After Life – Segunda temporada

Por Federico Karstulovich

After Life S02
Reino Unido, 2020, 6 episodios de 30′ 
Creada por Ricky Gervais 
Con Ricky Gervais,  Jo Hartley,  Tony Way,  Ashley Jensen,  Tom Basden,  David Bradley, Roisin Conaty,  Mandeep Dhillon,  Kerry Godliman,  Paul Kaye,  Diane Morgan, Joe Wilkinson,  Penelope Wilton,  Tim Plester,  Tommy Finnegan,  Laura Patch, David Earl,  Ethan Lawrence,  Simon North,  Ty Hurley

Intersticios

Por Federico Karstulovich

No tengo la menor duda del genio de Ricky Gervais, quien, además, es un conductor brillante. El problema es que a veces la genialidad no es suficiente. Muy por el contrario, es un rasgo que resta. Luego de las notables temporadas de The Office y de Extras, luego de la extraordinaria The Ricky Gervais Show y luego de la divertida, pero un escalón abajo, Life’s too short, el genio pegó un volantazo. Por eso hizo una cosa hermosa llamada Derek, una suerte de dramedy perfecto pero demasiado humano como para estar a la altura de las comedias previas. Por eso esa serie también marcó una necesidad: Gervais necesitaba aire de si mismo, de su propia brillantez, de su propia condición de creador de magia. Y ese descanso le permitió indagar otras posibilidades, acaso un poco mas distantes del cinismo que caracterizaba su obra previa. Por eso frente a Derek muchos pensaron que el asunto se trataba de una vieja treta de humor inglés en donde en algún momento se nos iba a revelar el background ácido. Pero ese momento no llegó nunca. Sencillamente porque no había cortando alguno. Aquella serie tenía un corazón gigante. Por eso costó entender que no había nada parecido a una operación Gervais. Simplemente había un acto de empatía con los personajes que nos obligaba a cambiar de estrategia de lectura.

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Cuando se estrenó After Life (cuya primera temporada reseñamos y pueden leer aquí) nuestro compañero Rodrigo Seijas mencionaba que lo de Gervais siempre fue la confirmación de una vocación por romper todo, a la vez que con la capacidad de construir desde los escombros que dejó la destrucción. Puedo acordar con algo de esto cuando veo cómo Gervais construye a sus personajes, que incluso siendo portadores de una humanidad entrañable, pueden ser tamaños hijos de puta. Pero me cuesta encontrar esa vocación de ruptura cuando establece el código. Y la realidad es que en ese proceso de diversificación que Gervais plantea en sus roles como guionista, actor, productor y director, uno bien puede entender que el juego es abrir las opciones y agarrarnos despistados: la crueldad del personaje no es necesariamente la crueldad del guionista pero si puede ser la crueldad del director.

En alguna medida es como si el mismo Gervais estuviera operando contra si mismo, trabajando con lecturas a contrapelo. El problema es que, como mencionaba antes, es vocación de ruptura y de choque no se lleva muy bien con el código instalado como tal. Y si algo ha logrado el Gervais de sus series recientes (las temporadas de Derek y las dos temporadas de After Life) es que nos hayamos terminado habituando al nuevo tono. Por eso lo que en algún momento pudo ser ruptura con su humor en el pasado hoy se lee como construcción de una tradición distinta.

Ahora bien, esto es un golpe para la segunda temporada de After Life? Técnicamente no. No lo es porque, en la práctica, no podemos dejar de pensar a la suma de los 6 episodios de media hora de la primera temporada y los seis episodios de igual duración de la segunda como parte de un tándem, como una progresión lógica general. Solamente estableciendo esa construcción dramática podemos terminar de comprender los arcos dramáticos de los personajes tal cual y como los conocemos. Y de ese modo podemos poner en perspectiva la sequedad de la primer mitad de la temporada 1 con el componente agridulce de la segunda mitad y la melancolía constante de los siguientes seis episodios.

Es decir: After LIfe S02 gana porque proyecta hacia la primera y la primera se complementa y mejora porque se expande sobre la segunda. Esa interdependencia hace que sea verdaderamente imposible pensar en esta segunda etapa -en la que los personajes adquieren volumen mas claro pero que al mismo tiempo achata o ameseta a su protagonista Tony (quien, caprinamente, parece terminar de entender que estar para los demás es una forma de estar para si mismo y retornar cambiado). De ahí que la lectura aislada de esos seis episodios puede resultar algo decepcionante, como si nos faltara algo y como si en alguna medida la misma temporada careciera del peso específico que si podíamos encontrar en la primera. A ver, al final de cuentas son posibilidades. Pero resulta extraño ese giro abierto de parte de Gervais, como si se le hubiera escapado.

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Decía Borges que nosotros (o la indivisa divinidad que opera en nosotros) hemos soñado un mundo resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y tiempo, pero que también hemos consentido en su arquitectura intersticios de sinrazón para saber que es falso. Acaso Gervais, con su genio, también ha soñado un mundo con intersticios. Pero a esa falsedad la ha llamado humanidad. A veces con ser genio no alcanza. O quizás la humanidad sea una secreta forma de la genialidad que a la mayoría nos está vedada, por eso la confundimos con el error.

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