No existen treinta y seis maneras de mostrar cómo un hombre se sube a un caballo
La película de Nicolás Zukerfeld es una sorpresa al mismo tiempo que no lo es. Anticipada de algunas de sus características (una primer mitad atravesada íntegramente por escenas de filmes de Raoul Walsh sin intervención, en continuidad; una segunda parte dominada por la voz over indagatoria y detectivesca del director sobre un fondo negro que, ocasionalmente, se rellena de algunos archivos fijos: disyunción durasiana? no necesariamente, pero…) me dispuse a verla con la sensación que iba a testimoniar otra entrega más de esas películas-ensayo