#PostBafici 2018 – (3): L. Cohen

Por Marcos Rodríguez

L. Cohen
EE.UU., 2018, 48′
Dirigida por James Benning

Nada

Por Marcos Rodriguez

Supongo que algunos de quienes lean esto (así como algunos de los que asistieron a las funciones que se dieron de esta película en el BAFICI) sabrán ya de qué se “trata” L. Cohen. Yo no lo sabía cuando me senté en aquella sala, dispuesto simplemente a ver una nueva película de James Benning, para lo cual uno difícilmente necesita saber cuál es el tema filmado, porque el tema importa menos que el acto y la forma de filmar. Sucede, sin embargo, que en esta película sí “pasa” algo, que por supuesto no es narrativo y que calculo que uno puede saber de antemano sin que eso arruine la experiencia, pero como en mi caso me senté a ver lo que debe ser uno de los planos más largos y menos atractivos de la filmografía de Benning, y cuando pasó lo que pasó fue para mí una sorpresa absoluta, prefiero no repetir o explicar por acá aquello que a lo mejor el lector, si tiene suerte, podrá ver en algún momento. Solo sé que esos minutos fueron casi un milagro para mí, que de pensarlo se me ponen los pelos de punta, y la idea de arruinar esa posible experiencia para otra persona me obliga a dejar de lado la información.

Pasado el hecho, seguimos con ese plano un tanto lavado, más bien vacío, sin gracia. El propio Benning, que estuvo en la función para presentarla, explicó que su intención había sido precisamente componer un plano que no tuviera nada interesante: un poquito de basura por acá, el paisaje de no me acuerdo qué estado de Estados Unidos, una ruta medio en diagonal allá al fondo por donde casi no pasan autos, algunas construcciones a la derecha. Escuchamos algunos aviones o avionetas que circulan, pero no se ve casi nada. De manera que lo que vemos fue buscado.

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Solo en el BAFICI puede encontrar uno una sala de cine llena de espectadores que se quedan mirando un plano feo, fijo, en el que no pasa absolutamente nada durante 21 minutos, sin que nadie se levante y se vaya. Es, también, la magia de Benning.

Todo esto para decir que el arte de Benning, que es el arte de reducir el cine a su más simple y cruda expresión (la de capturar el tiempo) es un desafío. El desafío de la falta de artificio. El desafío del mecanismo. El desafío, en definitiva, de lo que es el cine. Y todo lo que puede ofrecer.

De paso, esta película es también un homenaje a Leonard Cohen, compuesto en el año de su muerte. Nada en la película explica este detalle (que aclaró el propio Benning en la proyección), pero la canción de Cohen que aparece en la segunda mitad de la película resulta particularmente fulgurante dentro del contexto de percepción plana y enrarecida que construye Benning en su película con rigurosamente nada.

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