#37MarDelPlataFF – Diario de festival: Esplendor de los días venideros, El amor vendrá como un incendio forestal, Político

Por Raúl Ortiz Mory

Esplendor de los días venideros en un ejercicio de autocuestionamiento, Miguel Zevallos ensaya una mirada reflexiva sobre el destino del hombre en medio de un mundo indómito al retratar las actividades cotidianas de unos arrieros de la patagonia. Este espacio geográfico condiciona las experiencias de los hombres de campo, pero también aparece como telón de fondo para que el realizador muestre la pequeñez del ser humano ante un entorno imponente que parece detenido en el tiempo.

Por medio de planos fijos, esta mezcla de documental y experimento fílmico, exhibe hermosas imágenes paisajísticas que sumergen al espectador en un crisol de emociones y sensaciones. Por ejemplo, los jirones de ganado que van surcando las montañas -protagonistas metafóricos del filme- se desparraman como riachuelos que invaden la inmensidad de lo desconocido. Una interpretación poderosa de la conquista lenta y segura de los nuevos escenarios físicos y mentales. Zevallos enfrenta a los arrieros y su contexto en un juego eterno de sometimiento y supervivencia. Es así que el autor invita a percibir la soledad como un refugio del pensamiento y la emoción. 

A través de una locución en off sin mayores variaciones tonales, casi monocorde, el director cavila acerca del significado de la existencia colocándose en una posición distinta y alejada de la perspectiva citadina. Esplendor de los días venideros tiene cuotas filosóficas y poéticas que ponen en juicio el destino del ser humano desde la sorpresa que otorga el descubrimiento. La película tiene una mirada fatalista que encaja con la tragedia del desterrado más allá de la dificultad que supone adaptarse a un agreste contexto natural como el que elige Zevallos, donde los arrieros viven sin mayores sobresaltos. 

Ello también supone un contrapunto entre lo que el director propone desde cierta angustia existencial y la pasividad con la que viven los arrieros -post conquista épica del territorio-. Un encuentro de sensaciones que se debate entre el registro ficcional y el realismo propio del documental. Zevallos se busca en medio de la nada y encuentra más de una respuesta lejos de la turbulencia urbana, aquella que no da lugar para pensar con paciencia y que impone mecanicidad.  

En El amor vendrá como un incendio forestal, desde el inicio, Laura Spiner aclara que su película está trabajada por el intercambio lúdico de cartas. La fórmula es, al mismo tiempo, la trama y el mecanismo narrativo que sostiene situaciones cómicas y melodramáticas protagonizadas por un grupo de jóvenes que viven pendientes de un futuro incierto. La primera de las cartas está redactada por una muchacha enamorada. Quien debería ser la persona que la reciba no lo hace y es recepcionada por otra que, a la vez, se la muestra a una más y así sucesivamente hasta formarse un círculo vicioso de confusiones y momentos hilarantes. Otras misivas de la autora original seguirán transitando y harán que sus receptores revelen deseos, alegrías, miedos, frustraciones, pensamientos. 

Para narrar una propuesta tan encantadora como irregular, la directora se agarra de las ansias que tienen sus personajes por descubrir el amor, ya sea correspondido o no. De entrada, Spinel es muy hábil al encadenar sucesos sin entorpecer la aparente lógica de su propósito, aunque la dilación para concretar algunos pasajes fundamentales de la historia convierte su propuesta en un espiral de repeticiones que va mellando la originalidad inicial.  

Spiner recurre a una estética de tiempos pasados reafirmando que la circulación epistolar corresponde a una época donde el romanticismo podía llegar en un sobre cerrado; algo tan distante y distinto a los fríos tiempos del correo electrónico y la mensajería por WhatsApp. La mecánica juguetona a la que recurre la directora para contar las vivencias de los jóvenes también representa una forma absurda y azarosa de entender el propio enamoramiento. Algo en lo que acierta Spiner.  

Pero dentro del divertido desbarajuste que propone El amor vendrá como un incendio forestal también asoman preocupaciones políticas e incertidumbre social. Si bien los jóvenes van descubriendo sus sentimientos como quien juega a la lotería, no dejan de ser conscientes del complicado contexto que les ha tocado vivir. Spiner firma una manera fresca de representar el amor juvenil, pero, por momentos, se detiene en innecesarias reflexiones que hacen perder fuerza a su relato, sobre todo, en el tramo final. 

En Político es asunto gira en torno a Vicente, un muchacho de 19 años que tiene mucho interés por la política, especialmente por el periodo de la dictadura militar. Es nieto de desaparecidos y junto a otros jóvenes forma parte de Nietes, movimiento que revisita los embates del autoritarismo a través de charlas y eventos que congregan a personas de diferentes edades. 

El debut de Francisco Novick como documentalista explora las motivaciones y los desafíos que significan para Vicente ser un activista de perfil diferente al que veíamos en décadas pasadas. Si bien el director llama la atención desde el punto de vista de la formación política de un muchacho que busca preservar la memoria de un evento trascendente, también recorre la configuración de este nuevo tipo de activismo. Vicente es menos aguerrido -en el sentido pasional del término- y está más emparentado con otras causas como el feminismo, la conciencia medioambiental y la lucha por los derechos de las minorías sexuales. 

La formación política que va forjando Vicente también se alimenta de su relación con su entorno cercano integrado por amigos y familiares. Sus padres fueron secuestrados y torturados, un punto de inflexión al que Novick regresa cada vez que vemos a su protagonista relacionándose con sus seres queridos. Al tender puentes emocionales materializados por medio de sobremesas familiares y otras acciones como la pinta de banderas o pegar afiches, el joven descubre una responsabilidad social que va de la mano con el inicio de sus estudios en ciencias políticas. 

Político ajusta las clavijas de su sensibilidad en momentos fundamentales como la visita que hace el muchacho junto a su familia al conmemoratorio que honra la memoria de las víctimas o cuando profiere discursos que recuerdan a los desaparecidos. Por más que algunas escenas intenten mostrar situaciones espontáneas y caen en forzadas fabricaciones que más se acercan a principios narrativos de ficción, Político se siente como obra honesta que rememora a partir de la renovación generacional. 

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