Bafici 2019 – Diario de festival (4)

Por Marcos Rodríguez

Homenajes equivocados

Por Marcos Rodriguez

De entrada la selección de títulos para el día me tenía un poco complicado. Pero bueno, se sabe que en un festival de cine uno no ve tanto lo que quiere como lo que puede. Y a veces no en la mejor combinación. Al aire enrarecido de un festival se sumaba una nueva capa de enrarecimiento: estaba a punto de ver dos (no una, sino dos) películas sobre películas (o sobre directores y críticos, que es más o menos lo mismo). Confieso que las películas sobre películas (incluso si una estaba enmarcada dentro de la sección Derechos Humanos) me predisponen de entrada un poco mal. O, para ser más preciso: escribo sobre películas así que el tema me interesa en primera instancia, y me lleva a querer ver estos artefactos, pero la mayor parte de las veces encuentro cosas más complacidas con su propia fascinación que preocupadas por hacer cine (con la excusa, claro, de que el cine ya lo hicieron los retratados y eso nos exime de cualquier responsabilidad). Y la cosa así no va. Con mis dudas (y con lluvia inminente) me dispuse a ver Il dono yWhat She Said: the art of Pauline Kael. Tarko y la Kael.

What She Said The Art Of Pauline Kael Perro Blanco

¿Es válida la intención didáctica en cine? En principio, tanto como cualquier otra. En manos de un genio como Rossellini puede producir varios de las mejores cosas que ha dado el cine (y la televisión), como la serie de biografías de personajes ilustres que dirigió en los últimos años de su vida. Pero los genios son pocos e incluso en una época en la que elegimos creer que todo está disponible a nuestros caprichos, el genio (vale decir: el cine) sigue siendo exasperantemente escaso.

Tanto Il dono como What She Saidtienen una cierta intención didáctica (como al parecer comparten casi la totalidad de los documentales): en un caso para contar un episodio no demasiado conocido de la vida de Andrei Tarkovsky en Il donoy, en el otro, contar (¿rescatar?) la historia de Pauline Kael, figura icónica de la crítica de cine. WSSes mucho más convencional que Il donoen su estructura y en su puesta en escena (entrevistas, entrevistas de archivo, fragmentos de películas diversas que vienen a ilustrar o “reaccionar” frente a las palabras que se dicen en off) y, sin embargo, es mucho más lograda. En parte, supongo, porque tenía mejor material para contar; no porque Kael sea más interesante que Tarkovsky, sino simplemente porque uno buscaba contar toda una vida (con la sucesión y concentración de episodios que eso supone) mientras que la otra se dedica a hurgar un periodo de tiempo mucho más limitado y en el que, al parecer, pasó poco y lo poco que pasó, pasó al principio y no mucho más.

El problema de Il dono, tal como era de prever, es que busca ser tarkovskiana y te la regalo. A falta de talento o inventiva visual, tenemos música sacra de Bach como fondo continuo y planos largos en movimiento que van desde recorridos un tanto inestables por espacios cerrados hasta el despliegue de dronesen cualquier espacio imaginable. Eso, supone uno, debería generar un efecto de espiritualidad, pero lo que genera en realidad es la sensación un tanto incómoda de que el señor estaría muy fascinado por la figura de Tarkovsky y por el hecho de haber descubierto que Tarko vivió algunos años en un pueblito cerca de donde creció él (tal como aclaró en la presentación de la película), pero en realidad no había demasiado para contar ahí. Hay, por supuesto, algunos buenos momentos: descripciones de la persecución de la KGB, recuerdos de cómo a Andrei le gustaba desmalezar el jardín él mismo, fragmentos de una conferencia de Tarkovsky en la que habla sobre la verdad y los campesinos, hasta la sospecha tirada al pasar de que los campesinos trataban bien al ruso porque pensaban que su presencia en el pueblo podía resultar útil para su economía. No mucho más. El problema tampoco es que no hubiera material para contar: en cine importa más cómo se mira que lo que hay para mirar. Y ahí es donde se ponen en evidencia las limitaciones de esta película.

Andrei Tarkovsky

Pequeño detalle antes de dejar atrás Il dono. Hacia el principio de todo esto, una vez que se establece a través de entrevistas a cámara que Tarkovsky tuvo que quedarse en Italia después de filmar Nostalgiaporque prácticamente le dijeron que si volvía a Rusia no iba a volver a salir, de pronto aparece la voz en offdel director del documental, que habla del pueblito de San Gregorio, cerca de Tívoli, donde él creció. Cuenta que él conocía al cura de San Gregorio, que después se mudó a Tívoli (de donde era él) y que venía a comer a la casa de su familia (todo tan italiano) y cuenta que la madre los obligaba a ir a saludar al cura y cuenta que a medida que fue creciendo cada vez le rompía más las bolas salir a saludar al cura pero que igual tenían buena onda y cuenta finalmente que cuando supo toda esta historia de que Tarkovsky vivió un tiempo en San Gregorio fue y le preguntó al cura del pueblo si lo había conocido o sabía algo de todo esto y el cura le dijo que no, que no sabía nada.

Fin de la anécdota.

Con Kael, en cambio, tenemos ingenio, humor y sobre todo pasión. Pasión e ingenio y mucho material de archivo y bastantes entrevistas a gente que sí tiene algo que contar sobre la retratada. Todo es más bien chato y el criterio casi azaroso con el que se ponen películas en pantalla para llenar imagen mientras lo que importan son las palabras no terminan de minar nuestro interés porque el ritmo (tan estadounidense, tan Kael) lo sostiene todo. No hay tantas anécdotas, no hay tantos hechos inesperados sacados a la luz (excepto, tal vez, que el séquito de seguidores de Kael solía recibir el nombre de paulettesy el momento hermoso en el que Jerry Lewis dice que Kael nunca escribió una palabra a favor de él pero que era la única crítica importante) pero están las palabras. Fundamentalmente, las palabras de Kael. Y, por sobre todo, el material de archivo que nos permite ver y escuchar a la propia Kael en entrevistas de televisión y programas de radio. Eso es, creo, una experiencia nueva incluso para quienes son seguidores/admiradores de Kael y es el verdadero corazón de esta película, aquello que no podríamos encontrar sin ella. Lo que la justifica.

Pero si What She Saidno llega nunca ser una gran película (tampoco pretendemos tanto) es porque la pasión que hay en esta película está en las palabras de Kael, pero no en la película en sí. Kael podría escribir mejor o peor (escribía bien), podría tener razón o no en sus opiniones (muchas veces no la tenía) pero lo que importaba era su actitud, su amor por las películas, que la llevaba muchas veces a ser injusta, “subjetiva” tal como la descalifican más de una vez en la propia película. What She Said no es nada de eso: respeta a Kael, ama sus palabras, pero no se lanza a la polémica, no le pone tripas, no discute como discutía ella sino que su esfuerzo parece apuntado a erigir el busto de quien considera un prócer. Un prócer guarango y mujer, pero siempre justificado desde la narración de la propia película (sí, era jodida, pero era una mujer en un mundo de hombres; sí, era destructiva pero todos la atacaban). No hay un verdadero posicionamiento ideológico en la defensa de Kael (tal como ella exige de la postura de la crítica) sino apenas fantasías de: “Ah, cómo sería si Kael estuviera viva en la época de las redes sociales”.

Kael sigue siendo polémica, pero What She Saidse dedica a retratar un tiempo ya ido, una violencia verbal que nunca cuestiona, nunca pone en verdadera perspectiva y nunca asume. Kael merecía una película astuta y pendenciera, y en cambio tuvo un documental que cierra con la frase: “Ella creía que necesitaba las películas, pero eran las películas las que la necesitaban a ella”.

Fin del texto.

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