Bafici 2023 – Diario de festival: An archipielago, Los convencidos, Untold hours

Por Gabriel Santiago Suede

Si el cine pensado a partir del archivo nos ha enseñado a re-entrenar la mirada, las imágenes que alguna vez vimos y reobservamos son algo mas, entonces, que un archivo recuperado. Lo que se recupera es nuestra capacidad de ver. No obstante, Clement Cogitore hace algo más que retrotraernos al encallado de un submarino hace mas de una década de distancia. Construye, a partir de lo visible, una esencia monstruosa de lo invisible, como si en efecto estuviéramos frente a una extraña mezcla de terror documental y experimental, ante el descubrimiento cinematográfco de una bestia maldita. Pero a su manera, An archipielago también tiene algo de thriller bélico, como si en su haber se abrieran unas puertas insondables mediadas por las posibilidades del cine, el arte capaz de hacer de lo burocrático, de lo menor, de lo lateral, un monstruo nuevo que se levanta de su tumba. A su manera, la película de Cogitore es, también, una película sobre el cine como aventura y como misterio al cual abismarse.

La película de Martin Farina es una rareza que nos permite oscilar entre la toma de posición política respecto de los personajes que registra (algunos observados con un grado no menor de burla, otros con empatía y respeto) y las ganas de salirse del formato que constriñe. Los convencidos bien pudo haberse llamado Las conversaciones ya que en su centro más disfrutable está, precisamente, ese arte tan humano como lo es al hablar e intentar convencer a otro (argumentos mas o menos sólidos mediante) de las ideas que tenemos en mente. El problema radica, justamente, en que hay momentos en los que Farina parece necesitar que su posicionamiento quede explicitado, por lo que los personajes se convierten en meros instrumentos. Cuando eso sucede, Los convencidos se muestra como una versión en negativo de lo que sus criaturas hacen, pero señalándonos a nosotros espectadores cómo y cuando hay que pensar qué. Por el contrario, cuando la libertad permea entre sus imágenes, es cuando logramos comprender que el mundo de las palabras y las personas es bastante mas complejo que el lugar de pertenencia y tranquilidad de las ideas.

Con Untold Hours nos acercamos a un cine que, amaga con un registro burócrata en un principio, hasta que damos con el centro de la excentricidad de su protagonista, Alicia Nauta, un artista capaz de quebrarse las caderas hasta al bailarín más experimetado en eso de los amagues cineatográficos. Porque Nauta es una bomba que implota frente a nuestros ojos impávidos que no entienden qué carajos es lo que estamos viendo. En definitiva la paradoja de Untold hours es que logra construir ante nuestros ojos un misterio visible y transparente, por lo tanto mas violento que los misterios inaccesibles. ¿Quién es esta mujer y por qué motivos hace lo que hace? Como si una matriushka revelara a la siguiente que revela a la otra y así sucesivamente, Nauta se revela como un pozo sin fondo. O acaso lo tenga y ya sea demasiado tarde. Cuando queremos salir, el truco se nos revela. La magia sucedió ante nuestros ojos y nunca pudimos comprender nada de lo sucedido

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