Reino Unido, 2019, 86′
Dirigida por Will Becher & Richard Phelan
La angustia del cambio
A título personal tengo que decir que tengo una especial debilidad por las películas realizadas en claymation & stop motion (animaciones en plastilina cuadro por cuadro, para quienes no conozcan los términos), por lo tanto cualquier cosa, literalmente, cualquier cosa que se asemeje a esa técnica me supone convocado como si lanzaran la batiseñal. No obstante lo que le pasó a A Shaun the Sheep movie: Farmaggedon (de aquí en más la llamaremos Farmaggedon…y nunca, pero nunca el título espantoso que le puso Netflix en español, Granjagedón) es un verdadero misterio. Más que nada considerando que la película es de 2019, ya que tuvo un modesto estreno europeo a finales de ese año y una circulación en voz baja durante la pandemia. Al igual que con otros casos de películas realizadas entre principios y mediados de 2019 que tenían programados sus estrenos entre finales de 2019 e inicios de 2020, Farmaggedon entró en ese huracán de películas liberadas conocido como me-aburro-en-la-pandemia-y-no-tengo-nada-para-ver. Afortunadamente, gracias a la nominación para los Oscar 2021, volvió a circular. Y Netflix le dio un nuevo espacio en su grilla (recordemos que es la casa productora).
Ahora bien…da lo mismo cualquier película del estudio Aardman, el responsable de Pollitos en Fuga, Wallace y Groomit y de Shaun The Sheep? Evidentemente no. Por eso cuando aparecen películas de este estudio inglés se me vuelven a la cabeza las históricas tensiones entre los creadores del estudio PIxar y los responsables actuales de varias de sus películas. Esas tensiones entre lo que se fue en algún momento y lo que se es en el presente también existieron en DIsney, en el estudio Ghibli. Hablamos de la tensión entre los maestros y los herederos. Hablamos de la angustia de las influencias. En este orden de cosas el estudio Aardman no está exento de esa potencial tensión. Quizás por eso siempre que aparece una nueva película del estudio en cuestión nos retrotraemos a las seminales películas que mencioné (amén de las series y cortos televisivos, que son los que dieron la primera etapa de popularidad). La cuestión es que si estas preguntas vienen al caso es porque el estudio supo construir a lo largo de su historia una sostenida calidad ostentada en dos frentes: uno que siempre supo mirar al mundo de los niños (que no infantil) y otro que siempre supo interpelar a una cinefilia adulta. Esa clave no fue abandonada nunca. Y menos en Farmaggedon. Entonces, por qué sentimos que no funciona, si al final de cuentas el estudio ha sabido mantener a lo largo de sus películas una sostenida mirada autoral que incluso era capaz de atravesar a diferentes autores en su haber?
Quizás la clave esté ahī mismo, en su condición sostenida de identidad colectiva que el estudio le proporciona a las películas por encima de cualquier tentativa autoral que se desplace, que rompa con lo previsible (incluso a riesgo de meter la pata). En este punto la identidad autoral se siente en la película como un verdadero constreñimiento, como si en el fondo los materiales nunca pudieran dar el salto definitivo hacia una perspectiva de ruptura. Esto, naturalmente, no hace que estemos ante una película mala ni regular ni cualquier otro adjetivo fácil. De hecho Farmaggedon está plagada de ideas audiovisuales…no muy distintas a las que el duo Park & Lord supo llevar adelante de manera original hace casi dos décadas. Quizás sea entonces el momento de preguntarse por el canon y someterlo a revisión. No obstante eso no asegura nada: Pixar lo hizo y no resultó una mejora. En ese futuro posible quizás se vea en el espejo el estudio inglés, que sigue trayendo películas buenas, pero acaso demasiado parecido a si mismas. Y en la ausencia de cambio no hay vida.
