Bafici 2022 – Diario de festival: Ochiali Neri, New York Ninja, Formula Selvagem, A-ha The Movie

Por Varios Autores

Por Santiago Gonzalez

Se menciona mucho, a veces hasta el hartazgo, a la generación de la década del 70 como aquella que modernizo las bases del cine de Hollywood y como hoy en día esa misma generación se está despidiendo de una manera de hacer y ver películas con justamente obras en donde se repasa y se piensa en su legado que están dejando. Y en todo caso cómo esa generación comienza a aceptar la idea de la muerte (la propia y la de una idea del cine que alguna vez existió). Pero hagamos un ejercicio similar, corriéndonos de los nombres canónicos del New Hollywood. Y viajemos a Europa, mas concretamente a Italia. Ahí nos espera una situación similar con varios directores. Pero pensemos en Dario Argento -quien tomo un subgénero como el giallo lo popularizo, lo uso como base para trabajar sus temas y obsesiones y de paso se convirtió en sinónimo de ese tipo de películas-.Tal y como ocurrió con sus contrapartes al otro lado del océano, a mitad de los noventa se encontró con que el público estaba cambiando y la industria de cine en este caso la italiana se encontraba (y no ha cambiado tanto) en decadencia. Frente a esa circunstancia buscó sobrevivir adaptándose a presupuestos chicos y trabajando con lo que había a mano. Acaso sea el motivo por el que el nuevo siglo lo encontró metido en proyectos extraños cuyos resultados chocaban con las expectativas de su público. No se trataba necesariamente de películas espantosas -aunque lo de Dracula 3D me contradice-. En todo caso el problema es que Argento exhibía cierta desidia y vagancia, como si se conformara con poco, como si pensara ‘bueno, es lo que hay’. Occhiali Neri era originalmente un proyecto que tenía en mente Argento desde hacia veinte años, la misma época de Non ho sonno (2001) que casualmente era una película que reflexionaba sobre carrera, su lugar en el cine y cómo las cosas habían cambiado. En ese sentido se entiende que esta nueva incursión se sienta como una secuela espiritual, porque ante todo Ochaili Neri es una película reflexiva. Los terrores ya son otros, la muerte, el aceptar que uno está solo en el mundo, nos dice Argento, provoca un miedo mayor que un asesino con guantes negros. Es por eso que toda la trama, con investigación de por medio, se resuelve rápidamente, como si no importara. Argento está más interesado en el conflicto de su protagonista, una prostituta que luego de sobrevivir al ataque de un asesino que acecha las calles de Roma tiene un accidente de auto que la deja ciega. Argento se enfoca en la nueva vida de esta prostituta y en sus nuevos vínculos, que terminan siendo efímeros. Al final lo que queda es, apenas, la compañía de una mascota. Otra vez en Argento reaparece el problema de la mirada y de la vista. Otra vez la obsesión con la observación y el ser observado. Pero si Ochialli Neri funciona no es por la repetición de la zona de comfort del director, sino porque se nos presenta a una protagonista con la que se puede empatizar debido a su situación -como ocurria con la protagonista de Suspiria (1977) o Phenomena (1984) que se enfrentaban a mundos extraños-, algo que con el tiempo había sido olvidado en su cine. Lo que importa es que a diferencia de anteriores proyectos volvió un Argento más clásico, confiado en una narrativa personal, aunque lo que cuente sea que volvió de la muerte, para decirnos que no podemos escapar de la soledad y la vejez, pero que estemos en paz con eso, porque es irreversible.

Por Luciano Salgado

Las noches de Bafici son una fiesta. Más si nos aproximamos a los fines de semana. Para quienes no vivimos en capital y nos hacemos una escapada para visitar a padres y amigos es ideal darse una vuelta en esta semana. Pero si encima caemos un viernes y queremos aclarar nuestra cinefilia de pretensiones, ahí está el Bafici para recordarnos que fue pionero en esto, antes de que los festivales le dieran bola a otro cine más excesivo y festivo. En mi caso New York Ninja fue una parada obligada, porque me aportó todos los nutrientes cinéfilos que un viaje largo me había quitado. No, no estamos ante “una película tan mala que es buena”, que siempre es la tentación con estos casos. No: NYN es buena porque su conciencia de 2022 (año en el que se termina lo pergeñado en 1984!) le permite revisitar el pasado con sus errores y su plena concepción de que el cine tiene que ser fiesta de uno y de otro lado de la cámara. Munida de un puñado de ideas y de materiales desechables, llevada a cabo en una época en la que las películas de ninjas y artes marciales brotaban hasta del cantero de una maceta seca en el patio de la casa de nuestros abuelos (dicho sea de paso: en los 80s muchos niños tuvimos estrellas ninjas con una impunidad increíble, sin padres que reprocharan semejante demanda). En ese contexto de ninxsplotation, New York Ninja parece haberse propuesto ser la Plan 9 del espacio sideral del subgénero. Pero su buena conciencia le permitió multiplicar los males en su beneficio, para que una historia de venganza (un hombre que está a punto de ser padre sufre la muerte de su novia a manos de una pandilla de secuestradores de mujeres a las que someten sexualmente en un antro de perdición) se convierta en una comedia irrefrenable y en una fiesta comunitaria (esta comedia no debe verse sola, debe verse con mas de diez personas como mīnimo). El resultado en el cine Lorca fue el del encuentro con las posibilidades del cine desechable subvertido en misil contra la abulia y el desinterés que en muchas ocasiones predomina en los primeros días de los festivales, cuando los espectadores comenzamos a entrar en calor. Al salir el centro, con Corrientes recuperada y con la ebullición en las pizzerías, nos recordó tiempos mejores que estos. Que quizás vuelvan. Siempre y cuando sepamos qué cine defender y en qué condiciones.

Un par de días después me encontré con otra experiencia de público nocturno, marginal. No se trataba de una experiencia extrema ni de plena conciencia, como si son Formula Selvagem ni New York Ninja. Se trataba de una experiencia grupal propia de aquellos que siguen, cuan granaderos, a viejas tradiciones extintas. En este caso lo que nos convocaba era la película sobre la banda A-ha. Si, otra vez los 80s, donde parece que los cuarentones nos quedamos a vivir buscando alguna clase de sentido o explicación a nuestra existencia. A-ha The Movie puede resultar a primera vista un documental algo tradicional, incluso ausente de riesgo, si quieren. Pero semejante calificación no podría estar mas lejos de la realidad. Básicamente porque el documental, que intenta dar cuenta de la evolución de la banda -pero evitando cualquier tentación amarillista-, es un material sincero y consecuente con la banda a la que registra, que no es, precisamente, una banda de excesos sino más bien lo contrario -tan nórdicos ellos!- una banda determinada por la corrección, por la mesura, por la eliminación del exceso. El resultado es un documental melancólico sobre la evolución dolorosa de un trio musical que envejece conjuntamente, que no sabe cómo separarse pero que no puede dejar de seguir junto a lo largo de cuatro décadas. Como si se tratara de la historia de un matrimonio de tres signado por los silencios, por las agachadas, por las represiones y la contención frente al conflicto, lo que muestra la sofisticación de A-ha The Movie no es solamente una serie de datos para los fans (que dicho sea de paso, seguramente conozcan la mayor parte de lo que se les narra), sino un modo, una manera de narrar acorde a el objeto de la narración. En este caso, sin excesos, pero con la tristeza de testimoniar la evolución de una relación sin rumbo pero sin fin, lo que nos deja este documental es una sensación amarga en la boca.

La respuesta a esa amargura vendrá con Formula Selvagem. Pero eso se los contamos en breve.

Continuará…

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