cine de Edgardo Castro es un cine de cuerpos. Casi no existe otra cosa que no sea el cuerpo. Pero también es un cine de inversiones. En el cine del director lo íntimo puede ser ajeno, lo escatológico puede ser un ejercicio de cuidado, el espacio público puede ser un hogar. En ese orden de inversiones lo que sucede con Las Ranas acaso no sea distinto, pero al mismo tiempo lo es: Edgardo Castro deja de ser el centro de su propio cine y se relega a sí mismo para poder acceder a los demás. En ese movimiento, no obstante, el cuidado se intensifica: todo el recorrido que vemos en la película (Barby, la pareja de un joven preso al que visita y cuida, llevándole toda clase de elementos necesarios, pero fundamentalmente afecto) parece condenado a describir un mundo ajeno y marginal, extraño y casi turístico.

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