Toronto 2017 – Diario de festival (2)

Por Laura N Vitalli

La cobertura de una buena parte de la nutrida presencia de películas argentinas sirve de pretexto para el análisis de cierto estado de las cosas en el cine actual, desde la política de los festivales a las pequeñas tiranías que ejercen sus programadores, pasando por la justicia (o la falta de ella) en el valor de las entradas. Ni más ni menos que eso también puede ser la crítica de cine: un ejercicio que conecte a las películas con el mundo. Pasen y lean esta segunda entrega de la aventura canadiense.

La embajada argentina

Por Laura N. Vitali

El TIFF N° 42 ha sido uno poco menos amable y diverso que el de los últimos años. La no inclusión de una sala que rompía la hegemonía de la ubicación céntrica y la reducción de entre un 20% y un 25% de las películas se ha notado sobre todo en la poca cantidad de producciones pequeñas, más experimentales o de búsqueda, de filmes provenientes de países que, en relación al origen más usual de los filmes, pueden entenderse como exóticos. En ese contexto que preocupa, llama la atención la presencia argentina que, con diez representantes, debió incluso lidiar con algún tipo de restricción, ya que ello era visto como un exceso por parte de la organización. Según comentó una de las programadoras, había incluso más películas argentinas que hubieran sido seleccionadas pero no se pudo estirar más ese límite impuesto por el origen común.

La sólida selección suma no sólo por la valía individual de cada película, sino por la heterogeneidad del conjunto. Más allá de que, en alguna medida, y sobre todo en el exterior, no es inusual considerar a las películas de un mismo origen como si se tratara de producciones pertenecientes al mismo género, el TIFF desmiente esto con hechos. No sólo porque, como se dijo, las películas seleccionadas no pueden ser más distintas entre sí, sino porque el público local no sólo está compuesto por personas que quieren ver “algo argentino” sino que hay muchos que conocen la obra previa de los directores presentes en Toronto. Y eso se nota en las usualmente excelentes sesiones de preguntas y respuestas posteriores a la proyección de las obras. En lo que a este punto respecta, otro dato que denota algún tipo de descuido o restricción presupuestaria tiene que ver con el flojo nivel de los traductores durante los Q&A (tanto Santiago Mitre como Anahí Berneri debieron finamente hablar en inglés pese a que habían anunciado lo contrario por la horrible incorrección de las traducciones). Parte de esa heterogeneidad se demuestra con películas que ya tuvieron estreno comercial en nuestro país, como La cordillera​, de Santiago Mitre y Una especie de familia​, de Diego Lerman. Películas que fueron muy bien recibidas y sobre las que ya se ha discurrido en Perro Blanco​. Las volvimos a ver en Toronto y volvemos a encontrarnos entre sus defensores.

Lo que no podemos ignorar es lo mal que se ve y se escucha el cine en nuestro país. Hay falta de mantenimiento, incluso en las multipantallas más caras, esas que han logrado llevar los precios a un máximo que ronda o sobrepasa los 10 dólares. Este valor del ticket es inaudito en un país como el nuestro y excede incluso lo que se paga en muchas salas de América del Norte y Europa. Está claro que la apuesta de las multipantallas es a que el negocio les cierre con las salas semi-vacías y tickets caros; el curro de las promociones va por otro lado, que debería examinarse con más tiempo (eso, así como la obligación de ir al cine acompañado, por la tiranía del 2×1).

Alanis

Alanis​, de Anahí Berneri es una de esas películas potentes, que no dejan a nadie indiferente. La fuerza de la directora de Un año sin amor​, Encarnación​, Por tu culpa y Aire libre generó tensión e interés. Tensión por la manera de mostrar a una prostituta en la ciudad de Buenos Aires, que sobrevive como puede, marcada por el temor de que la justicia o los asistentes sociales la separen de su hijito. Aquí el componente extra-cinematográfico de que la protagonista sea Sofía Gala Castiglione y el niño su hijito en la vida real no intrigó tanto como el hecho de que en Argentina se tratara a la prostitución de la manera en la que se retrata la situación en nuestro país. En fin, eso que suele suceder en todas partes: engancharse más por la historia que por la película en sí. Pero Berneri es un animal de cine (y Sofía Gala ha demostrado que también puede serlo). Poderosa, descarnada y cariñosa al mismo tiempo, el hermoso final nos recuerda que las divisiones tajantes y las ideas indiscutibles no son algo que tengan que ver con la vida real (y generalmente tampoco con el buen cine).

El Futuro Que Viene

El futuro que viene de Constanza Novick es una entrañable película que, por si hacía falta, desmiente ese pretendido halo unificador que implicaría la “mirada femenina”. Frente al cruce con el registro documental y cierto descenso a los infiernos que propone Berneri, la hasta ahora guionista Novick, en su debut como directora, se centra en un aceitadísimo guión de hierro para retratar con humor y cariño el universo de la amistad femenina. Para eso se hace fuerte con un duo protagónico imbatible: Dolores Fonzi y Pilar Gamboa. Del colegio a la adultez, de ser hijas a ser madres, los encuentros y desencuentros de las dos amigas eluden los lugares comunes que sólo hacen foco en competencias y celos. Ellos están ahí, claro, pero también una conexión inexplicable que se relaciona con el enamoramiento (¿sismantic comedy?) y con la hermandad. Tanto cariño y conocimiento de causa hace pensar en algo de componente autobiográfico (habiendo presenciado el Q&A arriesgamos que Constanza estaría más reflejada en el personaje interpretado por Dolores Fonzi). Pero Novick es una muy buena guionista y en modo alguno pretendemos con lo recién dicho quitar valor a su trabajo. La película es muy, muy disfrutable.

Tigre

Y seguimos con las mujeres. Esta vez en compañía. Tigre​, de Silvina Schnicer y Ulises Porra Guardiola vuelve a ese lugar entre mítico y salvaje que es el Delta del Paraná. Son muchas las películas que eligen ese lugar que tiene algo de remanso pero mucho también de amenaza para construir narraciones en las que esa locación ya genera un clima y “cuenta” parte de la historia. Recordemos películas recientes: Todos tenemos un plan​, La león​, Voley, El limonero real​. El Tigre es un universo particular, con reglas propias (vivir en islas y moverse en lanchas de por sí implica un cambio radical); y ese es el lugar elegido por la dupla de directores para contar una historia que combina la reconciliación o despedida familiar, el cierre de un ciclo, con ciertas leyendas que rondan la zona. Más climática que redonda, las protagonistas femeninas (que incluyen a Marilú Marini y la siempre perfecta María Ucedo) se llevan la mejor parte.

Zama

Zama​, de Lucrecia Martel, también pasó por el TIFF. En la sección “Maestros”, como corresponde por razones de estricta justicia. Luego del paso por Venecia (fuera de competencia, demostrando la miopía de los programadores de los festivales más grandes) y casi contemporáneamente con la función en la recuperada Sala Lugones, las proyecciones en Toronto se llenaron de público ávido por ver la película de quien, con solo 4 largometrajes, tiene esa estatura indiscutida de “Maestro”. Las idas y vueltas, los 9 años de espera, la intención de El Mal (Cannes) de meterse en el corte final de la película, el menosprecio por parte de algún otro festival, sean enteramente ciertos o no, han contribuido para dotar de cierta estatura épica a la adaptación de la novela de Antonio di Benedetto. ¿Cómo contar sin traicionar su esencia una historia que se hace fuerte en imágenes y sonido antes que en la narración en boga, colonizada por la ética y la estética de las series? Zama de Lucrecia Martel pone menos el acento en la espera (que está, por supuesto) que en la duda, en la posibilidad y habilidad de adaptarse. El problema no es la espera en sí misma sino los contornos de una personalidad demasiado rígida, resistente al cambio. Y en la vida, parece decir la directora de La ciénaga​, La niña santa y La mujer sin cabeza​, lo único constante y cierto es el cambio, la mutación, la duda, la incertidumbre. Después de todo, ¿Cómo era la vida realmente en tiempos de la colonia? Lo que sabemos es fruto, en gran parte, del prejuicio o de la historia que han decidido contarnos. Martel también en esto se aparta de modas e imposiciones. La libertad poética de su mirada encuentra belleza en situaciones y lugares insospechados. Una de las grandes películas del año, sin dudas. Una película que habrá de quedar en la historia del cine como un clásico (no por la forma de narración, claro está, sino por cómo habrá de perdurar sin perder actualidad) ¡No se agoten! Sí, la lista parece interminable. Claro está que no todos los directores de películas argentinas son locales. Argentina participa en muchas películas realizadas en el Sub-continente, y allí están las coproducciones como Matar a Jesús​, de Laura Mora (Colombia) y Princesita de Marialy Rivas (Chile) para demostrarlo. Otro lugar destacado tuvo el corto de Mateo Bendesky (casi local en el TIFF), Nosotros solos​. En fin, que el Festival se ha achicado (eso nos preocupa), pero sigue siendo amplio y con muchas muy buenas películas para ver. En ese contexto, 2017 ha sido un gran año para el cine argentino.

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