Black Widow

Por Ludmila Ferreri

EE.UU., 2021, 132′
Dirigida por Cate Shortland
Con Scarlett Johansson, Florence Pugh, Rachel Weisz, David Harbour, William Hurt, Ray Winstone, O.T. Fagbenle, Michelle Lee, Olivier Richters, Nanna Blondell, Joakim Skarli, Obie Matthew, Paul O’Kelly, Ty Hurley, John Wolfe, Andrew Byron, Simona Brown-Zivkovska, Rob Horrocks, Dale Liner, Liran Nathan, Roman Green, Daniel Joseph Woolf, Stephen Samson, Shaina West, Adam Prickett, Wong Charlie, Edward L. Oliver, Luigi Boccanfuso, Omar Alboukharey, Oliver Simms, Ahmed Bakare

The Americans

Una película de espías. Una película sobre familias disfuncionales. Una película sobre la trata de personas. Una película sobre el deshielo de la URSS. Una película sobre la imposibilidad de los superhéroes. Una película sobre las limitaciones emocionales. Una película sobre la venganza. Una película sobre un personaje sin pasado, vacío, poco interesante, pero por fortuna, revitalizado. Son varias las películas que contiene Black Widow en su interior, como buena representante de la avanzada multigenérica que la nave nodriza Marvel encarna. En este sentido, las referencias cinéfilas no faltan, pero acaso sean lo menos importante en este artefacto pop de menor escala (recordemos: en Marvel el pop hace mover al mundo, pero aquí no…el asunto es más bien decimonónico aunque no lo parezca, pero cuenta una historia en el siglo XXI con la excusa histórica del siglo XX: ensaladita). Porque en Black Widdow importa mucho más que la máquina se mueva en una dirección antes que sentarse a pensar desde qué estación de tren partió la locomotora.

El inicio es preciso, justo y emocionante. Hace presagiar lo mejor. Recuerda (levemente, pero lo hace) a esa maravilla llamada The Americans. La escena musicalizada con American Pie puede ser obvia, si, claro. Pero es efectiva porque conecta con una idea que posteriormente se desdibuja en pos de la acción, como si las dos cosas no pudieran funcionar. El abandono de la infancia, la revelación de la verdad de los padres -que producen simulaciones que funcionan como drogas en el cerebro de sus hijos-, la política ejercida sobre el cuerpo y varios espantos se revelan con una ligereza y potencia inusuales para Marvel, en general no especialmente afecto a embocarla en el agujero de nuestro corazón con agujeritos. Pero esa presentación, que como dijimos, promete lo mejor, se desdibuja en el aire, porque, recordemos, estamos ante una película de espías, la primer capa que se va a revelar ante nosotros luego de una espantosa (comprometidísima, pongámonos solemnes) secuencia de créditos iniciales.

Black Widow recomienza varias veces. Y a cada momento que recomienza suma una nueva capa, un nuevo tono. Pero ese hojaldre al que nos somete con alegría no es precisamente la torta rogel que desearíamos haber comido desde el inicio en donde las niñas miran por la ventana su última relojeada al boulevard de los sueños rotos (me lo acuerdo y se me caen las lágrimas). No: la torta rogel nos muestra que las pequeñas crecieron, que la familia se hizo mil pedazos: que fueron apresadas por un malvado bondiano (las referencias cinéfilas, ay! si, ya la vimos a Natasha y su fanatismo por Moonraker, pero no hacía falta molestarse con el regalito, por favor, adelante, sírvanse algo para tomar), que toda la figuración (que es más literal y palpable que Susana Trimarco en los medios) sobre la trata de personas, que la liberación de las hermanas apresadas y la sororidad. Si, como alguna vez dijera Atahualpa Yupanqui: ese rebenque rasca, pero rasca donde no pica. Porque lo que picaba era esa historia de la familia falsa, la historia de los falsos americanos, que como Capra, tuvieron que redoblar su americanismo para pasar desapercibidos (pero lograron lo contrario: si no lo entendiste, volvé a mirar las películas de Capra a ver si ese nacionalismo es tal o es otra cosa). Pero nos vemos obligados a seguir a las chicas agarrándose a las piñas limpias, para demostrarnos que el cine de espías (de Bond a Ethan Hunt, entre otros) no puede ser solo de hombres. Pero eso ya lo sabîamos, no hacía falta tanto silenciamiento. Anyway, el recurso tan folletinesco de la banda de forajidas asesinas (que en realidad eran buenas, solo que habían sufrido un lavado de cerebro que las convirtió en otra que zombies de Torneur) funciona. La acción se siente en el cuerpo, pero es tan persistente en la duplicación de la apuesta que no maneja del todo bien los descansos. Primer parada entonces.

La segunda película, sobre las familias disfuncionales, comienza a tomar vuelo de a poquito. Y cuando se instala queremos que sea, no sé, Los invencibles, como mínimo. Los pasos de comedia están. Funcionan y provocan tristeza a la vez porque superponen formas actorales distintas con personajes contradictorios. Ese juego de cruces también amenaza con crecer y con meternos de lleno en la confrontación. Pero (afortunadamente?) resuelve el plúmbeo momento del paso de facturas en una serie de puñetazos cruzados, silencios y misericordias varias que se agradecen. Entendemos que si no hubo reconciliación lo que si habrá, como mínimo, es una venganza contra el responsable de las miserias actuales de los cuatro integrantes de la familia rota. Era una película sobre Black Widow? No se nota. Podría haberse llamado The Red (white and blue) family. Pero esa película también avanza rápido, como si la directora, Cate Shortland, le tuviera un poco de miedo a los cambios de velocidad y precisara meter un cambio a tercera. El problema es que acumulación no es velocidad ni ritmo.

Para el momento en el que emerge la película sobre el deshielo de la URSS (rememorando que las películas de espías siempre fueron el resultado de una tensión geopolítica) algo comienza a desacomodarse. Y como los restos flotantes del Titanic, lo que emerge, lo que flota, no es lo mejor. Es lo que flota. En este caso lo que emerge es un poco burdo (el leit motiv soviético, chicos, un poco de imaginación, por Cristo), porque recoge la elementalidad del imaginario anti-comunista y sus cárceles siberianas, y sus secretos de estado y sus malvados maníacos. Es cine, es un lugar común, lo sé. Pero como decía Hitchcock, no es un punto de partida, es uno de llegada. La politización le sirve a Marvel como punto de partida. Cuando lo usa como punto de llegada (como si fuese Nolan o Snyder), se pueriliza. Nada interesante para decir, para narrar, para agregar en este aspecto. Quizás por eso pasa rápidamente al momento de denuncia. Y la película sobre la trata de personas y la manipulación de los cuerpos de las mujeres se vuelve obvia. Porque busca politizar de forma realmente existente (el mal de la trata de personas) al mal metafísico del genio maligno. Pero ya es tarde. Es una idea. Pudo haber funcionado. Pero se la pasa chirriando, como a un auto al que se le desmontó una rueda y debe seguir avanzando mientras deja en el camino una ristra de chispas que apenas hacen ruido y dan color al aire durante algunos segundos, pero cuya marca mayor es un camino de rayones en el pavimento.

La película sobre la venganza, sobre la limitación emocional y la imposibilidad del cine de superhéroes (un falso auto bombardeo, que es autobombo en realidad) se superpone girando alrededor de la película fallida sobre la familia desensamblada. Yo creo que sucede porque ahí murió algo en la isla de montaje. Y las escenas intimistas signadas por el rol de los objetos (que merecían ser más: el cuaderno de fotos) terminaron siendo reemplazadas por la velocidad saltimbanqui y la cosha golda del “no hay nada mas lindo que la familia unida” del montaje paralelo/alternado. No, no son todos para uno. No, no hay tal recuperación familiar. O los procesos no fueron soldados con claridad meridiana como para que no nos moleste ni un poquito que esos padres que abandonaron a sus hijos sean perdonados solo por ejercer una venganza conjunta (mientras se revelan incapaces de sostener alguna clase de sentimiento). En menos de lo que nos dimos cuenta la película se terminó frente a nuestros ojos.Los asesinos se nos potabilizaron como si hubiera mediado un filtro de agua. Y la familia reunida nos deja con un extraño sabor a que todo el asunto merecía otro golpe de horno. En el medio nos preguntamos por qué mataron al personaje de Scarlett. Y como en un serendipia, surge la revelación: porque siempre había sido la excusa para conocer a su familia, que en breve volverá a estar entre nosotros.

Nota final de la autora: Es duro para los críticos no porteños acceder a los beneficios de vivir en la ciudad: funciones privadas de prensa, exclusividad de acceso a los materiales (excepto que cuentes con una suscripción a cierto servicio de streaming para ver online…o te entregues a la piratería). Asi las cosas, habiendo podido publicar esta nota antes, asignándola a redactores porteños, la revista me dio el espacio y la espera frente a una película sobre la cual tenía ganas de escribir, pero frente a cuyas posibilidades de cobertura me veía limitada. No quería dejar de decir eso: esperar (en vez de desesperar y primerear notas) también es una manera de amistad. Gracias, amigos por esperar la escritura. Y a uds. por esperar la lectura.

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