Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindelwald

Por Rodrigo Martín Seijas

Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindelwald (Fantastic Beasts: The Crimes of Grindelwald)
Reino Unido-Estados Unidos, 2018, 134′
Dirigida por David Yates.
Con Eddie Redmayne, Jude Law, Johnny Depp, Katherine Waterston, Dan Fogler, Zoe Kravitz, Alison Sudol, Ezra Miller, Callum Turner, Claudia Kim, William Nadylam, Poppy Corby-Tuech, Kevin Guthrie, Brontis Jodorowsky y Victoria Yeates.

Un mundo más pequeño

Por Rodrigo Martín Seijas

Se suponía que la saga de Animales fantásticos había nacido para expandir el universo mágico creado por J.K. Rowling y que en su momento había cobijado la historia de Harry Potter. Y lo cierto es que la primera entrega que fue Animales fantásticos y dónde encontrarlos cumplía con ese propósito, porque explotaba todo el potencial de ese mundo, que es en verdad dos mundos: el habitado por los magos y el de los muggles, los humanos comunes y corrientes. Ese film presentaba una interacción productiva, de constante retroalimentación, donde la clave del mecanismo no era tanto el Newt Scamander interpretado por el afectado Eddie Redmayne, sino el del Jacob Kowalski encarnado por el estupendo Dan Fogler, un muggle que de repente se zambullía en una realidad paralela, hallando de paso el amor. Lo que se imponía allí –aún con los desniveles narrativos- era la fantasía y la aventura, de la mano del descubrimiento.

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Casi lo contrario sucede con Animales fantásticos: los crímenes de Grindelwald, lo cual no deja de ser paradójico, porque estamos ante una película que quiere construir su ensamblaje narrativo básicamente a partir de una sucesión de enigmas, misterios y revelaciones respecto a identidades, amistades pasadas y traumas familiares. En el medio, hay un corrimiento en el tono que es prácticamente genérico: la aventura es mayormente dejada de lado (con excepción de contadas secuencias) y lo que adquiere mayor peso es el drama personal, familiar y romántico. Todo se vuelve más sombrío y oscuro, con la figura del villano Grindelwald como disparador de los conflictos, aunque también la figura del joven Dumbledore comienza a jugar su rol como referente del bando de los buenos. Y es ahí donde la película empieza a tropezar, porque su vuelco hacia lo dramático no es malo en sí mismo, sino el hecho de que no puede asimilarlo al relato más que de una forma administrativamente referencial: la presencia de Dumbledore es el puente principal que se tiende hacia los tiempos de Potter, pero también las de Leta Lestrange, Nagini, la joven Profesora McGonagall o Nicolas Flammel, y esa acumulación de personajes que solo funcionan como guiños al futuro le quita autonomía y vida propia a esa década del veinte que en el primer film era un poderoso escenario.

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En Animales fantásticos: los crímenes de Grindelwald se cuentan un montón de cosas y hay un desfile casi enciclopédico de personajes, pero el guión de Rowling no les permite que tengan un peso propio, una dosis pertinente de humanidad que lleve a que el film pueda sostenerse por sí mismo. Casi todo está en función de lo que viene y de varias vueltas de tuerca sobre-explicadas en la última media hora, aunque para llegar a esos minutos finales hay que atravesar una hora y media estirada, que gira sobre sí misma y le cuesta soltarse. Por eso solo hay chispazos momentáneos que generan empatía: por ejemplo, la secuencia donde Newt y Tina Goldstein amagan tímidamente con decirse lo que sienten por el otro, por poner en palabras las sensaciones que los atraviesan, aunque luego sean interrumpidos por la propia franquicia que integran. Y esta necesidad de acomodar todas las piezas para mostrarle al espectador el rompecabezas armado, lleva a un pecado casi mortal, que es la manipulación, lo cual se ve particularmente con el antagonista que es Grindelwald: por un lado se lo quiere retratar como un sujeto con gestos ambiguos que contribuyen a hacerlo atractivo, pero por otro se lo quiere mostrar como un villano despiadado, plano en sus intenciones y al que se debe enfrentar sí o sí. Se busca una cierta complejidad en sus acciones, pero por ahora no se pasa del intento.

Crimes Of Grindelwald

Todo es un “por ahora” en Animales fantásticos: los crímenes de Grindelwald, lo cual lleva a que sea definitivamente una película que solo puede confiar en sus componentes técnicos: una dirección de arte deslumbrante; un despliegue de criaturas que habilitan lo lúdico e imaginativo (y a los pocos momentos de humor); y un reparto que parece hecho a medida, donde Johnny Depp y Jude Law se lucen casi sin esfuerzo, y hasta Redmayne encuentra el tono apropiado para su personaje. Pero no hay mucho más que eso, porque la puesta en escena de David Yates (un realizador carente de personalidad) jamás puede aportar el dinamismo requerido. En Los crímenes de Grindelwaldvuelve a suceder lo mismo que en otras secuelas como Harry Potter y las reliquias de la muerte: Parte 1y Los Juegos del Hambre: Sinsajo Parte 1: son capítulos que podrían pasarse fácilmente de largo, de pura transición. Y para peor, el futuro del mundo que quiere delinear se adivina como más pequeño y bastante menos apasionante que al comienzo.

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