American Honey

Por Federico Karstulovich

American Honey
EE.UU./Reino Unido, 2016, 163′
Dirigida por Andrea Arnold
Con Sasha Lane, Shia LaBeouf, Riley Keough, Raymond Coalson, Chad McKenzie Cox, Arielle Holmes.

El sueño americano al revés

Por Raúl Ortiz Mory

Cuando Donald Trump ganó las elecciones del 2016, los analistas políticos achacaron a una buena porción de sus votantes un perfil que oscilaba entre los rednecks brothers, y la white trash. Estos grupos -con matices tan finos y superpuestos que podrían llegar a canibalizarse- alimentaron los entredichos sociales, apuntalados por el desconcierto, para entender a una masa ignorada y al margen de toda reforma económica. El país de las oportunidades mostró al mundo un rostro desconocido que por décadas apadrinó en las urnas a los políticos, sobre todo a los del partido republicano.

Estos hombres y mujeres blancos que “sufrieron” estoicamente los dos períodos de Barack Obama, tienen su oportunidad (¿recompensa?) gracias a un megalómano que les ofreció el retorno a las raíces: América para los americanos con un capítulo renovado del american dream. Sin embargo, ellos no fueron los únicos que miraban el camino cuesta arriba. En la misma orilla, pero desde otro barco, un grupo se diferencia por encontrar soluciones siguiendo su instinto de supervivencia, el reciclaje del hipismo sesentero y una perspectiva que no tiene propósitos paternalistas ni fines concretos. La ruta era la meta, sin reclamos, sin aspiración, sin ideal.

American Honey alberga un conjunto de personajes jóvenes construidos por múltiples capas bajo la estela del segundo grupo en cuestión. También son marginales como los rednecks y la white trash, aunque su naturaleza marca la impronta de una generación reciente. La directora Andrea Arnold es la autora de un trabajo naturalista que se deja llevar por la espontaneidad de su elenco. La simpleza interpretativa de un colectivo que da vida a muchachos que van de pueblo en pueblo vendiendo revistas por suscripción sin importarles otra cosa que pasar momentos divertidos. Sí, un road movie dramático de aletargamiento juvenil que destruye el sueño americano y la ficticia libertad de la que tanto alardea Estados Unidos. El espejismo de puedes-ser-lo-que-quieras-en-la-tierra-de-las-oportunidades es combustible para Arnold.

Jake (Shia LaBeouf) es el lugarteniente de una tripulación que funciona como familia circunstancial pero que adolece de verdaderos afectos. Un collage de perdedores y olvidados que suman vergüenza a la falsa civilidad ciudadana y restan trabajo al sistema. Jake llama la atención de Star (Sasha Lane), quien decide dejar la vida miserable que lleva para lanzarse a la ruta sin nada que perder. Entre el enamoramiento, la soledad, la convivencia de la tribu y un redescubrimiento de su existencia, Star ahonda en las preocupaciones de una generación que vive de espaldas a los convencionalismos o el amparo de una utopía estatal.

American Honey se torna difusa y desorientada por momentos -especialmente cuando sus protagonistas empiezan a dar tumbos sin ofrecer un paso adelante tras la acumulación de experiencias conjuntas-. La directora se entrega a la providencia de sus actores sin medir el riesgo: casi tres horas con algunas secuencias repetidas que no son justificadas. En contraparte queda decir que el duelo actoral entre Lane y LaBeouf edifica y concentra una serie de actitudes que registran frescura y añaden agilidad a la narración. La complicidad que imprimen golpea a un sistema que se promociona y se disfraza como un paraíso en el que la codicia recibe el nombre de iniciativa y es considerada una virtud. Además Arnold propone, a partir de sus personajes, las dificultades para descubrir la propia subjetividad que cuidadosamente ha sido eliminada por medio de la estandarización humana a manos de un sistema celador. Ya sea desde la crew de Jake y Star, la white trash o los urbanitas sofisticados, podemos presenciar un abanico prefafricado de posibles identidades asignadas por el poder político. American Honey es el espejo de un sector de la sociedad en el que Trump no quisiera mirarse, a pesar del beneficio obtenido.

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