Cannes 2017 – Diario de festival (6)

Por Fernando Juan Lima

Crónicas canninas (6)

Por Fernando E. Juan Lima

El año pasado, durante la 69 edición del Festival de Cine de Cannes, Isabelle Huppert y Hong Sangsoo estaban aquí, supuestamente con motivo de la muestra. Primero comenzó como versión: estaban filmando algo juntos. No, no que filmarían, sino que lo estaban haciendo, incluso, durante el festival. Esa versión luego fue noticia y acá está el resultado: Keul-le-eo-ui ka-me-la (Claire’s camera). Esta pequeña película (en duración y en pretensión), rodada con pocos medios, aprovechando las circunstancias, es la prueba perfecta de lo que puede hacer un realizador con talento ayudado por un buen equipo, sin otro aditamento que la pasión y las ganas. Los encuentros casuales entre una maestra que va a Cannes a acompañar a una amiga que presenta una película (la Huppert), un director de cine coreano algo alcohólico y mujeriego (un tal So wanjoo) su pareja y productora y una empleada de esa productora. Los encuentros y desencuentros, enredos y conversaciones (varios regados por una buena cantidad de bebida espirituosa, como corresponde a Hong) tienen el delicado hilo conductor de las fotografías que saca la maestra en su estancia en Cannes. Su teoría es que las fotos modifican a las personas; tras tomar la imagen la persona no será la misma. Eso tiene que ver con todo el cine de Hong: los cambios sutiles, la idea de que cada instante es único, que el tiempo todo lo afecta, que las pequeñas mutaciones son (o pueden ser) sustanciales. En la deriva pesan más los celos y la voluntad de conquista que el dinero. El tono menor no afecta en nada (al contrario) el disfrute de la película, pero Isabelle Huppert tiene una afectación de turista de paso en el rodaje que parece exceder a los requerimientos de su personaje.

The Meyerowitz stories (new and selected), de Noah Baumbach fue otra de los ejes de la discordia en el tan inflado conflicto con Netflix. Ya los abucheos cuando el logo de la productora apareció en pantalla fueron más tibios en relación con lo que sucedió en la primera proyección de Okja, de Bong. Comedia familiar, padres e hijos en un inspirado cruce en el que se luce especialmente Adam Sandler, un poco corrido de su personaje habitual (pero tampoco tanto, y las referencias a McEnroe están allí para destacarlo). Hermanos compitiendo por el amor de su padre, cierto amable contexto decadente y un guión que se disfruta en cada línea, en cada diálogo, en cada punzante observación. Creo que estamos ante la mejor película del realizador desde Greenberg. Además, en una Competencia Oficial bastante floja, no estaría nada mal un premio a la actuación de Adam Sandler. Allí está la competencia: Adam Sandler vs. Nahuel Pérez Biscayart.

En Un certain regard elegí ver (la selección parece bastante despareja, por no decir evitable) Sanpo suru shinryakusha (Before we vanish), de Kiyoshi Kurosawa. Incluso en un declarado divertimento como este, los climas y temas del director de Kairo, Pulse y Doppelganger están presentes. Lo veníamos diciendo con sus últimas películas y con Daguerrotype lo pudimos comprobar en el BAFICI: tras un bajón importante, Kurosawa ha vuelto en su mejor forma. En este caso la búsqueda se acerca más a un género puro (la ciencia ficción), en la medida en que este realizador respeta los generos. La invasión de la tierra por parte de los extraterrestres posee una avanzada de tres seres que recolectan conceptos (al hacerlo esa idea se pierde en la persona abducida). Algo de La invasión de los usurpadores de cuerpos, algo de película post-apocalíptica y mucho de extrañamiento y humor en los cambios de tono y de rumbo.

Prayer before dawn, de Jean-Stéphane Sauvaire forma parte de las funciones de medianoche, una selección que no suele ser muy inspirada, contra lo que podrían indicar los parámetros en que se funda. Si la idea es sumar películas arriesgadas, salvajes, anómalas, heterogéneas, lo cierto es que ello no sucede habitualmente. Son muchas las veces en que cualquier acercamiento a determinados géneros (acción y terror, sobre todo) justifica su inclusión, sin demasiado control de calidad. Algo de esto sucede con esta película de boxeo, pretendidamente basada en hechos reales, en la que un luchador británico termina en una carcel de Tailandia -complicado en un tema de tráfico y consumo de drogas- y allí, como imaginarán, deberá competir para lograr la libertad. Un producto menor que vale más por su explotación de la vida en la cárcel que por las peleas, que no siempre pueden apreciarse por el montaje entrecortado que no deja ver las coreografías pugilísticas.

The killing of a sacred deer, de Yorgos Lanthimos nos lleva a preguntarnos por qué se siguen programando estas cosas en el Festival de Cannes. ¡Y en la Competencia Oficial! (por donde también pasó la anterior The lobster). Si ya se incluye una película de Haneke (Happy ending), ¿para qué sumar estos sub-productos claramente inferiores? Cine que confunde cadencia con impostación, profundidad con pesadez, análisis con crueldad. El título es claro y la familia tipo cuyo padre de familia es cardiólogo se sabe que deberá pagar por el pecado cometido. ¿Cómo y cuándo? Mejor no avanzar porque tampoco es cuestión de arruinar el ¿suspenso? pues para los gustos… Lo de suspenso entre comillas tiene que ver con la propia decisión del realizador en cuanto al tono gélido y distanciado de las actuaciones, que provocan cero empatía. Así, en los primeros 45 minutos no pasa nada más que situaciones extrañadas o ciertamente ridículas, filmadas con gran angular y puntuadas por una música que nos indica, cual estridente GPS, que algo raro está pasando o por pasar. Ya lo había hecho Capusotto antes y mejor aquí.Luego, mucho más de crueldad para llevarse a casa. ¡Basta para mí!

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