Bafici 2018 – Diario de festival (3)

Por Ignacio Balbuena

Chillaxing

Por Ignacio Balbuena

Cada vez que empieza un nuevo BAFICI, siento que estoy un poco a contramano de todo el mundo. Mientras todos (periodistas y público en general) hablan de maratones interminables de películas, falta de sueño, mala alimentación y todas esas cosas, yo siempre encaro cada nueva versión de este festival de la misma forma: como puedo, y de la forma más relajada posible. Chillaxing, como diría McLovin en Superbad. Hubo ediciones del festival que deje pasar casi enteras, ante la rabia de no poder conseguir entradas anticipadas para las películas que más interés me generaban, o simplemente me limitaba a ver una o dos películas y nada más. Ahora es diferente, claro, este es el primer BAFICI para el que estoy acreditado, pero aún así, no entro en ese fervoroso estado de desesperación por ver todas las películas posibles. Prefiero ir a lo seguro, o por lo menos, a los ejes que suelen interesarme: películas de género, documentales de música, re-estrenos. Pensé incluso que iba a terminar aprovechando más la plataforma de streaming que el festival en sí mismo, pero supongo que eso sería despojarlo por completo de la mística. La gracia es ir al cine. Para ver algo online, me bajo un torrent o veo Netflix.

El viernes pasado amagué con ir a ver Las Vegas, pero finalmente la dejé pasar. Lo mismo el fin de semana, no pasé en absoluto por el las salas. Entre un cumpleaños el sábado a la noche y horas intensivas de videojuegos el mismo sábado (pero después del cumpleaños) y el domingo no hubo tiempo. Así es como mientras varios colegas ya tenían puntajes para más de diez películas arrancando el lunes, yo todavía no había visto nada. Estoy más o menos decidido, no obstante, a ver una película por día hasta el fin del festival. Es lo que mi trabajo de tiempo completo, que me ocupa desde las 10 am hasta las 19 hs, me permite. Nada de funciones dobles, una película a eso de las 20 hs cada día, y con eso estaremos bien. El fin de semana en todo caso vemos.

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Mi primera película del BAFICI entonces, fue un documental, en la sala 1 del Arte Multiplex Belgrano. Boom For Real: The Late Teenage Years of Jean-Michel Basquiat, es una película bastante convencional. Combina entrevistas con material de archivo para poner en contexto una época y realmente no hace mucho más que eso. Pero la abundancia de archivo (se ve que a finales de los ‘70s en el lower east side de NY todos tenían una cámara a mano), con un Basquiat siempre silencioso y enigmático, complementa muy bien los testimonios de los que lo sobrevivieron. El rapero Fab Five Freddy, el grafitero Lee Quiñones, Jim Jarmusch, y varias amigos y contemporáneos de Basquiat aportan sus testimonios, que Sara Driver, la directora, ilustra con fotografías de la época, filmaciones, reproducciones de fanzines, imágenes de la obra de Basquiat. Soy bastante fan de esa época de NY, que funcionó en esa época como un semillero de artistas y estilos de lo más diversos, así que eso bastó para despertar mi interés. Antros como el CBGB y el Mudd Club vieron pasar a bandas como los Ramones, Blondie, Talking Heads, The B-52’s, James Chance and The Contortions, y hasta la propia banda de Basquiat, Gray. Nació el hip-hop, mezclando la cultura de MC’s como Afrika Bambaataa con el graffiti y el breakdance. Los músicos de la no-wave mezclaban experimentación arty con noise rock, películas en super 8 y música disco mutante. Y por supuesto, el punk. Todas tradiciones que la generación hipster de los 2000s recuperaría de alguna forma, y que la película de Sara Driver se ocupa de retratar, al menos tangencialmente, en su recorrido por la obra del joven Jean-Michel (el documental termina en el momento que Basquiat vende su primera pintura). No es una película esencial, pero los interesados en la cultura neoyorkina de finales de los ‘70 definitivamente deberían echarle una mirada.

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El segundo día estaba entre tres películas. Una posibilidad era Female Trouble, de John Waters. Otra, Matangi / Maya / M.I.A, el documental sobre la cantante londinense de origen tamil. Las dos valían bastante la pena, y ver otro documental ya me encaminaría más o menos en un recorrido temático, que podía continuar con alguno de los varios documentales sobre música que quedan (Lee Ranaldo, The Slits, riot grrrl gallego, Chilly Gonzales), pero finalmente me decidí por una tercera opción, la película de Johann Lurf. Esta película, que se llama Star, pero se debería pronunciar “la película formalmente conocida como el símbolo de una estrella” como cuando Prince se cambió el nombre a un símbolo, se presentó como la mejor alternativa para un segundo día de festival. La de Waters la puedo bajar en cualquier momento, y el documental de M.I.A. tal vez eventualmente también, o incluso puede llegar a terminar en la videoteca online del festival. Pero una película que consiste en 99 minutos de found footage de planos de cielos estrellados, sin personas ni objetos, era la película indicada para ver en el cine. Definitivamente no es una película para ver en casa, un experimento de ese estilo pedía una pantalla grande y la atención completa de la sala de cine. Un documental de M.I.A. sigue funcionando como tal si lo veo en la tranquilidad de mi hogar, pero este experimento extraño y sensorial demandaba un cine, y allí fuimos. La película en cuestión, , tiene algo de entrañable, casi tierno y naif en su planteo. La sucesión de planos con cielos estrellados es cronológica, y así, empezamos en silencio y con el claro artificio del cine mudo. Conforme avanza el recorrido va cambiando la representación que hace el cine del cosmos, tanto en lo sonoro y en lo visual, y resulta extrañamente atrapante. Además de experimento sensorial, es una suerte de recorrido histórico por el cine, y la pantalla grande definitivamente fue esencial para la experiencia.

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Por supuesto, aquí es cuando debo confesar que a veces la película no lograba captar por completo mi atención. Los planos cambiaban casi sin cesar, en gran cantidad y con mínima variación, y mientras, mi cabeza se deshacía en divagues. Me acordé de experimentos parecidos, como ese en donde alguien editó en forma cronológica todas las escenas de Seinfeld de casas y edificios sin gente, dándole un nuevo sentido a eso de que es una serie sobre nada. También me acordé del Tumblr Power Lines in Anime, que justamente, extrae escenas de cableado en las calles de diferentes animés . Hay algo fascinante en buscar algo en particular dentro de un gran corpus de textos, cosas que se repitan con mínima variación, y ponerlas todas juntas, para que el efecto ad nauseam produzca sentidos nuevos, o nos permita ver más claramente los cambios en modelos de representación. Obviamente estamos ante el caso de películas de las que es más interesante lo que se dice o piensa de ellas que la película en sí, y así es como me encontré cabeceando varias veces en ★, vencido por el sueño y el cansancio del día. Pero de alguna manera eso me sumergía más en la película. Cada vez que la película lograba capturar mi atención nuevamente -tampoco es que me dormí por completo-, volvía al fluir constante de estrellas que en la pantalla del cine, parecía en efecto un cielo nocturno que cubría a los asistentes. Cada tanto el staccato de los jump cuts y las interrupciones en el audio original (idiomas varios, música, diálogo que a veces resonaba de forma adecuada o a veces decía cualquier cosa) le daban a la cosa un ritmo particular, pero en general, era un fluir sensorial constante y atrapante. Al terminar, los créditos mostraron el listado completo de películas al son de un par de temas de Wendy Carlos. Había algo de quirky en este experimento que la alejaba de cierto academicismo que pueden llegar a tener estas películas más bien conceptuales, lo cual lo hizo más ameno. Y me olvidé de mencionar que el director, Johann Lurf, estaba presente! Presentó la película y contestó algunas preguntas en un simpático Q&A. El BAFICI tiene esas cosas también, en paralelo a las grandes figuras como John Waters, muchas películas menores también tienen allí a su director presente para hablar de ellas, y es doblemente grato cuando no se lo espera.

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