Algo con una mujer

Por Carla Leonardi

Algo con una mujer 
Argentina, 2019, 89′
Dirigida por Luján Loioco & Mariano Turek
Con Manuel Vignau, Abel Ayala, María Soldi, Miriam Odorico, Oscar Lapiz, Daniel Lambertini, Mercedes Burgos

La adorable indiscreta

Por Carla Leonardi

La acción se sitúa en el año 1955, en un suburbio de provincia. La época remite a un momento de gran convulsión política, escenario de una escalada de violencia que culminará con el derrocamiento del gobierno de Perón por parte de las Fuerzas Armadas, apoyadas civilmente por el poder económico y la Iglesia. En este contexto, Rosa (María Soldi) es una joven esposa, de 33 años, que está casada con Paulino (Manuel Vignau) y aún no tiene hijos. Ella se dedica a las tareas del hogar, al cuidado de su esposo y anhela fervientemente quedar embarazada, luego de varios intentos infructuosos. Encerrada en las rejas de una vida doméstica aburrida y rutinaria, en la cual realiza también algunos trabajos de costura para las mujeres del vecindario, su escape es la ficción por partida doble: la lectura de novelas policiales por entregas y el cine policial, del cual se nos brinda la importante clave indicial (Rosa ha visto Dias de Odio (Leopoldo Torre Nilsson, 1954) adaptación del cuento policial Emma Zunz , de Jorge Luis Borges). 

La opera prima independiente de Luján Loioco & Mariano Turek (aunque la primera ya había hecho su debut solitario, en todo caso estamos ante la ópera prima conjunta) está basada en la obra teatral La Rosa del dramaturgo santafesino Julio César Beltzer y está ambientada en los años 50. Esto supone el desafío de trasponer el texto teatral al lenguaje cimematográfico, pero también la oportunidad de realizar una relectura del texto empleando elementos de la época actual. En cuanto a la transposición hay que señalar que si bien el guión, el uso de planos secuencias y el carácter escénico sostienen una impronta teatral; por otro lado, las elipsis temporales, el montaje y el movimiento de cámara logran el contrapeso necesario que equilibra la película, eludiendo la fijeza estática que la reduciría a la filmación de una obra teatral. 

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Por el lado, la película logra con acierto hacer del título el nudo dramático para una lectura en clave contemporánea. La película no sólo sitúa a una mujer como protagonista sino que se hace eco del nombre de ella. Rosa es construida, en este sentido, como un personaje ambiguo. Ahí radica su mayor interés. La rosa, ha sido histórica y culturalmente un símbolo polivalente de la pasión. Si nos ceñimos a ciertos lugares comunes, esa flor puede ser muy bonita, pero también encarnar un misterio. Puede ser elegante pero también tiene espinas. La maniobra para encontrar una anclaje en el tiempo presente está lograda por los directores en la decisión de tomar los elementos del policial que estaban en el texto teatral y traducirlos a la variedad del domestic noir, donde lo oscuro de la moral del policial negro se vive dentro del propio hogar. Pero en la película, al mismo tiempo, estos elementos son amalgamarlos con características del melodrama.  

En Algo con una mujer Rosa encarna a la clásica mujer de la época, devota católica y anclada en su rol de esposa. Toda su atención y disposición libidinal se dirigen hacia Paulino, de quien espera una mirada deseante, esmerándose en su coquetería femenina y en las cenas románticas. Pero casi siempre se ve desilusionada, pues Paulino está abocado a su militancia en el peronismo, quedando ella, desde la perspectiva de su marido, relegada a un segundo lugar. Debiendo pasar varios días fuera del hogar por sus actividades políticas clandestinas o, cuando no, dedicado a la banda de amigos, Paulino va mortificando y apagando de esta manera cualquier tentativa de deseo en su matrimonio con Rosa.

La casualidad y la curiosidad hacen de Rosa la testigo indiscreta de un asesinato, momento que implica un viraje en su vida, pues comienza a ponerse en juego algo de su propio deseo. Ella ve a través de la ventana que el asesinado es un codicioso prestamista (de quien obtiene información relevante a través del los chismes de su vecina y amiga Mecha) y también que el asesino es Vargas (Abel Ayala), su vecino del fondo del PH. Que sepamos claramente quién es el asesino indica que los directores no pretenden dirigirnos al enigma o intriga policial convencional sostenido en el whodunit, sino que privilegian como trama aquello oscuro que habita en el seno familiar y en torno a lo cual sostienen el clima de suspenso narrativo.   

Como es habitual tras un asesinato, la policía comienza a hacer sus interrogatorios en el vecindario. En este punto es interesante que los directores se sirvan de la intromisión de lo policial como elemento secundario, empleado a los fines de visibilizar la disparidad de poder en juego en la relación conyugal, que no está en juego solamente en la evidente distribución de roles entre la esfera pública y la privada. Efectivamente, tras conocerse el crimen, Paulino  le ordena a Rosa discreción en su curiosidad. La tratará de fantasiosa y luego le impone callar aquello que observó. La mesura que le ordena -y que aparece bajo pretexto de protegerla en tiempos de tanta agitación y peligro y de de no querer rondando a la policía debido a su militancia política por parte de Paulino- se revela así un signo de su dominación y posesión patriarcal. Al sostenerla como esposa dependiente e incapaz de autonomía, Paulino puede estar tranquilo y seguro en cuanto a no ver menoscaba su virilidad ante el deseo femenino. 

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Por otra parte, las miradas fijas de Vargas hacia Rosa -que se recortan en dos momentos clave recortado en la ventana- parecen dar cuenta que él sabe que ella sabe. Vargas aparece desde entonces para Rosa como un personaje intimidante, pero a la vez atractivo, pues fue él el motor que encendió su curiosidad y la indiscreción de su mirada. 

La película entonces hace de la afición de Rosa por la intriga policial la mecha que la despierta de su vida apagada y aplastada y sigue el arco de transformación de la protagonista desde la esposa devota hasta su advenimiento como mujer, sosteniendo y tramando ella misma una intriga. Rosa es un personaje que da cuenta de un saber hacer con lo femenino. Lejos del lugar de minusvalía y ceguera en el cual la  sitúa Paulino (y el vecindario en general), ella sabe hacer de su lugar de falta y de insignificancia -a la que es sometida- la potencia que la empodera, aún a riesgo de la tragedia sentimental. 

Los directores sostienen una lectura feminista del texto teatral con lucidez, algo que les permite evitar toda clase de bajada de linea explícita. Como decíamos al comienzo, la película reposa sobre la ambiguedad de la protagonista. ¿Es tan frágil, sumisa e ingenua, como se nos la presenta durante la primera parte de la película o es capaz de esconder algún misterio? Algo con una mujer reposa sobre esa ambigüedad. Y encuentra en ese resquicio la mejor manera de narrar una historia que obliga a observar dos veces, como en todo policial: nunca se cuenta una sola cosa.

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