Bafici 19 – Diario de festival (2)

Por Hernán Schell

Mails a Froilán sobre la Competencia Argentina (parte 1)

Por Hernán Schell

De: Hernán Schell <[email protected]>
Para: Froilán <donfroilan@yahoo.com.ar>

Hola Froilán:

Cómo estás?

Acá te adjunto el trabajo que me habías pedido. En los días siguientes lo seguiré ampliando y en una semana más (antes quizás) directamente lo termino. Pensé que combinar oficina, con esta tarea, más la cobertura de la competencia nacional para La Agenda iba a ser una cosa imposible, pero el día de hoy me demostró que es algo que puedo llevar perfectamente a cabo.

Como si esto fuese poco, está también el clima festivalero.  Es clima que permite que uno se encuentre con gente que no veía hace años (¿sabés con quien me encontré? ¡con Leopoldo!, te manda un abrazo) y aprovechás para ir a lugares de comida a los que no vas seguido (es en estos momentos cuando lamento haber dejado el café). El primer día fue además bastante grato. Por un lado vi Las Cinephilas, un documental sobre unas mujeres ya mayores que van al cine. Es muy difícil encontrar películas tan queribles como esta. Es esa clase de documentales que se sostienen mucho por la propia convicción que la propia directora tiene de filmarlos. Es como decía Borges del Quijote, que hay obras cuyo mayor sostén es la fe y el cariño contagioso que su autor tiene en ellos. Las Cinéphilas no es el equivalente cinematográfico del Quijote (creo que ninguna película lo es) pero en alguna medida tiene esa misma virtud: creer tanto en las propias mujeres que filma que uno termina interesándose por ellas. Después de todo, acá la directora parece interesarse por todo lo que estas mujeres hacen, por su historia, por su paso del tiempo, por sus actividades en círculos literarios etc…

Igual Froilán, creo que sería injusto reducir a Las Cinéphilas a “puro sentimiento” como si fuese un acto amoroso y nada más. En alguna medida también es una reflexión sobre el paso del tiempo, sobre el acto de ir al cine como algo en extinción, e incluso sobre el verdadero significado de ser cinéfilo. A ver, voy a ser más claro: en Las Cinéphilas a la directora no le importa tanto que estas mujeres sean enciclopedias cinematográficas (no lo son además) sino que hayan hecho de las películas que ven una forma de mirar al mundo. Sospecho que esa debería ser la definición real del cinéfilo y no la de una persona obsesionada con la data de película. Pero esa es otra historia.

La otra que vi es Día-Mes-Hora.La película sigue la historia de un dueño de un garaje con una vida totalmente gris. A la misma la produjo la dupla Cohon y Duprat, que tras el éxito de Ciudadano Ilustre no paran de estrenar cosas. Digamos también que Día-Mes-Hora tiene mucho de ellos: en su obsesión por el personaje gris, en el uso de una estética abiertamente precaria que es al mismo tiempo reflejo del tipo de vida que lleva su personaje. Pero Día-Mes-Hora tiene una característica distinta: un cariño sorprendente por ese personaje. Bah, capaz exagero, no es tanto un cariño como una curiosidad, y una pregunta acerca del mundo interno que puede construirse una persona de apariencia totalmente gris. Creo que en este sentido hay algo muy interesante en esta película que es la voz en off. La misma no se usa con la distancia irónica (a veces no exenta de crueldad) del cine de Cohon-Duprat, sino con un tono que va desde lo curioso a lo poético. Más cercano si se quiere al tipo de voz en off del cine de Llinás. Desde este punto de vista, esa voz en off es la forma que tiene Día-Hora-Mes de expresar que hay una belleza particular en un personaje al que se lo puede ver, como lo hace la película, con una discreta fascinación. ¿Eso la convierte en una buena película?, la verdad que no sé. Si la pienso le encuentro virtudes, pero hubo ciertas cuestiones (imágenes publicitarias, una reiteración exagerada sobre un mismo chiste) que hacen que no quiera volver a verla.

Quizás, si en algún momento me la topo de nuevo por pura casualidad, pueda dar un veredicto definitivo.

Abrazo.

Hernán

De: Hernán Schell <[email protected]>
Para: Froilán <donfroilan@yahoo.com.ar>

Hola Froilán:

Cómo estás?

Ante todo disculpá por la tardanza en entregarte el trabajo. Está bien que fue media hora, pero te había dicho a las 17 y me gusta cumplirlo puntualmente. Vengo todavía con la cabeza algo atontada por las dos películas que vi recién y me fue difícil concentrarme. Una fue Casa Coraggio, una mezcla de ficción y documental que me recordó un poco a las películas de los directores Covi y Frimmel, -esos de La Pivelina y Míster Universo– por jugar con los límites entre la ficción y la realidad y por concentrarse en círculos familiares y tensiones generacionales. En todo caso, lo que es importante no es tanto sus posibles influencias sino su resultado en sí. Casa Coraggio me gustó la primera que la vi y con ese estado de ánimo redacté la nota para La Agenda. Sin embargo, mientras te estoy escribiendo, la propia película se me está desvaneciendo en el recuerdo. Es verdad, su protagonista (una chica que tiene que hacerse cargo de la empresa de sepelios de la familia) es indudablemente carismática, y tiene sus hallazgos documentales. Sin embargo, Casa Coraggio se resiente mucho en los momentos de -llamémosle- ficción abierta, con esos planos estilizados (esa cámara sobre el féretro durante la procesión es claramente una mala idea visual) y esa música invasiva, fea incluso. Por otro lado varias situaciones que quieren pasar por documental no resultan demasiado creíbles y cierto montaje hecho para crear un sentido (como pasar de un waltz a una música contemporánea para marcar el tema de los choques generacionales) termina resintiendo bastante la película.

Por supuesto que no le ayudó tampoco a Casa Coraggio que la película que vi de manera inmediatamente posterior haya sido La Vendedora de Fósforos. Pasaron varias horas desde su visionado y varias horas también de haber entregado la crónica y aún no puedo sacármela de la cabeza. La Vendedora de Fósforos es acelerada, divertida e impredecible. Una película en donde cabe Al Azar Balthazar, Mozart, Beethoven, Leone, Morricone, los movimientos juveniles de los 60 y por supuesto un cuento de Christensen. La produce Llinás, quien alguna vez dijo -o recuerdo que dijo- que toda película incluye a todas las películas, y que eso es algo tan fascinante como abrumador. Esa reflexión de cierto corte borgeano (y Godardiano también, dicho sea de paso) está presente en la película de Moguillansky, quien cree que por el cine tiene que pasar todo lo posible y hacerlo de manera evidente. La película  es una suerte de fiesta refinada y de un ingenio abrumador, en donde los participantes principales son dos de los mejores actores del cine nacional: Walter Jacob y María Villar. Por otro lado, hace mucho tiempo (quizás desde Historias Extraordinarias) que no veo un cine argentino tan alegre y tan dispuesto a contagiar de esa alegría al espectador y a llevarlo por líneas narrativas que parece abandonar para después volver. Además de esto hay gags  tan inesperados como bienvenidos (el momento del mozo es extraordinario por ejemplo) que colocan a la película en una de las comedias más ingeniosas de los últimos años. Algunos amigos míos se molestaron por la cita a El Hombre Robado (película producida por El Pampero) por considerarla autoindulgente, pero no fue mi caso: simplemente lo vi como una cita más que en este caso decidía dejar de celebrar a otros para celebrarse, por unos segundos aunque sea, a sí mismos.

Una sola duda me queda con esta película que todavía me queda rondando: su cuestión política. Cuando escribí sobre ella dije que la cosa política acá parece más bien parte de un juego oscilante. La duda que tengo ahora es hasta que punto esto es acertado. Moguillansky en las entrevistas hace declaraciones acerca de que la película tiene contenido político y está pensada políticamente. En lo personal, no pude hallar algo así y esas declaraciones me parecieron algo confusas. Deberé pensar o bien esta idea de que hay que creerle al arte y no al artista, o bien el hecho de que la vi sólo una vez y ese aspecto se me escapó, o bien que la película resulta más inteligente que yo y nunca descifraré eso. Espero, en todo caso, que mi problema sea lo primero y lo segundo.

Por otro lado, volví a cruzarme a Leopoldo. Estaba con otros amigos suyos (Fabián, Alberto, Tamara y Vanesa) todos ellos te mandan saludos y esperan que puedas recuperarte de la gripe.

Te mando un abrazo.

Hernán

De: Hernán Schell <[email protected]>
Para: Froilán <donfroilan@yahoo.com.ar>

Hola Froilán:

Cómo estás?

Disculpame que te entregue tan tarde el trabajo que me pediste. Las dos funciones de la mañana, más escribir para la cobertura, más el laburo de oficina, más otras cuestiones de BAFICI (dicho esto, vi la copia restaurada de Laberinto de Henson y descubrí, con tristeza, que pese a sus grandes virtudes está algo fechada) hicieron que tenga que entregarte el trabajo  después de medianoche. Por otro lado, al momento en que iba a ponerme a escribir en un café (no pude evitar tomar uno, estaba muy cansado) se me acercó Leopoldo (no sé como hago para cruzármelo todo el tiempo) y me distrajo con su charla.

Que te puedo decir de este día. Fin de Semana fue la primera película que me encontré. No estuvo nada mal empezar a las 10 de la mañana y después de haber dormido poco con un largometraje potente y tenso. Es uno sobre dos mujeres que se encuentran después de mucho tiempo. No se sabe bien que son: si amigas, si conocidas o incluso madre e hija (hay momentos en que especulé eso, ya no sé bien el motivo). Lo que si se sabe, por ejemplo, es que una de ellas -la más joven- gusta de algo llamado “sexo fuerte” que es lisa y llanamente sexo sadomasoquista. A este tipo de sexo la película lo muestra con crudeza pero además con una función dramática específica. Por ejemplo, cuando vemos al hombre hacer de maltratador, no sabemos a ciencia cierta si ese maltrato es parte de un juego o expresión de alguien que en el fondo no tiene demasiado cariño por su compañera. Me atrevería a decir incluso que no veía escenas de sexo tan interesantes en el cine argentino desde El Bonaerense de Trapero.

Sobre el resto de la película no sé si hay tanto especialmente destacable. Supongo que podría remarcar y mucho las actuaciones de las dos protagonistas, y objetarle algunas clishés en los que cae (la figura del borracho en la playa es algo que a esta altura debería estar prohibido en el cine), o algunas situaciones forzadas. Pero francamente es esa clase de películas de las que no tengo mucho más para decir de lo que escribí antes.

Quizás tenga un poco más claro que decir sobre Cetáceos, aún cuando lo que pueda decir de la misma esté absolutamente equivocado. La película parte de la idea de una mujer que al quedar sola en su casa (su marido se fue de viaje a Italia por unas semanas) empieza a relacionarse con los vecinos, con turistas, y con cualquier persona que tenga adelante. Mientras hace esto se comunica con su marido por Skype.

Debo decir que resumir la película así puede llevar a la confusión, ya que esta chica que responde al nombre de Clara ni siquiera se relaciona con alguien en particular. Más bien diría que lo que está haciendo es comunicarse un poco, tomar casi todo lo que le den, y vivir cosas nuevas. Incluso los dos personajes con los que más conversa son un turista y un biólogo marino dedicado a estudiar ballenas. Dos hombres que justamente estarán de paso por su vida. La película tiene mucho sentido del humor y varios hallazgos cómicos (la cantidad de chistes que hay en el episodio del campamento de fin de semana es admirable), y sin embargo, hay algunas cosas que no me terminan de cerrar de esta película.

Una tiene que ver con un momento en el que Clara decide llamar por celular a su marido en Italia mientras se arregla en el baño para continuar con una cita amorosa. Es una escena que me resultó particularmente enojosa siendo que Clara, quien nunca llama a su marido, decide por primera vez comunicarse con él en un momento en que se dispone a traicionarlo. Es un gesto al que encontré cruel e innecesario. Un amigo me justificó esta escena diciendo que su marido es al fin y al cabo una persona egocéntrica que en las charlas por Skype sólo se preocupa por su recorrido por Italia. Sin embargo  yo no vi tan marcada esa egolatría, y aún si fuera así, no me parece suficiente defecto como para que ella hiciera algo así.

Pero de todos modos quizás mi problema con Cetáceos sea otro: el que me sea imposible empatizar con un personaje tan extraño, con límites morales tan desconcertantes, y cuya único objetivo parece ser al final desconectarse de todo y no relacionarse verdaderamente con nadie. Se me dirá que ese no es necesariamente un problema, y sin embargo si lo es cuando Cetáceos llega hacia el final y ella muestra por primera vez sentimientos. En esos instantes no podía parar de preguntarme el porqué debería sentir compasión o si quiera interés por una persona de modales tan extraños.

Hay otro tema también con Cetáceos y que para mi es sintomático del cine argentino en general: la necesidad de la distancia, del cerebralismo, de cierto deseo de salirse todo lo que se pueda de lo melodramático o de lo sentimental. Pensé en esto también con el final de una película que si me gustó como Fin de Semana, con ese desenlace basado en la desconexión.

Pero esto, Froilán, es algo demasiado largo para desarrollarlo acá. En todo caso, si me sigo encontrando con películas argentinas así, te lo haré saber y quizás logre ampliarlo mejor.

Saludos.

Hernán

 

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter