BALANCE PERRO BLANCO 2021 – PARTE I: series del año

Por Varios Autores

Estimados lectores:

Decidimos hacer este balance en varias partes. La primera de ellas se concentra en un breve resumen caso por caso de las que consideramos mejores series televisivas emitidas o subidas a plataformas en 2021. Les recordamos que por cada breve resumen podrán ver que hay un link directo a una nota original y de mayor extensión (siempre que hayamos hecho la cobertura en Perro Blanco, sino encontraran el material que está aquí pero sin ningún link externo de referencia).
Dejamos para el final las listas de cada redactor y las elegidas por los lectores que nos escribieron a [email protected].
Esperamos que lo disfruten.

Diez (10) mejores series emitidas en el año

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1- McCartney 3,2,1
A lo largo de sus 6 breves episodios (al final de cuentas se trata de una larga conversación de 3hs particionada) observamos a un genio volverse niño, sorprendiéndose con su propio yo, con su propio pasado, como si retornara a un antiguo álbum de fotos y descubriera en cada una de las instantáneas un nuevo detalle que no se había revelado. Su guía, Rick Rubin, no solo actúa como gondolero temporal, sino que acusa un saber que es mayor al del clásico entrevistador entregado a la adulación fácil. En ese baile entre un arqueólogo que repara en detalles y un genio que se vuelve niño y retorna a sus propias creaciones “con alienada majestuosidad”, como indica la célebre frase de Emerson sobre las ideas geniales, radica el centro feliz de McCartney 321. La conversación es intimista. Un recorrido acrítico por la obra de McCartney? Puede parecerlo en un inicio. Pero es bastante más que eso: no hay una evolución en torno a los grandes éxitos, no hay un encuentro con el canon que McCartney supone. Y por eso conmueve encontrarlo frente a su propio material. “Ese soy yo?”. Si, ese es Paul, antes y durante McCartney. Pero a la vez disociado. No se trata de una genialidad arrasadora, sino una de las más interesantes: la celebración intuitiva y el retorno consciente a los materiales como si se los estuviera viendo y escuchando por primera vez. Porque el eje verdaderamente conmovedor de esta serie de entrevistas se sostiene sobre la sorpresa del mismo Paul respecto de sus propios materiales.McCartney 321 opta por lo intensivo por sobre lo extensivo. Por eso se agradece que, más allá de una docena de temas canónicos, lo más importante aparece gracias a descubrimientos sonoros laterales en canciones menos celebradas o en disonancias felices que nunca habíamos escuchado en obras maestras. Pero lo más importante pasa por otro lado. Porque no solo nos encontramos con una clase extraordinaria dotada de una generosidad infrecuente, sino que observamos a una persona reencontrándose, un sujeto capaz de retornar a un saber universal perdido y olvidado. En esa dirección, McCartney 321 narra un recorrido y una historia, da cuenta de una vida creativa extraordinaria. Pero en sus intersticios nos provee una pudorosa iluminación: el genio está ahí afuera y aquí adentro. En ese estímulo casi infantil por la prueba y el error y en la constatación del placer por haberse permitido experimentar deseamos quedarnos a vivir. Federico Karstulovich

La Maqueta De Nueva York De Pretend Its A City De Fran Lebowitz

2- Pretend it´s a city
Supongamos que Nueva York es una ciudad (prefiero llamarla por el original Pretend It’s a City) es bastante más que un lamento borincano que gira en torno a un mundo que en efecto no existe más. Al mismo tiempo, desde ya, no es un documental esperanzado en el futuro. Porque para Fran Lebowitz (escritora y comediante quizás no muy conocida por estos lares) como para Martin Scorsese el pasado se ha quedado con lo mejor que pudo construir la cultura popular a lo largo de la historia, por lo que el presente pareciera ser apenas un conglomerado de jirones desperdigados de aquel mundo. Leer la programática mirada de Pretend It’s a city como una sucesión de quejas de personas que han decidido desacoplarse el presente para aislarse en la experiencia pretérita y desde ahí bombardearnos es, lisa y llanamente, una lectura falsa y antojadiza. Lo es, básicamente, porque detrás de la queja, del humor cruel, del desprecio al mundo de los deportes, al mundo del feminismo, al de la corrección política actual, lo que prevalece no es una mirada de superioridad moral. No: ni en Lebowitz ni en Scorsese la hay. En todo caso prevalece en ellos la pregunta, el cuestionamiento sobre los mecanismos de interacción con el presente (interacción entre personas, pero también interacción con el espacio y los objetos que lo pueblan). En ese cuestionamiento hay algo del orden de la camaradería, de la necesidad de sentirse pares. Ambos pertenecen a una generación que no pondera la nostalgia por el pasado, sino que formaron parte de lo que alguna vez fue un posicionamiento humanista frente a la cultura: solo podremos construir el futuro cuando estemos en condiciones de articular las experiencias de quienes nos antecedieron. La serie, lejos de atrancarse en un tiempo que fue hermoso se pregunta: es posible construir futuro en esta ciudad que es más que una ciudad? La respuesta tiene la doble mirada: el nosotros inclusivo que incluye a Scorsese y Lebowitz pero de seguro a muchos otros indica que ellos pudieron construir el futuro, es decir, nuestro presente, precisamente porque supieron mirar a sus antecesores y hacer dialogar aquello que fue con el tiempo presente. FK

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3- Llamadas
Llamadas es y no es un producto original. En parte porque supone la remake de una serie francesa con el mismo formato, pero también porque rememora al viejo y sofisticado arte de las radionovelas/radioteatros. Pero también hay algo más que la aleja de la originalidad: la construcción visual abstracta, dado que estamos ante una serie que prescinde de imágenes concretas y nos pide todo el tiempo que construyamos un sistema empático con abstracciones que se generan en imagen como si estuviéramos frente a uno de esos fondos de pantalla de las primeras versiones de Windows, allá por los 90s. Pero Llamadas es al mismo tiempo una serie original, porque logra potenciar todos y cada uno de esos elementos preexistentes en función de necesidades expresivas precisas. Trabaja el radioteatro, pero no con la planitud que solían ostentar aquellos, sino con el verosímil espacial del sonido, logrando profundidades de campo, distancias, paralelismos dinámicos entre escenas, que difícilmente lograba aquel formato hoy un tanto oxidado. A su vez trabaja la abstracción y la figuración con ideas que se complementan: por momentos somos capaces de seguir las formas como verdaderas guías espaciales de los desplazamientos de los personajes mientras hablan por teléfono, pero al mismo tiempo la serie elige construir abstracciones con esas mismas formas que ponen en cuestión nuestra tentativa de espacialidad. Pero quizás lo más interesante que logra Llamadas es que nunca caigamos en el territorio del teatro o del radioteatro en donde la palabra es la única acción, reformulando la sensorialidad auditiva y la visual y las convierte en formas táctiles de la narración (porque toda la serie está sostenida sobre texturas audiovisuales…fuera de campo). Quizás esa presunción de experimentalidad sea la principal responsable de que haya sido una serie tan poco difundida. Pero la renovación del lenguaje que nos propone no deriva de una pretensión vanguardista ni de un juego provocador. Entre la empatía narrativa y la distancia reflexiva nos recuerda a los mejores episodios de las grandes series de hace 5 o 6 décadas (como La dimensión desconocida, como Galería Nocturna y otras), pero al mismo tiempo esta serie logra el milagro de volver en el tiempo para renovarlo todo, como si las cosas estuvieran por inventarse, como si los años no hubieran transcurrido, tampoco, para los procedimientos narrativos. FK

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4- The Beatles: Get Back
Un milagro sucede entre nosotros. The Beatles: Get Back es una explosión que ocurre lenta y transita por los cinco sentidos de los espectadores. El milagro no es sólo de ahora, no es sólo la película: milagrosos fueron Los Beatles, milagrosa la constelación musical condensada en aquel momento y en aquel lugar que los Beatles (y muchos otros) aprovecharon y asimilaron para el big bang cultural del siglo XX. Milagrosa la decisión de filmar sus ensayos, milagroso también el recital en aquella fría terraza londinense. Milagrosos son los productos que surgen a partir de saltos tecnológicos que permiten darle brillo a viejas joyas o inventar joyas nuevas. Milagrosa la ambición de los viejos Beatles vivos y los familiares de los muertos que pretenden llevar más allá la fama, el prestigio, el aporte único e inigualable para hacer más bella la vida de las personas. The Beatles: Get Back tiene una estructura lineal y un suspenso extraordinario. Cuenta con un recurso narrativo noble: los espectadores sabemos más que los protagonistas. Pero The Beatles: Get Back también es la felicidad de tocar juntos, de jugar con la música, de divertirse, de explorar y descubrir, de ser cómplices, de vivir epifanías tocando. El primer capítulo es devastador, porque predomina la tristeza, falta de vitalidad, actitudes muy distintas entre los cuatro integrantes de la banda, agotamiento y el abandono de George. El segundo capítulo arranca con esa devastación, con la resignación de la separación, pero termina siendo mucho más feliz. Esa felicidad la trae el alivio a partir del regreso de George pero sobre todo el cambio de ambiente. Pasar de un estudio de cine a uno de grabación facilitó que avance la música, que se vuelvan a juntar a divertirse componiendo o ejecutando canciones de otros. Aparece Billy Preston, que contribuye a impulsar todavía más la alegría de tocar música y le otorga más brillo, color y amplitud a las canciones que están ejecutando. El tercer capítulo es lo que conduce al recital en la terraza. Es el capítulo más intenso musicalmente y también el más tensionante. La tensión de que se haga algo con todo lo que tienen, de que el recital se realice, que salga bien, que la policía no los interrumpa, que la gente no se queje de ese milagro que está sucediendo algunos metros arriba. La música sucede firme y genial y los cinco músicos se desenvuelven con alegría y aplomo. Pero el milagro principal de The Beatles: Get Back  es el tiempo recuperado.Y que la magia suceda delante nuestro con la potencia de una primera vez. Agustín Campero

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5- Only murders in the building
Hay algo del orden arqueológico cuando ingresamos a y cuando terminamos de ver Only murders in the building. Casi nada de lo que narra, casi nada del tono elegido. Casi nada del humor sofisticado que exuda. Casi nada de los modos actorales que despliega parece reconocerse en el presente. Bien por el contrario, su mirada está puesta en el pasado. Aunque la única excepción es la presencia de celulares, de internet…y de la centralidad de los podcast, como síntoma de contacto con el presente, acaso el único gran vínculo que la serie demuestra. Deudora de un mood woodyalenescoOnly murders in the building conecta con esa maravilla llamada Misterioso Asesinato en Manhattan, donde Woody Allen construía un templo en torno a las formas del policial clásico y a las diversas formas racionales para resolver un enigma como excusa para narrar la reformulación del vínculo afectivo de una pareja. En este caso el asunto apunta a otro lado, pero no tanto: el recurso del whodunit (el policial en espacios cerrados, con múltiples sospechosos, en una cantidad limitada de tiempo) habilita a la serie para pensar una serie de ideas sobre las formas de amistad. Pero decíamos que Only murders in the building se proponía darle la espalda abiertamente al presente, no como un gesto reaccionario, sino como una necesidad de supervivencia, como si buscara demostrar(se) que es posible narrar historias clásicas con formas clásicas sin morir en el intento, sin caer en el cinismo posmoderno de la nostalgia prefabricada o sin plantearse meros ejercicios de estilo. No, en OMITB no hay nada de eso. Hay, en todo caso, una omisión del presente, como si este no existiera, como si no tuviera que rebelarse frente a las modas o las nuevas olas. No hay nada nuevo en OMITB. Ni trucos ni formas raras ni arabescos. Apenas una confianza desplegada en los personajes y en la narrativa, como si la serie hubiera estado guardada en un cajón desde hace tres, cuatro o más décadas. Se la percibe como guardiana de un tiempo antiguo, con el cual nos permite conectar impunemente. Como si el envejecimiento le resultara un monstruo ajeno y lejano. GSS

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6- Luis Miguel, La serie – Temporada 3
La tercer y última temporada de LM, LS no está a la altura de la temporada 1…pero tampoco está tan lejos. Entonces…por qué funciona la tercer temporada? Por varios motivos: porque retornan los personajes y sus contradicciones; porque retornan las tensiones entre padres e hijos (la del mismo LM con su padre, pero también la del antagonista, que en esta temporada adquiere otro volumen, mucho mejor construido que el estereotipo que habíamos visto en la segunda temporada); pero fundamentalmente porque nos encontramos con aquello que habíamos estado buscando durante dos temporadas: el proceso de conversión de una persona en la peor versión de si misma. Es interesante retornar al punto del mito. Porque en el fondo, lo que estamos viendo es también un recorrido invertido: el de un sujeto luminoso que había logrado superar la influencia nefasta de su padre para convertirse poco a poco en una persona despreciable. A partir de la segunda mitad de la tercer temporada observamos cómo la serie resuelve las propias contradicciones de LM con…la gestación de la mismísima serie que estamos viendo. Ese recurso, que pudo haber parecido un manotazo de ahogado es, contrariamente a lo previsto, una bocanada de aire, en donde la misma serie revela las propias limitaciones de lo que debe/puede/quiere/logra contar sobre la vida de su protagonista. Organizada sobre tres tiempos (el pasado de Luis Miguel a inicios de la década del 70, el fracaso del salto internacional al mundo anglosajón de la mano de su entonces pareja Mariah Carey hacia finales de los 90s y el presente previo a la gestación de la serie y con pleno rodaje de la primer temporada entre 2017 y 2018) la serie gana por todos los flancos posibles: es capaz de narrar clásicamente la historia de una persona en el proceso de degradación e incluso en una leve (y no demasiado feliz) redención (a costa de perder casi todos los amigos y la familia, algo que la serie no busca ocultar ni edulcorar), pero también es capaz de preguntarse desde la misma ficción cómo puede narrarse la vida de una persona, que al día de hoy, ficción de por medio, sigue siendo un enigma popular fascinante. Porque al finalizar nos preguntamos si no estuvimos siendo testigos de una de las mayores operaciones de prensa para revivir una carrera que parecía muerta y enterrada pero que, entre los restos de la basura, emerge como un Ave Fenix inmortal. FK

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What if…?
El plan de negocios de Marvel (sobre el que hablamos mil veces) es cada vez más claro y perfecto en su serialización, conectividad y autoconciencia, pero a su vez cada vez más alejado de la vida, de las variantes, de los errores propios de las contradicciones. Aquí si hay error es justamente por la híper planificación que le quita aire a cualquier avance imprevisto. Amén de todo esto, la idea es extraordinaria como tal. Algunos episodios transitan cierta medianía, sin salir de una réplica segura, como el de la Capitana Carter convertida en la Primera Vengadora o el que plantea un escenario donde T´Challa fuera Star-Lord. Y también un par realmente arriesgados, como el de los zombies y el centrado en Doctor Strange, que es tristísimo y completamente redondo en su concepción. O el que plantea la chance de que Thor fuera hijo único, porque abraza la comedia con absoluta libertad y sin compromisos. El gran obstáculo está en esa necesidad de cumplir con las demandas de la franquicia y de un gran arco narrativo donde la cuestión de los multiversos es el nuevo foco conflictivo. Ahí es donde la serie pierde de vista un poco a los personajes y las ideas puntuales en detrimento de ese “producto” gigantesco que es el MCU. Por otro lado, si dejaban que fuera una serie de episodios autoconclusivos, en formato de antología, nos hubieran quedado una serie de capítulos irregulares con alguna que otra idea interesante (zombies!) pero sin mucha magia. Se habló de una medianía estética y sin dudas hay algo de eso aqui. Es el MCU más disneificado que nunca, con esa animación estilizada y prolijita que nunca va a tener la energía de un cartoon desaforado a lo Tex Avery o Ren y Stimpy. Y está bien que sea de esa forma. Aun así, hay momentos muy bellos e intensos (como los últimos dos episodios). Hay un último aspecto que resalta en la serie: su nula intención de hacer una adaptación de “novela gráfica seria para adultos en formato animado” como tantas vemos pululando. Algo de lo que vemos acá resuena con los X-Men animados de los 90s, que podían ser entretenidos al mismo tiempo que complejos. Como en aquella, en What If..? no hay una demanda de solemnidad y trascendencia, sino la necesidad cabal de construir un entretenimiento sólido y consistente, con ambiciones contenidas. Al momento, es la serie de Marvel más redonda, aún con sus desniveles. Ignacio Balbuena, Federico Karstulovich & Rodrigo Martín Seijas

Ted Lasso Temporada 2
Balance perro blanco 2021 – parte i: series del año 15

7- Ted Lasso – Temporada 2
La primera temporada de Ted Lasso había sido notable, toda una sorpresa en su particular combinación de comedia y drama, con lo que la segunda entrega constituía todo un desafío a partir de las inevitables comparaciones. Sin embargo, los creadores Brendan Hunt, Joe Kelly, Bill Lawrence y Jason Sudeikis no solo consiguieron estar a la altura, sino que incluso superaron los logros de su predecesora. Lo hicieron gracias a una estructuración narrativa que redobló la apuesta en todo sentido, otorgándoles nuevas capas a los personajes y entregando algunos capítulos (como Beard after hours o Rainbow) que constituyeron hermosas relecturas genéricas y construcciones formales. Con su humanismo a prueba de balas, que a la vez no oculta las contradicciones y ambigüedades de sus protagonistas, se ha consolidado como una serie que parece ir contra su época, pero, al mismo tiempo, es una serie indispensable para enfrentarse a estos tiempos. RMS

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Balance perro blanco 2021 – parte i: series del año 16

8- WandaVision
Navegando entre la sofisticación del cruce de tonos (sitcom con sci fi y horror suburbano en el marco del cine de superhéroes) y la obviedad de cierta reflexividad tardía (la paranoia respecto del discurso mediático y su manipulación ya era vieja en los 80s) lo de WandaVision no deja de ser un ejercicio interesante. Esa suerte de superposición del cinismo del Lynch de los 80s -con su registro suburbano lustroso y publicitario que en el fondo esconde aspectos sórdidos- y el thriller de espionaje de los subproductos de Marvel es un crossover curioso. Si a esto le sumamos un costado LOST que la serie desbarata hacia el capítulo 4 (pero que ya estaba delineado indicialmente en los episodios previos), y en el medio le metemos el componente existencialista de The Truman Show y el reconocimiento consciente de The Cabin in the woods sale esta serie frankensteiniana. O al menos eso propone la primer mitad. Hay una lectura política que me parece interesante y que no leería en la dirección que varios leyeron (que es esa que indica que la serie está criticando los modos de representación del american way of life de los 50s a los 90s). Contrariamente, está construyendo una idea aún más arriesgada y capaz de dialogar con el presente y que tiene que ver con la cultura de la cancelación, el control y el miedo al dolor. Bien lejos del simbolismo hermenéutico de los primeros o del contenidismo progresista de los segundos, creo que lo mejor que nos puede dejar la serie es su capacidad de construir misterios capaces de girar sobre si mismos. Por eso entiendo que si bien la estrategia lynchiana de extender el código de los primeros episodios hubiera sido extraordinaria también suponía un riesgo de credibilidad para una empresa mainstream como Disney. El problema es que a partir del episodio 4 comienza a resolverse lo que en los primeros era simplemente elusivo y experimental. Es cierto que el cuarto episodio es poderoso, pero el del quinto al séptimo la serie no hace otra cosa que resolver, a puro payoff desesperado, lo que en los primeros capítulos funcionaba como una gran promesa. Esa desesperación habla muy mal de las necesidades de compensar experimento con rasa simplificación industrial, como si hubieran puesto en peligro la maquinaria. Lamentablemente la manera en la que sobrevienen las explicaciones no resuelve del todo el problema, porque contrario a confiar en nuestra capacidad como espectadores para recomponer las ideas previas, lo que queda es puro didactismo onanista en torno al mundo Marvel. Quizás debamos pensar a esta serie como un gran puente entre el final de Avengers: Endgame y las nuevas fases del MCU. La realidad es que a costa de no perder espectadores más convencionales WandaVision terminó perdiendo a aquellos que nos sorprendimos con la apuesta inicial. LS & GSS

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9- Misa de medianoche
Mike Flanagan conjura las angustias y ansiedades del pánico contemporáneo, erigiéndose en un director representativo de las aspiraciones de la generación del milenio.A menudo demasiado estilizado o hípster, sus películas despiertan heridas sangrientas y grietas en la base de los fanáticos del género. Flanagan no es un autor a la usanza artie de Ari Aster, pero sus “nuevas imágenes”, de texturas francesas y nórdicas de años ochenta y noventa, causan el principal rechazo entre los puristas del lenguaje atormentado y anómalo del gore más irreductible. Para decirlo en cristiano, Flanagan seduce al mercado global de Netflix, con una receta que encontró su mejor acabado en Misa de medianoche, una serie que no es necesariamente una falla en la Matrix, sino una variante depurada de la línea editorial de la compañía contra los pueblitos pequeños de provincia, que con su fundamentalismo, provocaron el surgimiento de la américa conservadora y reaccionaria de los tiempos de Trump. Por ello, la serie trasluce un problema de gestación, que es reflejar la superioridad intelectual y el desprecio de Flanagan, en todo momento, sobre personajes estereotipados como el de una monja que propone una lectura extrema de la Biblia, solo para mantener a su rebaño domesticado. Siendo sincero, Misa de Medianoche me encandiló, en principio, más por sus protagonistas y sus depresiones, que por lo grueso de sus conceptos retóricos. Hay un trabajo de la atmósfera y del clima, de lo que esconde cada quien tras su fachada, que permite avanzar con fruición en el visionado. Brutal sí, su deconstrucción del gaslighting del verbo populista. Menos impactante y original su solemnidad, su virtuosismo mecánico, sus actuaciones del método, su reclamo de sacrilegio en el siglo XXI.  Sergio Monsalve

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Cobra Kai – Tercera temporada
La tercera temporada de Cobra Kai se enfrentaba a un desafío ciertamente importante: delinear una trama que estuviera a la altura de las variadas -y siempre altas- expectativas abiertas a partir del desenlace de la temporada previa. Lo cierto es que a la tercera temporada le cuesta bastante energía -y tiempo- reacomodarse, o más bien, mostrar a los personajes reajustándose y curando las heridas. En esa dispersión de personajes e historias, la serie amenaza con perder su consistencia y le toma prácticamente su primera mitad -unos cinco episodios- encarrilarse apropiadamente. Sin embargo, una serie de factores comienzan a jugar a favor para que la serie pueda ir uniendo las líneas narrativas y recuperando solidez a medida que se encamina a las instancias decisivas. Pero quizás el mayor hallazgo de la tercera entrega de Cobra Kai es cómo convierte a Kreese no solo en el villano principal, sino incluso en el protagonista encubierto. Él es el que siempre está moviendo los hilos, incluso cuando no está en la pantalla, todos están hablando de él o actuando en función de lo que él hace. Si Johnny y Daniel encuentran por fin un punto de coincidencia en verlo como la representación de todo lo que está mal, él se ve a sí mismo como la encarnación de lo justo, lo lógico, lo real y necesario. El lema “Strike first, strike hard, no mercy” (“golpea primero, golpea fuerte, sin piedad”) marca entonces la pauta de su pensamiento: en un mundo dominado por la pérdida y el dolor, él prefiere marcar las reglas que deben seguirse antes de que los otros lo hagan. En consecuencia, hay un enfrentamiento entre visiones éticas, con un nuevo retorno, otra vuelta al pasado para enhebrar un futuro renovado, en una serie que ha reflexionado constantemente sobre los movimientos narrativos en bucle. RMS

The Night Stalker The Hunt For A Serial Killer Review A Well Created Docu Series On One Of The Americas Most Notorious Killer

10- The Night StalkerAcosador nocturno: A la caza de un asesino en serie
Todas las miniseries documentales sobre asesinos seriales de Netflix son vehículos para releer el género policial desde una mirada realista y testimonial. Pero lo de esta miniserie dirigida por James Carroll y Tiller Russell es deliberadamente explícito, ya que podemos ver cómo la ficción se ha retroalimentado con la realidad, a partir de cómo aborda la cacería de uno de los asesinos seriales más notorios. Desde el joven y prometedor detective emparejado con el veterano y experto, hasta el asesino escurridizo y los crímenes aberrantes, pasando por el pánico social y la ciudad de Los Ángeles convertida en un territorio hostil, todos los lugares comunes desfilan con precisión quirúrgica. Sin embargo, la forma en que la estructura narrativa se enlaza con los eventos reales lleva a que el relato escale en tensión hasta volverse directamente angustiante. Y esto llega al clímax con el hallazgo del asesino, Richard Ramirez, que es en verdad el villano perfecto para un policial perfecto en su vínculo con el documental. RMS

Mark Hoffman

Un falsificador entre mormones
Un falsificador entre los mormones no parece ser el mejor título de presentación para la historia inverosímil y wellesiana de Mark Hoffman. Porque quizás lo más relevante que tiene para ofrecer esta serie breve pero a la vez dotada de una densidad informativa infrecuente -hecho que la vuelve larga y corta a la vez- no es toda su dotación de sospechas y paranoias varias respecto de la Iglesia de los santos de los últimos días. La serie se asienta de forma apasionante en torno a la figura del falsario y falsificador Mark Hoffman, que bien podría ser una invención de Jorge Luis Borges, de Marcel Schwob, de Juan Rodolfo Wilcock o de Roberto Bolaño. El fascinante falsificador no es solamente un sujeto que encontró una vía para llenarse de dinero estafando a los desesperados responsables de la iglesia de los mormones con documentos apócrifos que pondrían en tela de juicio la veracidad de los textos del padre fundador de la misma, Joseph Smith. Pero las estafas de Mark Hoffman no se limitan a la Iglesia de los santos de los últimos días -sinónimo de iglesia de los mormones-. Muy por el contrario, el horizonte de las prácticas de Hoffman parecía ser ostensiblemente más ambicioso: la creación de una red de reeescrituras en donde las falsificaciones se legitimaran entre si, de forma cruzada, incluso cuestionando o desdibujando hechos/libros/ediciones previas no solo de textos sagrados sino también de otras clases. El gesto borgeano de este antihéroe despojado de mayores ambiciones que encerrarse en su cuarto a pergeñar un continente de reescrituras es, curiosamente, el que mayor atractivo nos genera, pero al mismo tiempo el que menos parece explotar la serie, que en alguna medida queda anclada a las formas estandarizadas el formato true crime, por lo que el horizonte de preguntas y respuestas le vale mucho más que el personaje que las habita. FK

Las Cosas Por Limpiar Critica Otra

Maid – Las cosas por limpiar
Cuando me dispuse a ver Maid (que ha adquirido el espantoso título de Las cosas por limpiar en habla hispana) me recorrieron algunos terrores que se me aparecen cuando me encuentro con películas o series basadas en casos de la vida real. Hacia la mitad, no obstante, algo de Maid comenzaba a funcionar mejor que en un inicio: la historia de la joven que huye por violencia doméstica era algo más que eso. Los personajes, que en un inicio parecían limitados a reproducir los lugares comunes más intensos y sosos del cine-series de autoayuda, adquirían una tridimensionalidad inusitada. Al mismo tiempo, aquello que parecía simple (testimoniar una interminable huida de parte de la protagonista) se transformaba en un camino sinuoso, oscilante. Aquí, de un momento para otro, poco importaba la historia de origen, porque todo el encadenamiento de causalidades rectoras de una moral exigente (las personas maltratadas deben hacer XYZ serie de pasos para superar el trauma) derivaba en un recorrido irritante pero lo suficientemente atractivo como para querer seguir viendo: cómo hace una persona para volver una y otra vez y confiar en quienes le hacen daño a la vez que no dejarse ayudar por quienes ayudan desinteresadamente? Si hay un aspecto humanista destacable en la serie protagonizada por Margaret Qualley es que nunca termina de elegir un camino predeterminado que nos permita tomar partido moral por aquello que estamos viendo. Bien por el contrario, a lo largo de sus 10 episodios la serie logra que todos los personajes asuman un componente empático y hasta querible a la vez que odioso, lo que vuelve a todo el entramado más difícil de clasificar: la protagonista hace bien en huir o se está generando un problema mayor? Su ex es un violento o un enfermo al que hay que ayudar? La madre es una verdadera ayuda o una carga para la hija? El padre ayuda sinceramente o está compensando sus errores pasados con el fin de reivindicarse y redimirse? Los empleadores dan una mano o son aprovechadores que explotan las necesidades de sus empleados? Los pretendientes realmente apoyan o buscan algo a cambio? Todas y cada una de las preguntas que se nos apetecen por la cabeza aparecen una y otra vez en el recorrido laberíntico de la protagonista, con la que resulta muy difícil no identificarse Pedro Gomes Reis

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