A ghost story

Por Federico Karstulovich

A Ghost Story
EE. UU., 2017, 87′
Dirigida por David Lowery
Con Rooney Mara, Casey Affleck, Rob Zabrecky, Will Oldham, Liz Franke, Sonia Acevedo

Un buen día (para esperar)

Por Federico Karstulovich

Quienes amamos profundamente al trash (pero algo más que eso), nos sabemos casi de memoria las líneas de diálogo de Un buen día (Nicolás Del Boca, 2011). Particularmente hay una que es reveladora. El personaje de Manolo dice: El tiempo es todo el tiempo. Y estallamos cada vez que la escuchamos, porque nos tomamos a la cahacota esa frase imposible en medio de un diálogo todavía más delirante. Y así y todo, la película escrita por Enrique Torres se impone y terminamos queriéndola porque es consecuente con su propia locura y su trash involuntario.

Rooney Mara A Ghost Story Epk H 2017

Todo lo que promete A ghost story se cumple a rajatabla antes de la primer media hora. Lo que sigue no solo es una reiteración (será que la película es tan autoconsciente de su propia estructura que se permite jugar con eso?) sino que es un manual de uso de estética hipster con dosis correspondientemente administradas de melancolía, de actuaciones en tono deadpan, de planos enriquecidos con uranio y bella fotografía, de largos silencios y situaciones mínimas, pero sobre todo de una sensibilidad hiperfragil traducida en largos momentos de congoja. Bueno, hasta ahí nos podrá gustar más o menos (Bela Tarr también construyes sus películas en base a planos largos y eso no lo convierte en hipster), pero al menos se nos proporciona un mundo posible con una sensibilidad reconocible. El problema lo acarrea la película cuando necesita explicar esto.

Y hacia la mitad nos bombardea (como si se tratara del gran arquitecto de Matrix pero en versión hipster-fumona a cargo de un personaje innecesario) con una serie de sentencias, de frases rimbombantes, de explicaciones laterales sobre TODO LO QUE ACABAMOS DE VER Y LO QUE VEREMOS LUEGO, como si nada, como si el cine no importara. Y esa desconfianza respecto del mundo de las imágenes es letal para la película que sobreviene luego, porque con esa explicación (en donde poco menos se nos da cuenta de la teoría del tiempo de Stephen Hawking pero en una versión relajada y vaga) todo lo que sigue es una consecución, una demostración cabal de lo visto previamente. Y se impone la redundancia. Y lo que en la primer mitad podía funcionar silencio mediante con la potencia del misterio y lo no develado en la segunda mitad se vuelve algo banal, incluso revelando alguna vuelta de tuerca habilidosa pero arbitraria (la duplicación y desdoblamientos son completamente gratuitos, porque no emergen de la lógica de lo visto o de lo explicado por el hillbilly fumón filosófico que guía el metalenguaje que nos explica todo hacia la mitad, como ya mencionamos antes).

Cuando terminamos de ver AGS nos quedamos con la sensación de haber leído un libro de autoayuda, uno de esos que tienen la palabra SOLTAR en la tapa. Como si siempre hubiera que aprender algo (en este caso cómo superar el duelo de una pérdida…en varios sentidos). Como si necesitáramos a un terapeuta audiovisual que interpele nuestro vacío cósmico postmoderno y contemporáneo. Pero no, ni eso. Es un cortometraje extendido, como sus planos, como sus pretensiones. A veces el cine, para lograr la metafísica de la existencia, debe buscar e indagar en lo más primario. Pregúntenle a la saga Toy Story, muchachos. Y dejen de fantasmearla, que la melancolía impostada se nota.

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