Alicia y el alcalde

Por Aníbal Perotti

Alice et le maire
Francia, 2019, 104′
Dirigida por Nicolas Pariser
Con Fabrice Luchini, Anaïs Demoustier, Nora Hamzawi, Léonie Simaga, Antoine Reinartz, Maud Wyler, Alexandre Steiger, Pascal Rénéric, Thomas Rortais, Thomas Chabrol

Gente trabajando

La visión de algunas películas un par de años más tarde de su filmación produce un fenómeno curioso. Algunas críticas sociales inteligentes filmadas antes de la “pandemia” pierden fuerza y se vuelven amargas al compararlas con la realidad global que comenzamos a vivir poco tiempo después, siguiendo como autómatas una serie de medidas despóticas que se presentan como condición excluyente para poder vivir en sociedad. Es la sensación que genera el estreno tardío de la última película de Nicolas Pariser: una ficción precisa y apasionante, ambientada en los espacios de poder de una gran ciudad, que se concentra en la acción de los órganos de gobierno de un partido importante. Alice et le maire se empeña en hablar de política con un discurso que parece de otro siglo y una mirada claramente nostálgica, aunque tal vez involuntaria, sobre la época en que el partido socialista francés no era un fantasma. 

Paul Theraneau, alcalde de Lyon, es un hábil político que siente el peso de demasiados años en el poder y contrata a una joven profesora universitaria de filosofía para que lo ayude a tener nuevas ideas. El protagonista intuye que la forma de hacer política que encarna con profesionalismo ha quedado obsoleta. Después de treinta años de carrera, se siente desmotivado y supone que la contratación de Alice va a regenerar su capacidad de pensar. La película combina de forma dinámica y creíble situaciones públicas, rivalidades internas y conflictos culturales. Alice et le maire posee la particularidad de mostrar gente trabajando alejada de la habitual representación del sufrimiento. El director se infiltra en el decoro político utilizando la mirada inocente de la joven Alice, que descubre los usos y costumbres del gobierno municipal de Lyon: una jungla de verborrea densa que encuentra su momento cumbre en una memorable reunión del consejo municipal. El flujo de palabras políticas o técnicas, discursos y demás intercambios generan una energía paradójica frente a un alcalde desconcertado, casi paralizado, que duda y se obliga a trabajar.

A pesar de los perfiles claramente definidos, Nicolas Pariser posee la inteligencia para evitar cuidadosamente cualquier forma de caricatura para sus personajes. La sobriedad y la ambigüedad de las interpretaciones permite navegar con placer en el entrelazamiento de los grandes temas de la superficie, mientras se crea sutilmente una comunión más profunda entre Paul y Alice. Anaïs Demoustier confirma que es una delicia de actriz y Fabrice Luchini se abstiene de demostrar su virtuosismo: su actuación a media voz posee delicadeza, precisión y muchos matices. En el transcurso de la historia, los protagonistas abandonan sus máscaras para revelar rostros más íntimos, fruto de una nutrida relación intelectual. La película encuentra así una forma narrativa singular partiendo del polémico contrato inicial que en realidad confirma una admisión asombrosa de impotencia política: la triste imagen de la crisis democrática que caracteriza a Francia y a casi todo el mundo.

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