Steve Jobs

Por Federico Karstulovich

Estados Unidos, 2015, 122’
Dirección: Danny Boyle.
Con Michael Fassbender, Kate Winslet, Seth Rogen, Jeff Daniels, Michael Stuhlbarg, Katherine Waterston y John Ortiz.

Papá se fue en viaje de negocios

A los padres reales

1986
Usualmente me pasaba una cosa cuando era chico y me quedaba a dormir en la casa de mis amigos. Por algún motivo (ya fuera la incomodidad de no estar en casa, el temor de no reconocer los ruidos o vaya uno a saber qué excusa, por ejemplo que hiciera calor y me estuvieran comiendo los mosquitos) siempre me despertaba un para de horas antes del horario habitual para despertarse (en vez de a las 10 u 11 a las 6am. A veces a las 5. Casi siempre con algo de sol, pero madrugando fulero

2015
La primera vez que vi Steve Jobs le regalé varios cabezazos al asiento: me parecía lenta, desganada, reiterativa, incompleta. A eso se le sumaba un cansancio atroz con apenas 2hs de sueño y la necesidad de salir y tomar aire, por eso la opción era tentadora. Lo que me acuerdo es que en la primer visión reconocí una vieja computadora de Apple.

1986
Habituado a esta conducta que no podía controlar me dedicaba a dar vueltas por el hogar que me cobijara en ese momento, donde en general las puertas estaban cerradas. Eso obligaba a que, incapaz de volver a dormirme, me pusiera a revisar cuanto rincón encontrara interesante. Usualmente hijos de profesionales no tan tradicionales (hijos de psicólogos era lo usual, luego mucho traductor, comerciante, arquitecto eventualmente, publicistas), los padres de mis amigos de la infancia tenían casas con recovecos de lo más curiosos.

2015
La segunda vez que vi SJ fue todo distinto. Y una de las cosas que más me llamó la atención de la película de Danny Boyle fue la construcción espacial, que no es otra cosa que una dinámica que parece caprichosa pero que en el fondo refiere a los modos de una de las obsesiones del cine del director inglés: el cerebro. Ahí, cuando vemos a los seis personajes de base ir y venir en un espacio laberíntico que no puede ser otra cosa que la figuración del cerebro del mismísimo Jobs entendemos que la película no habla de computadoras, sino de algo mucho más humano, aunque la puesta parezca fría, fincheriana.
1986
De todas las visitas guiadas por mi mismo que me proponía hacer en cada nueva incursión en casa de mis amigos, había una casa que me llamaba particularmente la atención, la de mi amigo cuyo padre era creativo publicitario (que incluso había ganado un Clío y varios Lapiz de oro, aparentemente premios centrales en el mundo publicitario de aquel entonces, desconozco si lo son actualmente), ya que en una de las esquinas del living tenía una computadora que no era como las que conocíamos entonces (las Comodore 64 y 128). No, esta era una Apple que se apellidaba raro, chistoso: el papá de mi amigo tenía una Apple Macintosh, que todo el mundo tenía prohibido tocar.

2015
Yo creo que uno de los grandes logros de esa obra maestra que es Steve Jobs radica en encontrar en el mundo de la programación, en la codificación de un lenguaje abstracto a uno concreto, en el diseño de un producto, una concepción humana, desesperantemente humana: la necesidad de brindar un legado al mundo. Ahí, entiendo yo que se concentra el secreto de esta pequeña gran película: en identificar las relaciones que nos permiten construir legados. Relaciones hacia arriba (padres biológicos y simbólicos), hacia los costados (parejas y amigos, reales y simbólicos) y hacia abajo (hijos -al fin y al cabo creaciones- reales como simbólicos): en la comprensión que indica que debajo de el plástico, metal o el material que fuera utiliado, la dupla Boyle-Sorkin había sabido ver el cuento universal detrás del universo geek (quien piense que la película se trata de el desarrollo tecnológico en la marca de la manzanita, olvídelo)

1988
En una de las visitas a lo de mi amigo se me ocurrió la idea de destaparla, se sacarle la funda. Y prenderla. Para quienes entonces carecíamos de conocimientos o ideas sobre cualquier computadora (de hecho era un fuerte divisor social el tener o no computadora con jueguitos) el poder ver y escuchar a una de esas raras y caras como era la Macintosh entonces era una suerte de pasaje hacia otra dimesión. Creo que nunca supe cómo hacerla funcionar más allá del encendido, de la operación motriz básica. Había algo adentro que sonaba distinto, pero era inaccesible.

2015
Si el espacio en el que se dispone SJ es el cerebro de su protagonista, a su vez el nucleo real del personaje es inaccesible, precisamente porque, en directa relación con los sistemas que crea, su mundo es un sistema cerrado. Por eso a primera vista lo que Steve Jobs (la persona) tiene de fascinante lo tiene también de frío y distante, como si no pudiéramos acceder a él. Pero nos equivocamos, porque SJ no es Red social y su estructura no es la de Citizen Kane. Precisamente ahí donde el Zuckerberg de Sorkin-Fincher era el centro inexpugnable de un mundo solitario y resentido, Sorkin-Boyle logran invertir los términos: sin lograr que su protagonista se reivindique por completo logran si, el milagro de que podamos acceder a su mundo y entender el pasaje que hace, dejando de ser el centro para, como dijera Spinetta, poner los ojos en torno a alguien. Dejar de ser hijo y víctima para comenzar a ser padre.

1995
Con el tiempo dejamos de vernos con mi amigo y una de las últimas cosas que supe al ingresar a la adolescencia era que sus padres se habían divorciado. Ya a mis 14 años recuerdo haber ido a la casa de mi amigo pero la Macintosh no existía en ese espacio. Y el viejo de mi amigo había volado de la casa junto con la computadora. Con los años, siempre que veía una Mac en sus distintos formatos me acordaba del padre de mi amigo y de su computadora. Y de cómo se borró de la vida de mi amigo de entonces, justo entrando en su adolescencia. También me acuerdo que eso lo hizo mierda y que para entonces comenzaron algunos de los problemas psiquiátricos que vinieron después, como si un dominó con fichas se hubiera desplegado en su cabeza con resultados imprevisibles. La casa en la que vivía mi amigo con su madre era enorme, pero al no estar el viejo la cosa se le complicó más de lo imaginado. La toma de distancia que generó el tiempo tampoco lo ayudó. Nos seguimos viendo en los siguientes diez años, pero más esporádicamente. Luego, desde 2004 casi ni nos vimos. Sólo me enteré que había pasado por una situación complicada y que había vuelto a la casa del padre, lo que me sorprendió.

2015
Los personajes de SJ son, si lo pensamos con detenimiento, menos personajes que funciones narrativas, lo que hace del film un perfecto caso de película de tesis (término al que mucho crítico teme porque malentiende, por el contrario un guionista sabe que siempre que narra clasicamente en el fondo está escribiendo una peliícula de tesis): la organización dramática tiene una planificación geométrica en la que se destaca el número 3, que organiza verticalmente las relaciones asi como el número dos, que implica las dos caras horizontales.

Padre, pareja, amigos, hija. En cada caso con la cara visible (real o simbólica) e invisible (silenciada, escondida, etc): padre real / CEO de Apple, ex mujer y madre de la hija de Jobs / Asistente personal, amigo interesado y co-creador del sistema/ amigo real pero maltratado, hija/creaciones informáticas entre 1984 y 1998. Tres niveles de relaciones que marcan el pasaje de ser hijo abandonado, a ser pareja y amigo de mierda a ser un padre que llega tarde. Siempre dos niveles: lo visible (stage) y lo no visible (backstage).
Pero también son tres los soportes que elige Boyle, como si el pasaje que va de los 16mm registrando 1984 a los 35mm en 1988 al digital en 1998 también hablaran del modo en el que el mismo personaje se humaniza (parcialmente)

2014
Hace un par de años, luego de más de una década de no vernos, nos volvimos a encontrar con mi amigo de la infancia. Vivía solo y se había recuperado bastante bien de una serie de episodios psiquiátrcos. En su casa de soltero habían pocas cosas, pero una se destacaba. En la esquina, juntando polvo, estaba la vieja Macintosh de su viejo, quien se la había dado algunos años atrás, presumo para que la usara. Mi amigo nunca la tocó, por lo que me dijo. Y ahí estaba, cagándose de risa del tiempo y de nosotros, amarillenta y con aspecto rústico, la Mac que en los 80’s desvivía a medio mundo del diseño estaba ahí convertida en un accesorio vintage. Mi viejo amigo había aprendido a convivir con la computadora o con esa idea, de que ocupara el mismo espacio, la misma esquina, guardada. También tenía algunas fotos en su biblioteca, entre las que se destacaba la de su papá, con el bendito premio publicitario ganado casi tres décadas atrás. Tomamos algo, me despedí y desde entonces no nos volvimos a ver.

2016
El final de SJ supone la recuperación de uno de los pocos espacios exteriores que se ven en toda la película, como si por segunda vez Jobs, el que casi por primera vez entiende que es padre, se diera cuenta que era preciso salir de su cabeza-teatro para entrar en el mundo de su hija. En una de las frases-declaración de amor que un padre pueda decir a su hija a lo largo de toda la historia del cine, Jobs le dice a su hija, a su manera, con su código (el único que entiende para comunicarse) “voy a poner 1000 canciones entu bolsillo”, anticipando el Ipod que saldría al mercado pocos años después. En el recorrido de tres momentos (la confesión del porqué del nombre LISA para la primer computadora hogareña, el ya mencionado momento de las canciones y finalmente el emotivo final, con dibujo en mano) terminamos de entender por qué Sorkin-Boyle eligieron quedarse con figuras simples, elementales pero contundentes (no es casualidad que las tres computadoras que vemos presentadas sean isomórficamente parecidas: en la contunuidad simbólica está el cuento moral de la película, algo tan propio del cine de Boyle: contar un cuento con una idea sobre el mundo, por sobre todas las cosas): siempre, siempre, el centro de Steve Jobs estuvo en las personas, en sus relaciones y en el horror al futuro sin nada que legarle a las siguientes generaciones. Solo se necesitaba una gran excusa.

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