Alien: Covenant

Por Federico Karstulovich

Alien: Covenant
Estados Unidos-Australia-Nueva Zelanda-Reino Unido, 2017, 122′
Dirigida por Ridley Scott.
Con Michael Fassbender, Katherine Waterston, Billy Crudup, Danny McBride, Demián Bichir y Carmen Ejogo.

Grandes éxitos

Por Ignacio Balbuena 

Alien: Covenant empieza con un breve flashback de David (Michael Fassbender), el “sintético” que acompañaba a la tripulación de la fallida (expedición y película) Prometeo, en una conversación con Weyland (Guy Pearce), el fundador de la compañía que atraviesa toda la saga. Hablan sobre padres e hijos, creadores y dioses, dejando entrever algunos matices filosóficos mientras Fassbender ensaya unas notas de Wagner en el piano. Es claro que el que está a cargo ahora es Ridley Scott, y es apropiado que la franquicia haya hecho un full circle y vuelto al autor que la originó.

El caso de la saga Alien es curioso: mientras en general las franquicias se dedican a iterar una serie de lugares comunes temáticos y argumentales a través del tiempo, cada entrega de Alien es radicalmente diferente. Es una saga definida históricamente por la reinvención constante. Los temas se repiten, sí: en todas están los monstruos, la cuestión de la maternidad, la codicia corporativa, pero cada autor interpretó estos tropes de forma diferente.
Después del slasher sci-fi de la primera entrega Alien, el octavo pasajero (1979), tuvimos la espectacular acción hardcore-feminista de James Cameron con Aliens (1986), el thriller nihilista de Fincher en Alien 3 (1993) y el espíritu freak de Jean Pierre Jeunet en la cuarta, Alien: la resurrección (1997), tal vez la más floja pero aún así con varios elementos interesantes. Incluso hubo espacio para divertimentos, como las dos películas que cruzan a los aliens con el depredador, y la precuela que pretende explicar el origen de los Aliens, Prometeo (Rideley Scott, 2012).

Más allá del error garrafal de hacer una película de Alien sin los bichos, el problema de Scott en la precuela fue querer explicar toda la mitología en torno a ellos y no ahondar en la misma. Los Aliens son icónicos porque son fuerzas imparables de la naturaleza, son párasitos amorales y asesinos. No necesitan precuela, representan una suerte de horror cósmico y visceral casi de corte lovecraftiano, que acecha en la oscuridad sin explicación. En todo caso el mambo de Alien nunca fue existencialista o de hard sci-fi sino más bien freudiano, con todo ese imaginario erótico/fálico pero de pesadilla diseñado originalmente por H.R. Giger pero un imaginario sin explicación.

En Alien: Covenant, Scott aprovecha para arreglar varios de los problemas de Prometeo, y logra no solo una secuela efectiva de aquella, sino probablemente la mejor película de la saga Alien después de las dos primeras. Después del prólogo, nos encontramos con un escenario sci-fi bastante estándar, pero que a esta altura Scott maneja como nadie. Ridley Scott es desparejo pero filma ciencia ficción como él solo, y los sets futuristas, las interfaces multitouch, las tripulaciones trabajando, son su escenario natural. La primera señal de que estamos no sólo en una película de ciencia ficción sino también de suspenso y terror pasa en un momento aparentemente trivial: Tennesse (Danny McBride) está fuera de la nave arreglando un desperfecto y de golpe capta una señal ruidosa e incomprensible a través de su casco, junto a una proyección de una figura vagamente humana. La idea del ‘distress call’ es algo típico en el sci-fi, pero Scott aprovecha esa escenita para construir un momento inquietante. Desde ahí, la tensión -y la violencia, la sangre, la extrañeza- solo aumentan.

Sin mediar explicaciones del argumento, vamos a los hechos (para lo primero está google). La tripulación baja al planeta de donde vino la señal de emergencia y allí se encuentran con un lugar en apariencia muy similar a la tierra, pero extrañamente deshabitado. El capitán de la misión, Oram (Billy Crudup) le comenta a Daniels (Katherine Waterston) que ese planeta es perfecto para los colonos y minutos después ya hay un par de miembros de la tripulación infectados (cortesía de unas esporas que se las traen). Enseguida llegan los Aliens -o al menos los proto-aliens que vimos en Prometeo– y hacen estragos. Sin solución de continuidad. El componente sangriento retorna la saga al costado físico, material, por eso la sangre inunda la pantalla al punto tal que los personajes se resbalan en ella y por momentos hay algo casi pictórico en las imágenes de los cadáveres. No obstante algunas explicaciones nos ponen en órbita y nos dan cuenta del origen: dos sobrevivientes de la película anterior varados, un planeta receptivo, un accidente, un patógeno liberado.
A partir de ese momento es que la cosa se pone interesante. La película no es perfecta: como en todas las slashers clásicas de los 80’s, los personajes secundarios son descartables y hacen estupideces. Pero la doble performance de Fassbender -hace de David, pero también de Walter, un androide más robótico que acompaña a la tripulación protagonista- es mesmerizante, y todo el segundo acto de la película ocurre en medio de una necrópolis gótica en la que David se dedicó a conducir experimentos de zoología para crear al viejo y querido Alien tal cual lo recordamos en las películas viejas.
Hay momentos (si, lo que sigue) de seducción homoerótica entre ambos Fassbenders, rodeados por restos de experimentos y pergaminos, y el proto-Alien aparece de pie frente a David como si fuera una especie de figura humana deformada, haciendo eco con la conversación del principio y la cuestión de los padres como trasfondo. Siempre hay alguien en cada película que se fascina con el monstruo, que lo admira. De paso, cuando David revela que tal vez sus intenciones pueden no ser tan benignas como parecen, se alínea con una idea recurrente de la franquicia, la del androide malvado o traicionero.

Mientras otras películas de la saga supieron explorar más o menos explícitamente el tema de la maternidad, Alien: Covenant se muestra mas que nada como una parábola sobre padres e hijos. Los ingenieros y la humanidad, Weyland y David, David y los Aliens. Lamentablemente, en el tercer acto nos quedamos esperando un plot twist que se hace evidente, y el clímax es un callback poco interesante a los dos primeros finales. La secuencia que separa el final del segundo acto con el inicio del respiro antes del clímax, con Danny McBride piloteando una nave en situación de emergencia y con Katherine Waterston tratando de exterminar un Alien colgada afuera, esa sí realmente funciona y te deja al borde del asiento. En ese sentido Alien: Covenant también es excelente ya que no renuncia al gran espectáculo y nunca deja de ser un blockbuster. Hay espacio para divague filósofico, si, como también lo hay para referencias a la literatura romántica. Pero también hay sci-fi épico asi como abundan la sangre y los tiros. Blockbuster sofisticado y recuperador de autores perdidos.

2017 viene siendo un año excelente para los blockbusters de autor y las películas de género, pero el regreso de un director veterano a una saga de largo aliento pone a esta película un escaloncito más arriba. Tal vez no propone nada particularmente nuevo, pero se desenvuelve con maestría excepcional dentro del terreno conocido, como volver a escuchar a esa banda que alguna vez amamos pero en un compilado de grandes éxitos. Alien: Covenant es un gran regreso a las raíces para la saga y un punto sobresaliente en la filmografía de Scott. Ahora…¿podemos discutir el temita de Alien 5 y Sigourney Weaver?

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