Angst (Gerald Kargl, 1983)

Por Varios Autores

Angst es una de las películas preferidas de Gaspar Noé, lo cual ofrece cierta idea de lo que nos podemos llegar a encontrar al verla. Ante todo, se trata de una experiencia brutal: pocas veces en mi vida he visto una sinergia semejante entre los diversos elementos que configuran la puesta en escena de una película para conjurar un clima tan inquietante, tenso y desagradablemente incómodo.

Angst (que no tiene nada que ver con la angustia, en alemán significa lisa y llanamente “miedo”) sigue el derrotero de un asesino serial (Erwin Leder) que sale de la cárcel después un encierro de dos años. Inmediatamente, el asesino empieza a buscar a su próxima víctima. Un prólogo nos muestra el asesinato que lo llevó a la cárcel -del cual el psicópata dice no tener recuerdo alguno- y un pequeño resumen, de corte documental, de su historia criminal. Pronto, el asesino encuentra la manera de entrar en una casa de familia donde liberará toda su brutalidad sobre tres víctimas inocentes: una Madre (Edith Rosset), una hija muy joven (Sylvia Ryder) y un hijo (Rudolf Götz), que se desplaza en silla de ruedas y tiene una discapacidad cognitiva.

En su linealidad -tan diferente a la tensión a través del suspenso a la cual nos tienen acostumbrados los thrillers de home invasion de otras latitudes- Angst pone a prueba nuestra voluntad de seguir mirando: los actos que se describen son repulsivos, de una crueldad caótica que se complementa de la manera más perturbadora posible con los textos de una voz en off -consistentes en testimonios de asesinos seriales reales-, que narra con serenidad mientras el psicópata despacha a sus víctimas y carga sus cadáveres en un auto. Lo que la mete de lleno en el género de terror, además de las características del psicópata, es nuevamente la puesta en escena: las angulaciones extrañas, el uso agresivo del sonido, la punzante banda sonora electrónica de Klaus Schulze, configuran una especie de realismo extraterrestre en el cual la cotidianeidad de un desayuno en una estación de servicio convive con la explosión de la violencia más exacerbada. 

A cada momento, Angst amenaza con convertirse en nada más que un display de vileza, en un regodeo vulgar consistente en desafiar los límites de lo que se puede llegar a filmar. Sin embargo, el cierre habilita otra lectura. En el final, en el cual el psicópata le muestra a los clientes de la estación de servicio el horrendo trofeo de sus tres víctimas sin que esto les movilice emoción alguna, nos interpela como espectadores. Es una especie de pre-Funny Games, sin romper la cuarta pared. La decisión de no mostrar los cadáveres en el baúl -sólo se ve al Psicópata abriéndolo y a los clientes mirándolo-, cuando previamente se nos ha mostrado con sumo grado de detalle cada asesinato, pone a la película de cabeza y nos reubica súbitamente en ella como construcción.

Gerald Kargl nos ha mostrado todo lo que se puede llegar a ver, pero se niega a mostrarnos ese baúl: el plano “pide” que se muestre el baúl y, a pesar de ello, el director nos lo oculta. “Qué más quieren ver?”, parece preguntarnos. La catarsis de ver las caras de horror de los clientes ante el baúl abierto también nos está negada: lo único que hacen es contemplarlo con impavidez. De esta manera, la película nos obtura emocionalmente, y nos niega el remate a esa broma de mal gusto contada por un demente.  

Sin quitarles más tiempo, les dejamos AQUI  el link que los redireccionará para ver la película subtitulada. Y para nuestros suscriptores de la Comunidad Cinéfila Perro Blanco se tratará de nuestro undécimo análisis en el marco del cineclub, con un extenso podcast solo para quienes se suscriban.

Que la disfruten!

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