Bafici 2023 – Diario de festival : Arturo a los 30, In Water, El muñeco, Faces of Anne

Por Luciano Salgado

Con Arturo a los 30 Martín Shanly hace y no hace una continuación de Juana a los 12. Por un lado prolonga los tentáculos sobre otros claroscuros de la clase alta de la zona norte de provincia de Buenos Aires (en un ardid autocrítico ya casi terapéutico para mucho realizador habitué de festivales, que, en efecto, conoce ese mundo al dedillo, y precisa exorcizarlo como diciendo “yo no pertenezco, eh”), pero por otro se diferencia de ese ovni que era Juana para adentrarse en un territorio deliberadamente más hablado, mas atravesado por la comedia absurda (si, de Rejtman a Wes Anderson y el mumblecore hay y mucho por acá)). Pero no es necesario generar las conexiones con el pasado para entender cómo Shanly entiende la comedia. Arturo a los 30 es, a su manera, una experiencia contemporánea que puede entenderse en esta época, sin lugar a dudas Pero también es un cuentito moral lo suficientemente universal como para posicionarse por encima de cuestiones epocales, en particular gracias a su sofisticación cómica, que, cuando funciona, es un relojito perfecto con timming adecuado. Y cuando no, en el peor de los casos, contribuye a la creación de un clima incómodo, si es que tuviéramos que buscar una palabra para definir al cine de Shanly. Sobre esa incomodidad patente vive Arturo a los 30, quizás uno de los pocos que, con la llegada de la pandemia y el encierro, respiró en paz.

Hong lo hace otra vez? Con In Water Hong lo hace otra vez. Y una vez más. Y de vuelta. Como si se tratara de una estrategia del paroxismo, Hong hace una película sobre una película sobre una película sobre su cine sobre su cine y sobre su cine. Pero tiene la ligereza de que nada de esto parezca ni remotamente pesado, ni condescendiente ni nada que se parezca a la pereza. En particular esto sucede no sólo por sus clásicos tríos de personajes en mayor o menor medida, sino por una decisión que a primera vista irrita (o irrita la vista de como consecuencia primera): la decisión de que toda la película esté trabajada con un desenfoque violento, que incluso se va profundizando paso a paso, escena a escena. Lo que en un principio llama la atención como parte de algo que no se comprende bien, posteriormente se convierte en estrategia: ver mal como parte del proceso creativo. O en todo caso la visión borrosa como parte de los procesos de decisión que en la película, por lo pronto, se ponen en abismo unas tres veces. Hong, en este sentido, no hace nada que no hayamos visto ni conocido previamente. Más bien se trata de un gesto contemporáneo, un gesto de post-vanguardia que obliga a mirar otra vez, como si algo se nos escapara en ese proceso que a primera vista puede resultar onanista y convencional, pero que si lo pensamos bien también se revela como desesperado, que es algo que a veces pasa con ciertos directores determinados por una programática que los supera: el gesto desesperado se expresa en la forma y adquiere volumen. Pero la desesperación de repetirse y de agotarse en Hong tiene aspecto plácido, como si la angustia creativa no existiera o importara. Por eso In water fluye veloz, pasa rápido frente a nuestros ojos. Como lo suelen hacer las obras menores, que en buena medida son las únicas que persisten porque son anomalías felices.

El muñeco es un cortometraje de Guido Segal, director que, como bien él dice, en tanto ex crítico, es profuso en detalles, lo que revela también la profesión del guionista, aquí factor clave para entender lo que vemos, veremos y lo que deberemos volver a ver. Porque como todo relato consciente de sí mismo, El muñeco narra dos historias, un poco a la usanza de Ambrose Bierce (hay algo de El puente sobre el rio Buho). Pero hay que saber leer los inicios que estàn sueltos frente a nuestros ojos Y rever y reescuchar para que las cosas adquieran sentido. Porque el cortometraje de Segal es, también, un cuento sobre un encuentro (en el más acá) y un reencuentro (en el más allá), como si en el fondo su director nos pidiera que tuviéramos el oído atento a la llegada de palabras capaces de endulzar la vocación totalitaria. Nazismo, comunismo, fascismo, sexo y espíitus se hacen presentes. El problema, como con todo fascsmo, es no ver lo que está frente a los ojos.

Contiuará

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