He vuelto a ver la última gran película de Adam McKay antes de convertirse al lado oscuro de la seriedad y la legitimación pública. No fue igual el efecto: en 2013 la película parecía pertenecer a una forma de humor inextinguible. Hoy por hoy, en cambio, es una rémora del pasado. Por eso, en este segundo visionado, Al diablo con las noticias se vuelve una película urgente.