La casa de los conejos
Cuando terminé de ver La casa de los conejos , amén del arome a cine argentino de los 80, me imaginé a una película peleando contra si misma. En ese mismo momento se me hizo inevitable pensar en cosas como Infancia Clandestina, película que también supo caer en esta misma clase de problemas, pero acaso con mayor capacidad narrativa (pese a sus tremendas y maléficas decisiones). Pero la pelea interna de LCDLC es incluso más descarnada. Lo es porque ahí donde el film de Benjamín Ávila pegaba por el costado más bajo y doloroso, que es el de la empatía, el de Valeria Selinger (que se basa en el libro de Laura Alcoba para referir a una historia que también tiene mucho de autobiográfico) es distinto, porque se hace muy dificil sino casi imposible empatizar