Bafici 2022 – Diario de festival : 25 segundos, Myanmar Diaries, Terror Familiar

Por Gabriel Santiago Suede

Mi entrada al Bafici 2022 quiso ser un poco más azarosa y menos calculada. Pero terminó girando en torno a cosas con mas puntos de contacto de lo que había pensado inicialmente. Entre las cuatro películas que vi aparecen varias cuestiones cruzadas: el registro documental, la violencia pùblica y privada, la tragedia (también pùblica y privada), el duelo ante la muerte, el recuerdo y la perplejidad ante ciertos hechos.

25 segundos reconstruye, desde la perspectiva de una hija, una historia familiar en la que los videos íntimos, los registros de un matrimonio y sus hijos (uno de ellos es la directora). Pero no se trata de una home movie desordenada, sino de una en la que la imagen, en alguna medida, funciona como un velo de aquello que verdaderamente devela, que es la palabra escrita, que aquí funciona como una nota al pie en donde la directora se permite complementar, contrariar, disentir o reafirmar lo que la imagen muestra. Desde esa perspectiva lo que exhibe el documental es un artefacto que inicialmente puede resultar caótico, antojadizo en su ordenamiento. Pero que gracias a la palabra escrita, que es una suerte de voz over personal y en silencio, signada por el pudor, revela un valor narrativo en los detalles, que es esa clase de información que nunca lograríamos decodificar en un video casero. En este sentido, de una forma simple, la película reformula la mirada automatizada frente a ciertos materiales. Y nos obliga a observar que, incluso detrás de la recuperación del material mas banal siempre hay una clave para un misterio familiar. En este caso, los indicios nos llevan a la tragedia final, que también opera silenciosamente. El último plano es de las cosas más tristes que vayamos a haber visto en el festival.

Myanmar Diaries tiene esa inmediatez que a muchos nos gusyta definir como “urgente” y que se aplica sin mayor ambiguedad a los casos de un cine político que debe señalar, evidenciar, denunciar los abusos de poder de parte de organizaciones o de estados contra las personas. En este caso la película es un recorrido colectivo y anónimo pero sin dudas contundente sobre el estado de cosas en Myanmar luego del golpe de estado sucedido a inicios de 2021. En ese contexto nada de lo que se nos narra nos resulta muy lejano ni desconocido a quienes hemos sufrido dictaduras (ya fuera en carne propia, experimentando los hechos sobre nuestro cuerpo como quienes la padecieron a partir de lo que les fue narrado por generaciones anteriores). El caso de Myanmar, sin embargo, nos resuena a las persecuciones en la Cuba de las revueltas contra la dictadura en 2021. O a las marchas contra Maduro en Venezuela en los últimos años. O en las persecuciones políticas a disidentes en Nicaragua. En buena medida, entonces, nada de lo que se nos cuenta a través de videos de manifestaciones nos resulta ajeno. Por eso el extrañamiento llega cuando la película opta por encontrar el correlato entre esa desesperación de la vida pública con el padecimiento privado, dando asi la voz a distintas personas que registran -con mayor o menor suerte e ideas audiovisuales- ese calvario que es vivir bajo el imperio del totalitarismo. En ese cambio de registro, no obstante, la película pierde algo de la potencia que si tienen los videos callejeros. Esto se debe a que la misma urgencia del registro economiza los recursos y le provee a los hechos una contundencia que no necesita ser remarcada. De ahí que los recursos “poéticos” caigan en una banalidad un poco oxidada (alegorías simplonas, metáforas un poco groseras). Invariablemente, como todo registro urgente, su potencia radica en esa capacidad de observar y hacer circular el horror. La pregunta que nos hacemos es si con la observación basta.

Con Terror Familiar el espanto se traslada a la vida privada, pero también tiene un correlato con la vida pública, ya que incorpora la historia de Alberto Luis Galateo, un futbolista excepcional y destacado en los distintos equipos en los que participó entre la década del 30 y del 40, quien, en el fuero íntimo se comportaba como una bestia irrefrenable de violencia, ejercida contra casi todo el abanico familiar que lo rodeaba y le temía. Pero la historia de Galateo no es la del amarillismo ni la del tabloide en la que se busca encontrar el dato oscuro de la celebridad pública. Siendo su nieto el responsable de llevar adelante el documental -que funciona también casi como un exorcismo fílmico familiar-, casi nada de lo que nos propone la película responde a la previsibilidad. Esto se debe a que su director elige trabajar con una multiplicidad de registros (material de archivo, entrevistas a familiares, reconstrucciones ficcionales…y entrevistas ficcionadas), que es precisamente lo que le permite construir un monstruo de varias cabezas, acorde a ese otro monstruo, el del abuelo, al que se intenta exorcizar y sacar del sistema familiar para siempre. En este recorrido de cosas es que nos encontramos con decisiones que pueden funcionar muy bien -como los inserts barriales tomados con drones, que nos remiten al silencio de los habitantes de la cuadra frente a los ruidos, los gritos y el espanto que suponía un golpeador todoterreno abusando de su familia-, otras decisiones que oscilan entre ser logros narrativos y marcar alguna redundancia -como las reconstrucciones con actores- y otras decisiones que son extraordinarias -como los testimonios falseados, puestos en cuerpo y boca de actores, algo que produce un escalofrío porque invoca al fantasma del silencio familiar y lo hace hablar-. Ya sea cual fuere la suerte de las decisiones, la película supone un ingreso no tradicional a un tema bastardeado por el uso político (el amarillsmo de explotar el componente de la violencia contra mujeres, desestimando otras formas de violencia doméstica), ante el cual pone blanco sobre negro la inconsistencia social de naturalizar el ejercicio de la violencia…para luego sorprenderse.

En breve algunas líneas más. Pero la urgencia de los diarios baficianos llama, por eso esta nota sale del horno como pan caliente.

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