Chuck Norris vs Communism

Por Federico Karstulovich

Chuck Norris vs Communism (Chuck Norris contra komunizm)
Rumania, 2014, 78′
Dirigida por Ilinca Calugareanu

Todos los enanos nacen pequeños

Por Federico Karstulovich

La historia que alguna vez narró Poromboiu en clave de farsa (Bucarest 12:08) y que Ujica-Farocki contaron con forma de tragedia (Videogramas de una revolución) encuentra en el documental de Calugareanu el patrón de una fábula, un hermoso cuento moral, acaso no menos emocionante que los anteriores, acaso no menos artificioso.
La fábula nace entre cuatro paredes, ya no con la composición del núcleo insurgente que logrará derrocar al dictador Ceaucescu (me provoca gracia cuando leo que la gente llama presidente x a algunos dictadores, una amnesia selectiva), sino con una actividad clandestina mucho más peligrosa: abrir ventanas alternativas de aire occidental a través de la cortina de hierro gracias al tráfico de videocasettes con películas occidentales consideradas contaminación imperialista.

Es fábula, precisamente, porque cuenta  de manera escueta el cuento de una revolución posible y pacífica, una suerte de revolución cultural que supo horadar las cabezas que el régimen había sabido lavar durante un cuarto de siglo (1964-1989). Esa revolución inesperada, a su vez, no deja de tener un cierto rasgo de ingenuidad pero a la vez transmite la pasión de una de esas épicas queribles y minúsculas que no se ven a diario.

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Poco importa si lo que cuenta CNvsC es en efecto real o comprobable, sino el carácter verosímil y potente de la odisea que cuenta, que se extiende a lo largo de cuatro febriles años, los últimos cuatro de la dictadura del matrimonio Ceausescu. Esa pequeña odisea, a su vez, tiene a una heroína poco convencional encargada de un rol poco habitual para la épica: se trata de Irina Nistor, traductora y responsable omnipresente de los doblajes de las películas extranjeras permitidas en la Rumania dictatorial, es decir, ni mas ni menos que la voz del régimen metiéndose en la vida privada de los ciudadanos, incluso en las películas. Ese personaje gris (que tras la caída del régimen se convirtió en una reconocida crítica de cine local), más bien oscuro, que con su voz interpretaba a personajes masculinos y femeninos en las diversas películas que ingresaban y luego se comercializaban logró encontrar una contracara heroica en ese mismo oficio, pero de manera clandestina: la misma voz que supo ser la representación de la dominación y la censura (era una de las pocas personas que veía las películas completas y una de las pocas que podía ser testigo de los cambios ejercidos por los comités de censura, hecho que la película reconstruye como una documentación-ficción) se convirtió en la voz que doblaba clandestinamente las cintas de VHS que ingresaban de manera ilegal al país y que se traficaban para ser proyectadas en funciones privadas pero numerosas en casas particulares. En esas funciones de 10, 20 o más personas, alrededor de un televisor en muchos casos no mayor a las 14 pulgadas (en el mejor de los casos por 20) se producía el milagro secreto de acceder a un mundo desconocido (por momentos algo ridículo también, pero sin dudas liberador)

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El doble juego de esta protagonista involuntaria (una suerte de doble agente) es precisamente el que hace apasionante el cuento moral de CNvsC : es la historia borgeana del guerrero y la cautiva, de aquel que invierte los valores de origen al reconocerse en los otros. Pero con el aditamento que el cuento que se nos elige contar no es el de una revolución de corte social y anticapitalista (revoluciones que suelen tener mejor prensa que las que se oponen a dictaduras de otro corte político) sino una revolución contra una dictadura comunista en pos del ingreso al mundo capitalista, liberal y burgués. Esa inversión liberadora (que solo pueden entender quienes viven y/o hayan vivido bajo regímenes totalitarios) es, junto con su heroína ambivalente, uno de los tres hechos curiosos de la película. El tercero refiere al material que propugna la liberación: el cine de propaganda anticomunista estadounidense. Pero ojo: no porque haya sido un cine contrarrevolucionario que hubiera logrado habilitar un lado de cabeza que los ciudadanos rumanos desconocían y que los hiciera tomar conciencia de clase, sino, por el contrario, porque era un cine que era elocuente en su artificio. Y en los 80’s no había mayor artificio que las películas de acción dominadas por la tríada Schwarzenegger-Stalonne-Norris (a quien podríamos sumar a Van Damme): películas pro-occidente liberal-capitalista, sostenidas sobre una base de personajes de corte conservador y de valores ultranacionalistas que terminaban siendo, para el público rumano, la base de un potencial gesto contestatario. Por vías indirectas, si, pero contestatario al fin.

Si algo funciona hermosamente en el cuento moral que mencionamos es que todo esto sucede en silencio, sin que se produzcan grandes tomas de conciencia ni tampoco porque se produzcan notables abrazos esa cultura vulgar que también buscaba convencer por vía de la propaganda indirecta. Revoluciones silenciosas, héroes ambivalentes, disparadores vulgares, en suma el cuento que se narra es conmovedor porque estima que a veces el heroísmo y los actos heroicos (desplazar a un dictador lo es) están apoyados sobre un fina base de coincidencias, a las que con el tiempo queremos llamar leyenda. E imprimir esas coincidencias como si la leyenda fuera otra cosa. Porque a veces, con el tiempo, las leyendas se convierten en historia. Y esa historia merece ser contada.

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