Beef
EE.UU., 2023, 10 episodios de 30′
Creada por Lee Sung Jin
Con Steven Yeun, Ali Wong, Joseph Lee, Young Mazino, David Choe, Patti Yasutake, Ashley Park, Mia Serafino, Bernard White, Maria Bello, Remy Holt, Justin H. Min.
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Bronca se sitúa en lo alto de las preferencias de la crítica, tras su estreno en el servicio de streaming de Netflix. En ella hemos reconocido la impronta asiática del estudio A24, después del éxito de Todo en todas partes al mismo tiempo durante la temporada de premios, coronándose en el Oscar.
Podemos vincularla con las “short cuts” de Relatos Salvajes, alrededor del tema de la ira y las pasiones desbordadas por los milenials más adulto contemporáneos, en plena crisis de postpandemia. Me gusta pensar que guarda vínculos con las historias cruzadas de Altman y el PTA de Magnolia, siguiendo los pasos de Un día de Furia.
Aparte, su diseño de producción evoca la estética opresiva, minimalista y gentrificada de la arquitectura de Parasite, donde percibimos los ecos de la poética del espacio de Gaston Bachelard.
En efecto, la serie apuesta fuerte por una elaboración dramática y tragicómica de los típicos conflictos que afloran en las ciudades “invisiblemente” segregadas, con sus nortes y sures marcados, sus zonas de suburbios y sus departamentos de clase media, como de hotel de mala muerte o Sean Baker de The Florida Project.
La “bronca” de la serie se detona por una clásica pelea de conductores desesperados y tóxicos, a la salida del estacionamiento de una especie de megatienda o mercado, como Wal-Mart.
Ahí chocan, por primera vez, los protagonistas de la producción, Ali Wong y Steven Young, soberbios en sus papeles de coreanos integrados, pero no menos traumados por sus asuntos personales, por el peso de sus culturas.
La mujer lleva las riendas de una familia privilegiada, descendiente de una dinastía de creativos. Pero su esposo no heredó los genes como corresponde y es un artista de esculturitas cursis, en forma de inocente “caca” multicolor. Nada de cinismo autoconciente de un Piero Manzoni, al vender deliberadamente conservas de excremento de artista. En cualquier caso, el marido es un fraude del kitsch. A su vez, la personaje principal atraviesa por su propia crisis de edad, entre las presiones de cerrar un trato económico y manejar una posible ruptura.
En el medio, veremos una cascada de situaciones hilarantes y del absurdo contemporáneo, cuyas imágenes rememoran el acabado de las mejores películas de los hermanos Coen, sin apelar a la misantropía de los directores indies.
En tal sentido, y para no tirar demasiados spoilers, la trama cierra en la confección de unos hombres y mujeres en tres dimensiones, que revelan una gama de matices, más propia de la cadena HBO que de la habitual chatura de la escritura de Netflix. Mérito seguro de los creadores de la serie, que entienden la necesidad de competir con Succession, brindando una alternativa inclusiva y de la representatividad, a la altura de las expectativas de los expertos y los espectadores.
Por eso, Bronca ha despertado consenso en plataformas como Rottentomatoes, alcanzando un puntaje casi perfecto de 99% de aprobación.
Como crítico, sí debo señalar que la dinámica de la producción, pierde algunos puntos por la rapidez con que se rematan y planifican varias secuencias, dando lugar a baches y forzamientos en cuanto a cambios de locaciones y traslados. Lo sentí, sobre todo, en el episodio de Las Vegas.
Sin embargo, es un detalle menor, al lado de la contundencia general que expone Bronca. Una bronca que es la nuestra, que es nuestra grieta, y que por ende, requiere que la elaboremos.
Agradecido por la recuperación de Maria Bello, una gran actriz desaprovechada y olvidada por la industria.