Avatar: El camino del agua

Por Varios Autores

Avatar: The Way of Water
EE.UU., 2022, 192′
Dirigida por James Cameron
Con Sam Worthington, Zoe Saldana, Sigourney Weaver, Kate Winslet, Stephen Lang, Cliff Curtis, Joel David Moore, Giovanni Ribisi, Edie Falco, CCH Pounder, Jemaine Clement, Brendan Cowell, Jamie Flatters, Britain Dalton, Trinity Jo-Li Bliss, Jack Champion, Bailey Bass, Filip Geljo, Duane Wichman-Evans, Dileep Rao, Matt Gerald, Keston John, Alicia Vela-Bailey, Sean Anthony Moran, Andrew Arrabito, Johnny Alexander

Grande y pequeño

FK: Vuelve Cameron luego de una década y al unísono se escucha: “Cameron lo hizo otra vez”. Claro, el problema es saber qué es lo que hizo. Y sin embargo lo que hizo es una variante, es una repetición, es un cambio. O es, como en alguna medida ya había pasado con Avatar, una suerte de grandes éxitos, donde lo que importa es la summa cameroniana antes que la invención de algo realmente distinto. Claro, se me dirá que el tipo literalmente inventó un universo, que es el responsable de una cosmogonía, que cómo vamos a decir que no inventó nada nuevo. Y ahí aparece el problema: el universo le es propio, sin lugar a dudas. Y es, amén de la existencia de la primera, nuevo. Lo que no es nuevo es la persistencia de los temas característicos (la tensión naturaleza-artificio, las relaciones paterno-filiales, el grupo como contención, la cuestión de la identidad, el cruce multi genérico) y, fundamentalmente, el modo de establecer ese mundo, para el cual JC sigue necesitando de los sobre explicados por medio de la voz over, como si una parte de su cine se hubiera rendido ante las facilidades de la verbalización y atentara contra lo explícitamente cinematográfico, que aquí triunfa cuando se confía en las acciones. Una década después de la primera, JC no solo no resuelve esa tensión, sino que la profundiza. Pero este es el primero de los problemas de Avatar: El camino del agua, que lejos está de ser una obra maestra.

RMS: Coincido con que está lejos de ser una obra maestra y coincido, en parte, con lo de la verbalización. Pero no creo, al mismo tiempo, que esa verbalización sea, como en mucho del cine actual, una forma de subsanar problemas por la falta de entendimiento de las herramientas cinematográficas. Creo que ahí hay un gesto casi romántico de Cameron, de delinear un héroe que está tratando de construir una memoria propia y también para la posteridad. Y podría decirse que no inventó nada nuevo, que incluso ese universo que arma tiene ecos constantes de otras creaciones y materialidades. Pero lo que sí creo que hay es una profundización de su cine, que en el fondo se trata, casi siempre, de empujar los límites, de encontrar mezclas y reformulaciones que a priori no se podrían hacer. En esta segunda parte, se repite la cuestión del descubrimiento, las tensiones entre las formas de vida, lo grupal, pero desde otros ángulos, con otras miradas y direccionamientos. Es como si Cameron nos estuviera diciendo que los cuentos no pueden variar mucho, pero sí las aproximaciones, incluso a riesgo de contradicciones e incoherencias.

FK: Creo que es, a su manera, un problema de autoconciencia. Pero no una autoconciencia derivada del goce por los lugares comunes reconocibles de lo propio, sino por los problemas que emergen de todo recorrido autoconsciente, que es: y ahora qué? Cómo se continúa? En este sentido lo que hace JC es seguir pateando la pelota hacia adelante. Pero una parte depura las imágenes mientras que la otra exacerba el imaginario. Imágenes que avanzan gracias a las acciones (que es la tradición popular del cine clase B), imaginario que atrasa a fuerza del habla (que es la peor tradición discursiva del cine clase A). En el medio se pierde el gesto más grande de la primera: la narrativa del encuentro/descubrimiento de sí mismo a manos de una experiencia de desindividuación (hay mucho de John McTiernan en Cameron y viceversa). Me resulta curiosa la celebración de esta segunda parte como si hubiera aparecido un giro cuando en el fondo, lo único que vemos es el hundimiento en la autocondescendencia de la megalomanîa.

RMS: Estoy de acuerdo con que hay un recorrido autoconsciente que implica un poco el “patear hacia adelante”, aunque creo que eso siempre estuvo en Cameron: por algo es un director de secuelas (Piraña 2, Aliens, Terminator 2) o que ha planificado secuelas (la segunda parte de Mentiras verdaderas estuvo latente mucho tiempo y al final no se hizo). Al fin y al cabo, Cameron ha sido siempre un tipo que ha trabajado sobre moldes y géneros ya prefabricados: su único material realmente original por su concepción diferencial respecto de ciertas tradiciones previas es Terminator. Si bien El Abismo, Mentiras Verdaderas y Titanic no tuvieron secuelas, son películas montadas sobre formas genéricas claramente reconocibles como la ciencia ficción, el cine de acción con comedia de rematrimonio y el melodrama. Terminator luego se extendió mediante la segunda parte después, pero Cameron siempre construyó sobre algo más, a su modo y con sus reglas, llevando los proyectos a paradigmas extremos de romantización y megalomanía (y eso que no me meto con lo que hizo para televisión -como Dark Angel– y los proyectos dirigidos por terceros -como Alita: Battle angel-). En cuanto a la narrativa del encuentro/descubrimiento, creo que eso permanece en esta segunda entrega: de hecho, la segunda hora me hace acordar a Testigo en peligro, pero con cientos de millones de dólares más encima. Y agregaría que se refuerza la cuestión de la pérdida como un costo extra vinculado al descubrimiento.

FK: Es cierto que se trata de un director de secuelas (hijo dilecto del cine clase B: perdón por la insistencia, pero me resulta imposible pensar a su obra como un gran intento de subversión industrial, intentando desarmar al mainstream desde dentro a fuerza de el uso de actores no estelares), pero también ha creado películas isla maravillosas y personales, en las que la especulación con el imaginario creado importa mucho menos que el cine en sí y sus posibilidades. El problema es que ese run for cover desesperado que define su obra es, al mismo tiempo, un elemento que muestra una limitación que a otros directores no les perdonamos. Si bien esto ya sucedía en la primera entrega de lo que se planea como una saga de cinco películas, en esta segunda el problema se profundiza. Si, Cameron es un genio consciente, pero también es un genio al que las ideas se le vuelven redundantes porque nada parece vivir por fuera de ese mundo cada vez más cerrado sobre sí. Y en ese sentido hay un alejamiento de la clase B que tanto le enseñó, en donde menos es más (incluso hay más aventura y voluntad de descubrimiento en sus tres documentales con nombre de productos explotation berreta como lo fueron Aliens of the Deep, Ghosts of the Abyss y Expedition: Bismark que resuenan a esas coproducciones italianas de los 70’s/80’s orientadas a explotar éxitos estadounidenses combinando palabras que pudieran confundirse con películas exitosas). Aquí el exceso no dota a la película de más corazón. En este sentido pensé que iba a jugar al juego de construir una saga multi genérica en la que la duplicación de la apuesta lo acercara a la locura megalómana y genial de Mad Max: Fury Road. Pero al final de cuentas terminó haciendo un producto clase A ordenadito y previsible, que apenas se permite excesos, porque los somete a control y a explicaciones. Creo que el autorismo es una cárcel también. Y ese encierro se nota acá.

RMS: Puede ser. Quizás sea porque muchos ven el rasgo autoral de Cameron por el lado del gigantismo y la invención técnica constante, cuando pasa más por la reescritura genérica y la confluencia de miradas. Y Cameron parece haberse creído más lo primero que lo segundo, aunque Avatar: el camino del agua es una película de tensiones. Está el gigantismo, la fascinación visual, el discurso bienpensante, pero también un relato que trafica géneros y subgéneros: no solo está la aventura del (auto)descubrimiento, sino también la acción pura y dura -hay un nivel de crudeza en algunos tramos que no se encuentra en otros tanques- y hasta giros para el lado del thriller dramático que posicionan a los personajes en lugares problemáticos. Se puede hablar de un producto ordenado y previsible, pero hasta ahí: no sé bien cómo, pero siempre Cameron se guarda un as en la manga para sorprender, incluso desde moldes prefabricados.

FK: Bueno, ahí en lo que decís es donde yo veo al mejor Cameron, que es el de la confianza en las acciones secas, en la herencia del pulp del cine de aventuras mezclado con piratas mezclado con bélico mezclado con western sumado a formas del melodrama y sci fi kitsch. En todo caso el problema es cuando el tipo cree en la trascendencia de ese discurso, cuando justamente lo mejor que tiene para ofrecer es la más pura y dura superficialidad de los cuerpos, de la materialidad. Para decirlo de otro modo, volviendo a una idea previa: cuando se acerca a ser George Miller es cuando todo funciona de maravillas, porque entiende que el movimiento y las peleas están cargadas de poesía. Pero cuando se acerca a Malick y su persistencia verbal, estamos frente a un problemita. El mayor inconveniente es que aquello que antes era normal en Cameron (el uso de los géneros bastardos, las texturas del mal gusto, los lugares comunes) hoy se vuelve cada vez más exiguo, como si de alguna manera sintiera que el trascendentalismo y la hermenéutica como programática le otorga a su obra alguna clase de legitimación (como si la fuera a necesitar!). Y es reemplazado por este discursito trascendente que bastardea lo mejor de la identidad de JC: el amor por la cultura popular suplido por esta suerte de pseudo cultura new age que provoca vergüenza ajena.

RMS: Puede ser eso que decís, porque lo cierto es que Avatar: el camino del agua funciona mucho mejor cuando explica todo desde la acción y la fisicidad, no desde una ideología que, desde su ecologismo, parece retrasar unos 30 años. Y quizás ahí esté una de las claves: el cine de Cameron no está afianzado en un tiempo y lugar específicos, sino en varios, que luchan entre sí. Su mirada sobre los géneros lo emparenta con el Hollywood clásico; su voracidad tecnológica lo ubica en la contemporaneidad y hasta anticipa el futuro; su perspectiva ideológica, sin embargo, es la de los 80/90. Eso es lo que vuelve a la saga Avatar (hasta el momento ambas películas) obras fascinantes y a la vez limitadas, productos de una contradicción compleja irresuelta.

FK: Es que esa combinación no estuvo siempre en Cameron. Y en su intensidad de combinar a Griffith y Méliés al mismo tiempo lo gana la monumentalidad y no la conciencia a futuro. Esas contradicciones, previamente, eran abrazadas sin problemas, justamente porque una vertiente no se imponía sobre la otra. O al menos no buscaba hacerlo. Hoy por hoy termina imponiéndose con mas fuerza la parte voraz del inventor de dispositivos tecnológicos (resulta particularmente irritante el hiperrealismo de la imagen en altísima definición, que genera una distancia molesta y disonante, como si viéramos una película pensada para televisión de alta definición y no para cine, que tiene y demanda otra clase de textura fílmica) que la parte del admirador de los géneros clásicos. O que la vertiente del hijo de la clase B de los 70s que buscaba subvertir el mainstream de los 80s/90s a fuerza de reinvenciones. No, el mayor problema de Cameron y de Avatar: El camino del agua es que el primero se va a terminar convirtiendo en George Lucas, no en Miller. Y la segunda va a terminar siendo su Star Wars: episodio II- La amenaza fantasma. Y ahí pierde en cine. Pero también es posible que perdamos a Cameron. Espero que no, pero el futuro no es auspicioso en este sentido.

RMS: Yo disiento en ese sentido. Al cine de Cameron todavía lo veo con más corazón que al cine de Lucas, incluso cuando lo que sobresale es el discurso ideológico. Y eso es lo que me da esperanzas, más allá de las fallas. Lucas en un momento dejó de ser director y pasó a ser productor, y cuando quiso retomar su antiguo rol, las habilidades y el corazón ya los había perdido. Cameron sigue siendo un director, un tipo con una visión sobre el cine y no un mero inventor de conceptos. Esperemos el futuro.

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