Argentina, 1985

Por Varios Autores

Argentina, 2022, 140′
Dirigida por Santiago Mitre
Con Ricardo Darín, Peter Lanzani, Alejandra Flechner, Carlos Portaluppi, Norman Briski, Héctor Díaz, Alejo García Pintos, Claudio Da Passano, Gina Mastronicola, Walter Jakob, Laura Paredes

Impriman el consenso

Por Tomás Carretto, Federico Karstulovich & Rodrigo Martín Seijas

FK: Antes de comenzar a hablar de Argentina, 1985 no puedo sino hacer una alusión autoreferencial (que uds saben pero los lectores no), que posiblemente marque o determine mi posición frente a la película. Hace casi una década (2014) llevé adelante un proyecto de largometraje documental (junto a Pablo Racioppi, con quien no continuamos trabajando por diferencias profesionales) sobre el juicio a las juntas y sobre la figura de Strassera, entonces olvidado por los organismos de DDHH y en general por la historia política que, luego de la reapertura de los juicios por lesa humanidad, allá por 2004, silenció selectivamente la gesta del 85. Julio fue parte de nuestras vidas durante varios meses entre 2014 y 2015 (que es cuando fallece), al punto de que lo visitamos en su casa al menos una vez por mes, lo consultamos y grabamos (sin llegar a filmar en ese entonces: el plan era comenzar a hacerlo entre marzo y abril de 2015) y entablamos una relación cariñosa. Luego del asesinato de Nisman él estuvo muy conmocionado y participó activamente de varios programas políticos en los que fue humillado. El regusto amargo que sentía por el olvido y por el destrato nos hacía mal. Por eso planificamos un documental sobre el juicio a las juntas, si, pero también sobre el modo en el que se llegaba a ese juicio. Su muerte nos tomó por sorpresa y supuso un baldazo de agua helada para el proyecto. No obstante decidimos seguir adelante con el rodaje, pero ahora si, concentrado en su figura. Por ese motivo entrevistamos a varias personas para que opinaran sobre diversos aspectos del juicio y en particular sobre Strassera. Y nos propusimos presentar el teaser (unos 10 minutos de material sobre un crudo de unas 5-6hs de rodaje hasta ese momento) que se estrenó en el marco de la conmemoración de los 30 años del juicio en el Bafici de 2015 (en este link  pueden ver el teaser que se presentó en su momento…aclaro que no está mi nombre en los créditos ya que Pablo Racioppi, mi socio de aquel momento y editor del material, decide entonces, de manera inconsulta, cortarse solo luego de la diferencia profesional que tuvimos, pero es otra cosa y no viene al caso mas que como aclaración). Luego de esa presentación, sin el menor apoyo oficial y con la sociedad entre ambos fracturada, el proyecto quedó en stand by indefinidamente, incluso luego de una mediación judicial por la supervivencia del mismo. 

Por qué cuento todo esto? Porque el estreno de una película de ficción sobre la figura de Julio, sobre el juicio y las preliminares, no hace sino tocarme extremadamente cerca. Y dado que conozco los detalles de lo que fue esa odisea contados de primera mano por el protagonista, bueno, me resulta muy difícil disociarme de muchas de las decisiones que la película toma. Prometo que voy a hacer el intento.

A partir de acá, entonces, hablaré de Argentina, 1985: yo creo que se trata de una película con una mirada sesgada y tranquilizadora, que proporciona un relato sobre un momento histórico mucho más contradictorio y complejo que el modo en el que presenta los hechos. Pero como pidiera John Ford, impriman la leyenda. Bueno, claramente es una ficción y una apropiación. El problema es qué hacemos con eso: nos hacemos los boludos o nos disociamos y la despolitizamos y la convertimos en un exponente Ford-Capra-Hawks mezclado con thriller judicial y todos contentos y consensuado?

TC: Antes que nada una digresión. Recuerdo lo entusiasmado que estabas con el proyecto Fede. De hecho ese plano secuencia en el departamentito de Strassera hasta llegar a su escritorio no hace mas que reforzar la gesta de ese hombre sencillo que se convirtió en héroe. Creo que la película de Mitre a pesar de todo el andamiaje de recursos en ningún momento lo capta. Lo tiene que ficcionalizar y de manera forzada. Con metáforas y diálogos rudimentarios. En cuanto a la película en sí veo una primera mirada excesivamente complaciente haciendo invocación a su carácter de cuento clásico bien contado. Las reseñas (porque no se les puede llamar criticas) son laudatorias. Por otro lado empiezan a surgir reparos. No solo lo que vos publicaste sino también el dialogo de Papic, Gadano, Villegas y Ajmechet en Seul. Donde se empiezan a hacer mas evidentes algunas omisiones. El tan ponderado clasicismo a mi juicio no se si es la mejor estrategia para esta historia. En principio porque lleva a simplificar una historia compleja. En segunda instancia porque constituye una trampa donde el cine se encierra sobre si mismo “esto es ficción”. por ultimo noto tanto en Mitre como en Llinás un interés político que puede ser genuino. Mitre por ejemplo es hijo de un alto dirigente del Frepaso y la Alianza, muy allegado a Chacho Alvarez. Entiendo esa pulsión política. Pulsión que se vio en películas anteriores como El estudiante y la Cordillera que si bien son buenas películas, que funcionan en cuanto al relato, políticamente son difusas, evitan los nombres propios y los compromisos, situación que es extensible al guion de Llinás de Secuestro y Muerte, otro film político donde los nombres propios están borrados. Por ultimo recuerdo a Llinás escribiendo en cartas a El Amante en contra del cine profesional y académico y no deja de llamarme la atención esta ironía del destino. ¿Es lícito pedirle más a una película como esta? A mi juicio sí pero espero la respuesta de uds.

FK: Gracias por la mención de lo de mi documental. Si, fue muy doloroso para mi la imposibilidad de continuarlo. Pero todo lo aprendido sobre el tema quedó, debo decir, en algún lado. Por eso la mención. 

Me pasa lo mismo: siento que la película se asienta (muy estratégicamente en términos de mercado: a quién le va a interesar en EE.UU., España, Canadá, Corea del Sur, Turquía, Australia o donde fuera que se vea si hace un buen recorrido internacional, si omite una y mil cosas para construir un discurso tranquilizador?) en su autonomía ficcional. Pero a la vez otorga nombres propios cuando le conviene y los omite cuando no. Lo que hace la película con Tróccoli (al que, en palabras del personaje de Flechner, que pareciera que habla con el diario del lunes siempre, es un personaje como desconectado de tiempo y espacio, es homologaba al discurso de Massera), a quien convierten en un apologista de la dictadura poco menos. O lo que hacen con Alfonsín, a quien invisibilizan,  haciendo se su figura un elemento oscuro o cuando menos opaco (insisto: no lo muestran), a su vez lo que hacen con la CONADEP (silencian su incidencia en la búsqueda de datos para el futuro juicio)…o lo que hacen con Luder, que no solo fue el candidato a presidente por el PJ sino que también apoyaba la autoamnistía de los militares, pero que cuando tiene que “aclarar” lo de su decreto de aniquilación de la subversión en 1975 no solo tiene voz y voto (aclara que nunca se trató de exterminar a nadie), sino que cuando está dando los detalles del mismo Mitre elige silenciar ese testimonio poniendo el foco en la amenaza de bomba. Insisto: es como si todo el tiempo la personificación y la impersonalidad fueran selectivas para el armado del relato tranquilizador: todos siempre quisieron la democracia y los juicios y los militares asesinos salieron de un repollo. No puede resultarme más infantil. Al mismo tiempo no puedo dejar de celebrar que de a poco la figura de Strassera vuelva a tener un lugar en el discurso público. 

TC: Coincido con la cobardía con lo de Tróccoli. Que sin ser un personaje que me simpatice siempre resultó como una especie de chivo expiatorio del peronismo para boicotear el proceso (le adjudican la doctrina de los dos demonios) y que ahora es utilizado en la pelicula para encarnar al gran villano. De hecho Troccoli firmó todos los decretos de Alfonsin mientras el peronismo boicoteó la Conadep y el enjuiciamiento. Y lo de Luder es grosero. Si para él los decretos no habilitaban la represión ilegal como es que después suscribe la autoamnistía?? como es que se niega a aceptar el ofrecimiento de Alfonsín de encabezar la Corte Suprema o el rechazo a la Conadep. Es como un cuento de hadas. 

Hay también una idea aviesa de que el juicio fue improvisado. O que se pretendía un acto simbólico y nada más. El juicio fue un mecanismo de relojería ideado por Carlos Nino y Jaime Malamud Goti (otros de los grandes olvidados por la película). Y pudo prosperar gracias a tres sucesos que no tenían antecedentes en la historia del país. La derrota del peronismo en elecciones abiertas. La creación de una comisión de notables encargada de recopilar las pruebas, y la realización de un juicio civil a militares. Si hubiese sido algo improvisado habría estallado en un primer momento. Y la frustración en la que termina el gobierno de Alfonsín, sucede a partir del boicot del que fue víctima de ahí en adelante, en virtud de ese éxito contra todo pronostico en esos primeros 3 años de gobierno. 

Por eso la actitud de los realizadores de lavar las culpas del peronismo ni siquiera puede apelar a una supuesta censura institucional. Si yo miro otras producciones de Amazon como Maradona sueño bendito, esta mas que claro, que Amazon no se preocupa en lo mas mínimo en tratar de evitar cualquier tipo de difamación. Y si lo trasladamos a otras plataformas mas prolíficas en cuanto a ficciones políticas y documentales como Netflix, ahí hay películas de todas las tendencias, Pro-Kennedy, Anti-Kennedy. Tampoco vivimos en una dictadura para servirnos de alusiones como si fuesen Buñuel y Garcia Berlanga durante el franquismo. No. Vivimos en democracia y hay una raigambre autoritaria y fascistoide que persiste, no se puede hablar ni hacer critica al peronismo en el cine argentino. Hay que desviar la cuestión, crear un cuento de hadas, o encontrar algún chivo emisario que nos sirva como Tróccoli, para poder hacer alarde de clasicismo. Ese es un problema. El otro es el calculo comercial al que alude Federico. Seguramente si hubiese sido un film que hubiere llamado a las cosas por su nombre. Pienso en el Bellocchio de Buongiorno Notte y Vincere, donde Bellocchio no tiene ningún reparo si tiene que cargar contra la Iglesia, las Brigadas Rojas o quien fuere. Y seguramente hoy esta película no seria la candidata para el Oscar de la Argentina. Pero seria un testimonio mucho más trascendente e interesante. No un cuento de hadas. 

RMS:  Me parece muy correcta la comparación con Vincere, pero le voy a robar a un colega, Mex Faliero, otra comparación, más cercana con ese clasicismo que trata de desplegar la película y que en un punto le sirve como salvoconducto para no ofender a nadie. Me refiero a The Post y Lincoln, ambas de Steven Spielberg. Ahí teníamos a un cineasta que es un reconocido demócrata, pero que no tenía miedo de decir unas cuantas cosas incómodas para el discurso progresista norteamericano: que la gesta contra la esclavitud se hizo comprando votos y que los demócratas en su momento se opusieron; o que Kennedy jugó un rol en la Guerra de Vietnam que estuvo lejos del prócer de mármol. Y lo hacía con la misma materialidad a la que intenta apelar Mitre, a quien le reconozco la introducción del humor como un factor que descomprime la solemnidad. Pero que al mismo tiempo quiere construir una especie de neutralidad sobre el evento que es imposible. 

A la vez, si me concentro en las herramientas específicamente cinematográficas que despliega la película (casi todo lo político que quería decir lo dijeron ustedes), hay un enfoque en el profesionalismo que es ciertamente virtuoso -más que nada en las dudas y decisiones de Strassera, o cómo se piensan los testimonios y discursos-, pero también un sesgo casi administrativo. Por ejemplo, toda la cuestión de la investigación o las amenazas, Mitre las cuenta casi como de compromiso, repitiendo muchos lugares ya comunes en el cine argentino. Y eso lleva a que sea un film entretenido, fluido, donde el realizador (y Llinás como guionista) dejan de lado sus sesgos autorales, pero sin épica, excepto en el alegato final que, visto a la distancia, es una de las mejores piezas discursivas de la historia política mundial.

Creo que en parte eso se explica por los vacilaciones de la película frente al horizonte de público al que apunta. Hay una especie de tesis que sobrevuela: “bueno, construyamos una idea de consenso democrático, que en eso todos van a estar de acuerdo”. Y esa idea es un poco falsa, pero es producto de un cine político argentino que no puede salir de la corrección política, un cine muy propio de estos tiempos en la Argentina.

FK: Es cierto que la mirada está puesta en la tradición clásica que en una contradictoria y operística como suele acostumbrar Bellocchio. Así las cosas A1985 no es The Post ni Lincoln, precisamente porque lo único que la conecta con ellas es la rigurosidad del lenguaje de la narrativa clásica. El problema es que, ahī donde Spielberg sabe aprovechar las contradicciones históricas para darle una dimensión narrativa, aquí Mitre y Llinás optan por darle una dimensión bidimensional (buenos-malos) a una historia repleta de matices, apasionante, épica, contradictoria, incómoda a la vez que reivindicaba como pocos hechos en nuestra historia política. Estoy de acuerdo con lo que dicen: es una corrección política no propia de un discurso unificado y fascistoide como nos acostumbramos a reconocer en el presente, sino una corrección política del tono medio, de la ausencia de énfasis, de la ausencia de matices, de la (falsa) equidistancia, que se traduce en las decisiones narrativas y formales: amenazas que no se viven narrativamente como tales sino como escenas de transición entre escenas de peso en la investigación o el juicio. Por eso entiendo que el rol del humor (acaso lo mejor de la película, que sino hubiera quedado perdida entre los lugares comunes de las películas de juicios) es la gran amalgama, como eso que hacen (con perdón de los guionistas y director) los psicópatas cuando tienen que entablar una discusión: cuando se incomodan porque no pueden dar respuesta sobre un argumento, meten un chiste para aflojar y cambiar el eje. Si bien Julio era un tipo jodón y con sentido del humor, por lo que históricamente se justifica lo del humor, también se siente como un instrumento para desplazarse discursivamente cuando la película se mete en lugares en los que la corrección política no se lo permitiría. Es cierto, por lo tanto, que se trata de una película de consenso en su lenguaje formal como en sus decisiones narrativas de contenido. No hacer olas. Consensuar. Mirar para adelante. Curiosa manera de mirar el pasado, que rememora mucho a cierto discurso que aparecía en la política (habitualmente señalado desde el “progresismo” a la “derecha” cuando no se querían revisar los hechos históricos). Aquí, lo de A1985 no es revisionista, sino que es un ejemplo aggiornado del cine de la nouvelle democracie de los 80s: designar enemigos previsibles, evitar preguntas incómodas. Y a otra cosa. Un dato accesorio no menor sobre el juego a imitar el cine argentino de los 80s: el leit motiv musical del inicio, con el oboe, es tomado de una película argentina de los 80s, pero no recuerdo cuál es. Por ahí uds si. Es decir: no solo vuelve a esa época, sino que quiere reconstruirla formalmente (el uso del color, en particular el ámbar de tungsteno de calle en la noche es propio el fílmico gastado de los 80s)

TC: La volví a ver. En la primera visión había intentado evitar los calificativos. Pero creo que a partir de un segundo visionado puedo decir que el film en su primera parte, en la manera en que presenta los hechos es una cretinada. Acá las propuestas de campaña de Alfonsin no están presentes, el fervor democrático de la gente, el trabajo de la Conadep, la presentación del Nunca mas. No jodamos: no había ninguna madre de Moreno Ocampo que convencer ya que con el Nunca mas buena parte de los delitos y atrocidades de la Dictadura eran conocidos. Esa mala fe crea la falsa percepción de que hay una continuidad entre la Dictadura y el gobierno democrático. El lugar que le dan a Alfonsín es grotesco. Se habla de consenso democrático como un atributo de la película y ese fervor esta completamente ausente. Eso no quita que haya sido un juicio complejo. Pero no hacia falta inventar un conjunto de defecciones del gobierno para mostrar la difícil tarea de Strassera. Tampoco se entiende el lavado de cara que le hacen al peronismo, que no participó de la gesta del juicio. Buena parte de las víctimas eran militantes peronistas así que no hacia falta distorsionar los hechos de semejante manera… 

Lo de Troccoli es insostenible. Mas allá de lo que se diga. Tróccoli firmó los decretos de juzgamiento y el peronismo estuvo con la autoamnistía. Hay una cuestión de grado. Si vamos al caso Luder firmó los decretos de aniquilamiento. La represión ilegal no arrancó en 1976. Ya en 1973 con Perón vivo la Triple A tiene sus primeros atentados. La bomba a Hipólito Solari Yrigoyen. El gobierno peronista ascendió a los máximos escalafones del ejercito a Videla y Massera. Para el caso era mucho más interesante el testimonio de Lanusse en el juicio que el de Luder. Las atrocidades de la dictadura eran tan contundentes que hasta un militar estaba dispuesto a testificar. Pero bueno el sesgo es permanente. En el tribunal el único progresista es Arslanián, el juez peronista del tribunal. Mientras los demás jueces están caricaturizados con trazo grueso. Son temerosos,  conservadores y poco lúcidos. La anécdota de Banchero esta contada con trazo grueso. Para ponerse de acuerdo con las penas hubo deliberaciones durísimas. Finalmente se llegó a un consenso de que las condenas iban a ser proporcionales a la participación de las fuerzas en la represión ilegal. 

RMS: Bueno, en lo que plantea Federico se puede ver un lazo con, por ejemplo, El Clan, que a su modo no dejaba de ser una actualización prolija del cine de los ochenta. Creo que Argentina, 1985 es una película representativa del cine político-histórico argentino y su público. Como hay un montón de temas/personas/instituciones/partidos que son vacas sagradas, con un público que no soporta que interpelen su mirada de forma problemática, tenemos un cine políticamente correcto, que busca no ofender a nadie. Es un cine de respuestas, no de preguntas, y que nunca inquieta, porque no hay ruptura posible en sus planteos.

Y agrego algo más: me parece que el cine político debe ser polémico y políticamente incorrecto. Es indispensable, y no debe haber límites. Estamos muy anclados en esa franja que va de los setenta a principios de los ochenta, y no salimos de ahí. Hay que ir para atrás y para adelante: desde las oscuridades del menemismo en los noventa, hasta lo que implicó la proscripción del peronismo durante más de una década y media, por citar un par de ejemplos. Pero veo poco margen para eso en el panorama creativo de hoy, y el film de Mitre es bastante representativo de eso.

FK: Es lo que dice Rodrigo: se produce un aggiornamiento del cine político argentino de los 80s pero a primera vista parece prescindirse la bajada de línea (aunque en efecto está) con el fin de consensuar sobre lo obvio, sobre lo que sería imposible no consensuar (“las juntas y quienes estuvieron a su cargo fueron asesinos despiadados”), pero a la vez actúa desdibujando todos los componentes restantes. En alguna medida es la misma estrategia de Infancia Clandestina, que inicialmente mostraba algo parecido a una crítica a las organizaciones armadas para, hacia el final, dando cuenta de la trampa que supuso la contraofensiva montonera en el 79, nos apiademos de ellos ante los asesinos militares. Es, de manera un poco psicopática, una manera de decirte “pero cómo no vas a estar de acuerdo con esto? Déjate de joder y de criticar y de buscarle el pelo al huevo y unite a una causa común que atraviesa la grieta”. El tema es que en este caso la grieta no es partidaria, sino que es por la honestidad intelectual frente a la deshonestidad. Si eso, además, atraviesa las acciones de partidos políticos y actores sociales, es otra cosa. A su vez esto es lo que genera que no se puedan abandonar esas franjas de tiempo. Vamos a seguir volviendo una y otra vez en loop en tanto no las problematicemos de manera adulta y entendamos las complejidades, contradicciones y agachadas de frente. Sino es un eterno paseo por la República de los niños. En este sentido me sorprende el entusiasmo de gente adulta tanto kirchnerista como anti kirchnerista

TC: En esta entrevista Mitre cuenta que sus fuentes para el juicio fueron Granovsky, Verbitsky, Claudia Acuña y su marido. Claudia Acuña fue junto con Hebe la del juicio popular a Magdalena en Plaza de Mayo, hace casi una década. Recordemos que hace unos años el peronismo se opuso a condecorar a Strassera cuando se propuso distinguir a los hombres (jueces y fiscales) del juicio. Entonces lo de la Fuerza Aérea puede ser más pescado podrido de Verbitsky (vinculado a Graffigna) que se atribuye una gestión que no hizo que un dato de la realidad. 

Pero más allá de las manipulaciones históricas. Porque creo que soslayar el papel de Alfonsín y la Conadep es una estrategia no solo cinematográfica sino netamente política, si vamos a lo cinematográfico la película esta hecha con descuido, con profesionalidad (de la forma en que a Llinás le parecía denigrante), o mejor dicho se nota que hay un presupuesto contundente para las escenas de exteriores, pero meterle los Abuelos de la Nada al final del alegato de Strassera (el punto mas alto de la película, alegato que la película no hace mas que reproducir miméticamente) es patético. Por eso digo si algunas caracterizaciones causan mas risa que temor. Es a todas luces improcedente no utilizar las fuentes originales con la excusa del clasicismo y la verosimilitud. Si el diseño de los personajes salvo contadas excepciones es pobre ¿porque no recurrir mas a las imágenes de archivo? La película tiene la sustancia de una obra de teatro. Es una puesta en escena suntuosa de una obra escolar, con sus chistes y sus guiños.

FK: Lo que dice Tomás lo vengo hablando hace días en redes sociales: la película plantea algo que también estaba en El Clan, pero que en vez de ser aprovechado en el mejor de los sentidos es utilizado políticamente. En efecto hubo continuidades y discontinuidades entre dictadura y democracia (desde mano de obra desocupada de los servicios a sindicalistas que habían arreglado con los milicos a políticos que habían transado una transición sin juicios a periodistas que tenían intereses en ambos lados). El problema es que ahí donde la película podía tocar hechos efectivos de esa superposición y transición que implicaron los primeros dos años de Alfonsín hasta llegar el juicio a las juntas decide hacer omisiones y marcar todas las agachadas para el gobierno que efectivamente era el único interesado en que el juicio se llevara adelante. En ese punto la película falsea un estado de época, como si todos estuvieran con el diario del lunes: “no te das cuenta que estamos en democracia?”, “Julio, me parece que estás cagado en las patas” dicen hija y esposa, como si estuviera mal tener miedo a los militares y a las intimidaciones en plena transición desde el 83 al 85, sin el menor apoyo de los organismos de DDHH y del resto del arco político. En este punto la película no pareciera ser pensada desde el pasado para entender el presente sino desde la seguridad del presente para operar sobre el modo en el que se representan los hechos del pasado.

Lo de Tróccoli toca un punto en el que nunca nadie se quiere meter en el cine argentino (excepto Rojo, que lo hace mal y de manera lateral y poco efectiva) que es el punto en el que conecta con Massera (pero que lejos está de homologarlo). Tanto Tróccoli en el programa de la Conadep como Massera en su alegato indican algo que es vergonzante: para buena parte de la sociedad argentina de los 70s el enfrentamiento armado (Montos/ERP, AAA, milicos) se había vuelto intolerable. Y de a poco se había instalado un rechazo masivo a las formas de la democracia republicana (esto lo cuenta muy bien “Los años 70 de la gente común”, de Sebastián Carassai). En este punto lo que indica Tróccoli (que no es santo de mi devoción precisamente) es eso mismo: hubo un clima de época que hizo pelota la democracia como herramienta. Y los milicos llegan y aprovechan ese vacío y lo llevan al paroxismo del horror, en mayor o menor medida, con un enorme silencio cómplice. Al mismo tiempo nada se menciona sobre la represión ilegal que, como bien comenta Tomàs, en 1973 (pero también antes si nos ponemos precisos) existe como política de estado a partir de grupos paramilitares. Es notable como la película elige mostrar emergentes tranquilizadores que siempre provienen de una sola parte del arco político, del peronismo: un juez peronista, una organización de DDHH con la mayoría de sus integrantes simpatizantes con el peronismo, un ex ministro del interior y candidato peronista “arrepentido” del decreto firmado. Pero la leyenda indica que es mejor contar la historia de un pacto de impunidad vencido por la épica de un fiscal y su grupo apoyados por la sociedad democrática argentina contra “el sistema” (ahí viene Ford y Capra para darle lustre, pero es un automatismo de colegas críticos).

RMS: Solo dejo un atisbo de reflexión final, aunque está hecha más desde el recuerdo que desde la certeza. Me parece que Argentina, 1985 muestra que, si en los noventa la despolitización que proponía el menemismo terminó generando un cine nacional con fuertes improntas políticas y que no temía decir unas cuantas cosas incómodas para el momento (pienso en Pizza, birra, faso, en La ciénaga, incluso en Nueva reinas), la hiper-politización que propuso el kirchnerismo en estos últimos veinte años condujo al efecto contrario. Es decir, tenemos un cine carente de músculo político, casi inofensivo, que no va a la derecha, izquierda, centro, arriba, abajo. Se queda parado en un lugar, sin saber para dónde ir.

FK: Yo, por último, quiero mencionar un dato en relación el momento del alegato, que es en efecto una obra maestra discursiva y una de las cosas más emocionantes de nuestra historia democrática. Ese momento pedía dos cosas: o que dejara el original, al que va intercalando lentamente, porque lo necesita en términos narrativos. O jugarse por una planificación puramente ficcional. Pero el problema es que se queda a mitad de camino. Entonces lloramos porque vemos las imágenes originales que te parten en 50 pedazos y nos molestamos por la musiquita y los inserts ficcionalizados. Tiene una manipulación emocional ese momento que es casi pornográfica en el modo en el que se mete con la afectación que nos puede generar el documento real.

En este sentido debo decir, también, que lo que hace con el género de películas de juicios es rudimentario, instrumental, es decir, eso mismo que Tomàs menciona con los odios de Llinás. Pero bueno, eso también lo dijo hace 20 años y la gente puede cambiar. Qué sé yo. No puedo dejar de decir, sin embargo, que si la película hubiera jugado más el costado íntimo de Strassera, en el que el humor gana, quizás hubiéramos estado ante una anomalía sorprendente, porque no es el modo esperable de tratar un tema “solemne”. Más allá de la cosa entradora del humor, creo que es lo que más rescato frente a tanta decisión de sesgar la mirada. Curiosamente es en la ficción en donde mejor le va a Mitre, no en la reconstrucción histórica presuntamente fiel. 

TC: Como dice Fede. El juicio parece un juicio a la dictadura en dictadura y no un juicio en democracia. Es cierto que hay continuidades y que a los fines dramáticos esa veta podría haber resultado interesante. Ademas los militares tenían un enorme poder latente. Pero hay toda una parte en cuanto a los hechos de aquel momento histórico, la democratización de la sociedad, que esta ausente. Es placa negra. Sobretodo la gesta de la campaña de Alfonsín y su ascenso a la presidencia, sus propuestas modernizantes y fundacionales, la reparación moral, la normalización institucional y la Conadep y la publicación del Nunca mas que es un reflejo de eso y que hizo que este juicio cuente con un amplio apoyo popular. En cambio lo muestra como un gobierno sinuoso, claudicante y con doble discurso (se lo invisibiliza a Alfonsín con la excusa de la independencia de poderes, ahora la película te mete un operador político ficticio “Bruzzo” y sugiere que hubo una impunidad negociada desde lo mas alto. Y también la película tiene una frase revanchista contra la clase media. Esa clase media que votó masivamente a Alfonsín. Ese fenómeno popular la película no lo reconoce. Se siente ajena. Es obvio el peronismo perdió y no quiso integrar la Conadep. Nadie pide una película militante pero no una película donde la ecuanimidad falaz del consenso atente contra la verdad histórica, que además es un gran elemento a explotar narrativamente.

Fíjense lo que pasa con los jueces. “Arslanian” el juez peronista es el unico juez lucido y progresista. Los otros (Juez 1, Juez 2, Juez 3..) apenas están visibilizados en los créditos. Son temerosos, conservadores, timoratos, carentes de intelecto. La renuncia de Strassera a la embajada de la ONU en Ginebra después de los indultos del menemismo se omite. Strassera nunca volvió a ocupar un cargo publico. Esa decisión de alguna manera pone de relieve y es un anticipo de la claudicación moral de las orgas de DDHH con sus Schoklender, sus Milanis, sus Milagro Salas y sus Sain. Este Strassera recortado de Mitre y Llinás es una traición al verdadero Strassera. Para finalizar me llama mucho la atención que todas estas omisiones y recortes provengan en parte de alguien como Llinás que siempre se resistió a eso en su cine: la mesura, el tono medio, el recorte, la elipsis. Argentina, 1985 es una película costumbrista, naturalista, clásica, moderada, de poster Billiken, todo eso que Llinás detesta. La pesadilla del cine de autor.

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