Duna
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Duna

Dune, de Frank Herbert, es uno de los libros fundamentales de un género tan competitivo y variopinto como la ciencia ficción, donde cada obra crea un mundo o construye variaciones del que ya tenemos. Esta condición, llevada al límite, supone inventar no sólo el aparataje que en el cine veremos traducido a unos FX audiovisuales, sino también especies animales y vegetales, historias, lenguas, costumbres, mitos, religiones y todo lo que sabemos o suponemos que un mundo debería contener. Por supuesto, hay libros más ambiciosos y densos que otros, y Dune supo ser (y aún lo es) parangón, mito sagrado, vara imposiblemente alta para lo que vendría después.

The Card Counter
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The Card Counter

Como todo el mundo sabe, Schrader no es un narrador sino un constructor de personajes, un pintor concentrado en los aspectos que sugieren una personalidad, un especialista en retratos y ocasional paisajista al que le interesa poco el vértigo de los relatos de la pintura mitológica o de los cuadros históricos. Su filmografía no es otra cosa que una galería de perfiles más o menos ligados a problemas morales, menos un tema que el instrumento con el que Schrader traza la estructura de una personalidad. La literalidad de The Card Counter es apabullante: la película gira alrededor de un tipo que tiene como talento distintivo la habilidad de contar cartas.

Adelantos De Libros: La Dama De Las Colonias. El Cine De Claire Denis (I)
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Adelantos de libros: La dama de las colonias. El cine de Claire Denis (I)

¿Qué viene primero, Sangre Caníbal o Tindersticks? Es decir, la pregunta es entre esta película sobre un horror continuado, sin signos de agotamiento, una estela maldita cuya carga de malevolencia se extiende fatalmente sobre el presente y amenaza con destruirlo todo a su paso, o la banda sonora, la música sutilmente ominosa que acompaña con una obstinación marciana las imágenes. En todo caso, más que jugar al juego del huevo y la gallina, el espectador – émulo irredento del animal edénico, quizá algo espantado; no pocas veces hundido frente a la pantalla, acaso incluso con un hueco de congoja instalado en el pecho – está llamado a confundir dichosamente las cosas, a recordar el toque maestro de algunas escenas coronadas por la gracia musical con la que Denis y la banda de marras logran conjurar toda la belleza del mundo en instantes en los que la sombra de un destino funesto se cierne sobre los personajes sin saber dónde recae en realidad el peso de la escena.

Fin del Contenido

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