Algunas ideas sobre cine argentino y política (1)

Por Gustavo Noriega

Superhéroes

Por Gustavo Noriega

La frase de Hegel es conocida: “el búho de Minerva levanta vuelo en el crepúsculo” (no teman, es la única que conozco). Refiere a que el conocimiento filosófico es posterior a los hechos, “siempre llega tarde”. En ese sentido podríamos decir que el cine argentino no solo llega tarde sino que además no entiende nada.

La representación convencional sobre la década del 70 está cambiando. Luego del delirio apologético desplegado durante el kirchnerismo, la sociedad muestra señales de fatiga (expresada, por ejemplo, en las elecciones) y la descripción idealizada de los movimientos revolucionarios es cuestionada sin tantas objeciones.

Al cine nacional se lo acusa de obsesionarse con la década del 70 y la Dictadura del 76-83. Si se hace un análisis numérico, se demuestra que esto no es cierto. De la producción anual de películas un porcentaje cada vez menor y crecientemente restringido a los documentales se ocupa de aquella época. Cualitativamente, el análisis es diferente. Tomando algunos ejemplos se ve que las películas argentinas han sido incapaces de plantear una mirada crítica sobre los grupos guerrilleros. Restringiendo el análisis a la organización más numerosa, los Montoneros, vemos que el cine argentino de los últimos años la ha idealizado como el más malintencionado y sesgado de los discursos bajados desde el poder durante el kirchnerismo. En el cine de ficción nacional (casi siempre “basado en hechos reales”) el montonero se presenta en dos maneras: por un lado el súper montonero, heroico y noble, solitario y colectivo, al mismo tiempo, enfrentado tanto a los militares como al otro montonero, el burocrático, el de la conducción, militarista y frío.

3546A

Esto se ve en Infancia clandestina y en Operación México, un pacto de amor.

Infancia clandestina (Benjamín Avila, 2012), cuenta la contraofensiva montonera de 1979 desde los ojos de un niño, hijo de dos combatientes. Las dos figuras montoneras son su padre, revolucionario profesional, dedicado y respetuoso de los reglamentos, y su tío, revolucionario enamorado de la vida, alegre y vital. En una escena crucial, los dos discuten por lo que el padre considera una imprudencia del tío (haber llevado a la casa clandestina a la abuela del niño). Huili Raffo, en Progresismo, lo describe bien: “Es todo así; el montonero bueno contra el montonero bueno, los dos convencidísimos de abstracciones intercambiables que no se aplican a sus actos. Y sus actos no se sabe cuáles son, siempre se mencionan como ‘lo que estamos haciendo’. Uno matando gente en off con felicidad y otro matando gente en off con compromiso. Es exasperante.”

En Operación México, un pacto de amor (Leonardo Bechini, 2015) se cuenta la historia del súpermontonero por excelencia, Tucho Valenzuela, glorificado en Recuerdos de la muerte, la novela de Miguel Bonasso, y más específicamente en el libro Tucho. La “Operación México” o lo irrevocable de la pasión, de Rafael Bielsa, sobre el cual se basa la película. La historia de Tucho es conocida: secuestrado junto a su mujer embarazada de mellizos y el hijo de ella, son llevados a la quinta de Funes, en las afueras de Rosario. Allí, el general Galtieri le ofrece/ordena una misión: viajar a México, donde reside la conducción de la organización, llegar hasta ellos y asesinarlos. Esa acción terminará con un enfrentamiento armado ya definido y salvará muchas vidas. Tucho finge aceptar y cuando llega a México, se escapa y avisa a la conducción montonera del plan. En una conferencia de prensa denuncia públicamente a la dictadura argentina. Sorprendentemente, o no, la reacción posterior de los jerarcas montoneros es someter a Valenzuela a un juicio revolucionario por haber colaborado con el enemigo. Es degradado y Valenzuela pide, en una acción casi suicida, retornar a la Argentina en el marco de la Contraofensiva. Apenas cruza la frontera y antes de ser atrapado por los militares, toma una pastilla de cianuro. Valenzuela es el montonero que no transa ni se vende, tan alejado de los militares genocidas como de los burócratas de su movimiento. El hecho de condenar a muerte a su mujer, a sus futuros hijos, al hijo de su mujer y a los compañeros encerrados en la quinta de Funes no lo hacen dudar. Es el súpermontonero.

07111559 Img0586

Estos dos ejemplos de películas realizadas durante el kirchnerismo crean un retrato embellecido del combatiente montonero pero para realzarlo necesitan contrastarlo con otro de su propio terreno. Te esperaré (Alberto Lecchi, 2017) en cambio, avanza (retrocede) velozmente: su súpermontonero, idealista y fierrero, no tiene otros rivales que los militares y el descreimiento. Se trata del padre desaparecido de un arquitecto marxista, cansado y cínico (Darío Grandinetti). Al personaje se lo define como a un luchador que participó del lado de la izquierda en todas las luchas del siglo XX, desde la Guerra Civil española hasta la insurgencia montonera pasando por la Segunda Guerra Mundial y el desembarco del Granma en Cuba, una suerte de Forrest Gump revolucionario, siempre con un arma en la mano. Como si se tratara de una película pensada en la década del 50, el personaje interpretado por Grandinetti conversa con un cura sobre religión y ateísmo. El cura, interpretado por Jorge Marrale, le asegura a Grandinetti que su padre, el revolucionario eterno, está en el cielo. “Si en el cielo no están los que luchan por un mundo mejor, no quiero estar en ese cielo”, dice el cura. Para que no queden dudas, a los restos encontrados del superrevolucionario se le hace una “guardia de honor” en la Casa de la Amistad Argentina-Cubana, con los restos amontonados en una caja de cartón bajo retratos del Che y una bandera de Montoneros.

Maxresdefault 9

Así, “luchar por un mundo mejor” es la clave de todo, la contraseña que habilita armas y fusilamientos. Nadie lucha por un mundo peor: hasta los nazis pensaban que estaban mejorando el mundo al librarlos de judíos. El aire de superioridad moral que campea en los personajes de Te esperaré resuelve cualquier contradicción y hace inútil la distinción entre el súpermontonero y el burocrático militarista. En realidad, la resuelve sintetizándolo en este último como héroe indiscutible. Alcanzan la síntesis en la dirección incorrecta, justo cuando la sociedad se hartó de esos cuentos de hadas blindadas.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter