The stunt man (Richard Rush, 1980)
Antecedente de maravillas como El último gran héroe y consecuente de muchas de las expresiones en las que el cine se come su propia cola para poder volver sobre si hasta confundir sus límites (incluso tiene enormes puntos de contacto con el cine de Andrej Zulawski, en particular con La mujer pública, apenas unos años posterior y con otro tono), lo hermoso de The stunt man es su absoluta libertad para moverse por los límites de la reflexividad y de la narrativa sin que nada de esto lesione su capacidad de avanzar. Porque, seamos sinceros, la reflexividad en el cine supo venir cargada de solemnidad y una mirada mortuoria (hola JLG!), aunque no deberíamos ser injustos: la comedia supo sacarnos de ese camino sin salida.