Cannes 2017 – Diario de festival (4)

Por Fernando Juan Lima

Crónicas canninas (4)

Por Fernando Juan Lima

Querido diario:

Qué bello día el de hoy. He dormido 5 horas. Se ve que eso de dormir realmente es necesario. ¡Cuánta energía! ¡Qué sensación de bienestar! ¿Será realmente el sueño reparador o es que aún duran los efectos de la película de apertura de la Quinzaine des realisateurs? Un beau soleil intérieur nos enfrenta a una muy inspirada Claire Denis y a Juliette Binoche en estado de gracia. La historia es algo triste, no exenta incluso de patetismo; la de una mujer que ronda los cuarentitantos y necesita, requiere, se desespera por encontrar pareja. Ese tipo de arranques que deja de lado la razón, que opera en definitiva en contra de la finalidad perseguida. En ese marco de profunda tristeza, de vacío inmanejable Denis descubre el desfile de candidatos, claramente inapropiados o imposibilitados de cumplir con los requerimientos de la protagonista, atenta a sus supuestas necesidades (sin terminar de comprender cuáles son ellas) tanto como a la mirada del contexto. Hay algo de la pintura del microcosmos en que se mueve (el de los galeristas de arte) que puede resultar arquetípica y hasta prejuiciosa; pero el desfile de personajes es tan diverso, los momentos de agridulce mentira que se suceden tan inquietantes, la Binoche sigue siendo tan bella, que lo que comienza en tono menor va tomando cuerpo y el conjunto es más que la suma de sus partes. Denis filma a su protagonista desnuda, cambiando de humor constantemente en cada conversación, bailando eróticamente con un desconocido (y ya sabemos cómo puede llevar adelante esa bella tarea) y no podemos sino sucumbir a su encanto. Sobre el final, el encuentro de la protagonista con Gerarde Depardieu, una especie de astrólogo, sensitivo o chanta que dice pretender ayudarla es de esas secuerncia que uno desearía que nunca terminen. Mientras los sutiles títulos descienden por el lado izquierdo de la pantalla, en una finísima letra que uno no puede sino ignorar, los ojos se clavan en el fantastico dúo. Los cuerpos hablan, los gestos iluminan, en la cara se nos dibuja una sonrisa aunque lo que estemos viendo sea un poco deprimente. Estamos asistiendo a un instante único, excepcional, de esos que quedan en la memoria para siempre. Esos que hacen del cine una experiencia mágica.

L’amant d’un jour, de Philippe Garrel tiene esa levedad que poseen las mejores películas del director. Pequeña en su extensión, sin pretensiones, sin atisbo de ese aire de gravedad que ha sabido afectarlo, L’amant d’un jour conforma un perfecto programa doble con Un beau soleil intérieur. Distintas miradas sobre las relaciones de pareja, sobre la sexualidad femenina; distintas sensibilidades que dialogan en el azaroso encuentro que propone la sala del Théatre Croisette. La relación entre un profesor universitario y una alumna de una edad que indicaría que podría ser su hija al encuentro con esta última (que confirma esa diferencia y que vuelve a la casa paterna tras pelearse con su novio) conforman el punto de partida de una deriva en la que la voz en off de esta chica nos guía por la montaña rusa de encuentros y desencuentros. El director de Les amants réguliers, La jalousie y A la sombra de las mujeres utiliza todo el ancho de la pantalla panorámica para retratar, en blanco y negro, la crónica de un final anunciado. La corriente de sexualidad y empatía, la manera en que se entrelazan los triunfos y fracasos amorosos, el cómo van variando los lados del particular triángulo que conforman el padre y las dos chicas (su hija  y su novia) de 23 años son tan eróticos como devastadoramente bellos.

Pero no todo puede ser tan amable y bello. En este mundo también existen Michel Franco y Michel Hazanavicius. Los dos micheles se disputan el podio del mal, el primero por su crueldad, el segundo por su estupidez. Que estamos hablando de las películas, claro está, que personalmente no tenemos el gusto…

Las hijas de abril, de Michel Franco no tiene el grado de explicitud ni los momentos de shock de Después de Lucía (premiada en Un certain regard, idéntica sección en la que presenta su última película) y Chronic pero no por ello es menos cruel. Una chica de 17 años está embarazada, vive en Puerto Vallarta con su hermana. Su made llega a “ayudarla” y de allí en más las vueltas de tuerca y las hijaputeces que pueden hacerse entre los integrantes de esta familia son incontables (robo de niños y amantes, adopciones truchadas y varios etcéteras). Uno podría imaginar esta historia en otras manos (Almodóvar por ejemplo) y el grado de retorcimiento y exceso pintarían interesantes; pero aquí no hay ni el refugio del humor ni la catársis del melodrama. El exceso es gratuito, opera pornográficamente, por acumulación. A una humillación se sucede otra, a una tortura psicológica se suma la siguiente. En el mundo de Franco sólo cabe la oscuridad; y frente a ella su opción es la del regodeo.

El otro Michel, Hazanavicius (sí el de El artista, la Amélie de 2011, esa que “le gusta a todo el mundo”), no es tan cruel pero puede ser más dañino porque hace un cine que parece conectar algo más con el público (aunque la imposible The search fue una catástrofe en las boleterías). Antes de la primera proyección de Le redoutable, se tuvo que desalojar el Palacio del Festival frente a una amenaza de bomba. Visto lo visto, podemos pensar en algún amante del cine o algún allegado a Jean-Luc Godard detrás de aquella amenaza. Una película profundamente estúpida, de concepción televisiva (tanto en su ritmo como en la imitación -muy buena por cierto- que Louis Garrel hace de JLG) cuya línea central tiene que ver con pintar a Godard como un estúpido. Estamos en la etapa maoísta del director (acaba de presentar La chinoise) y el foco se pone en su inadecuación para la vida, su relación de pareja y la superficialidad de cada una de sus ideas. En las manos de un director inteligente, que manejara con algo más de pericia las herramientas que el cine le provee, no hubiera resultado para nada banal meterse con una de las vacas sagradas de la historia del arte. Pero si algo no pued decirse de JLG (y menos de el de esa época) es que se tratara de un estúpido. Un hijo de puta, puede ser. Una “sucia rata” (como lo sindica Agnes Vardá en Visages-Villages), también. Pero estúpida es esta película cargada de reiteraciones (a JLG se le rompen  los anteojos al menos cinco veces) y de referencias que se jactan de su propia ignorancia, poniendo en cuestión todo lo que tenga que ver con la intelectualidad. Algo así como Polémica en el bar y para colmo, con el imitador de Minguito. Sí, esto forma parte de la Competencia Oficial.

Y había empezado tan bien…

Mejor la seguimos mañana. Buenas noches.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter