Cicatrices

Por Raúl Ortiz Mory

Šavovi
Serbia, 2019, 98′
Dirigida por Miroslav TerzicGuionElma TataragicMúsicaAleksandra KovacFotografíaDamjan RadovanovicRepartoSnezana BogdanovicMarko BacovicJovana StojiljkovicVesna TrivalicDragana VaragicPavle Cemerikic

Una, muchas

La historia de una madre, Ana (Snezana Bogdanovic), a la que se le despoja de su hijo recién nacido, haciéndole creer que el neonato no sobrevivió al parto, y que después de 18 años sigue alimentando esperanzas, sospechas, de que sigue vivo, es la premisa que Miroslav Terzic propone como eje central de su película y que tiene extensiones argumentativas donde examina las relaciones familiares, la corrupción e indiferencia estatal y las consecuencias de la Guerra de los Balcanes.

Desde sus enfoques narrativo y temático Cicatrices es descarnada y se sacude de artificios que evitan el desarrollo de una parábola lastimera. La película está construida desde una desnudez narrativa que deja todo el peso en su personaje estelar. La perspectiva de Ana y las escenas más conmovedoras que protagoniza no están respaldadas por música -recurso efectivo y recurrente para este tipo de dramas- que profundice en el acompañamiento de su estado psicológico. Es decir, no hay incidencia sonora a nivel emocional en el espectador. 

Al sostenerse en los silencios y, por ratos, en una pasmosa quietud, la sensación de que todo transcurre lentamente se convierte en una situación exasperante que empuja a prestar atención a detalles en el comportamiento de Ana. Corporalmente, Bogdanovic luce por estar en un continuo trance mental que escapa a lo predecible en relación a sus futuros pensamientos, decisiones y acciones. Desde su figura, en apariencia tan frágil como austera, encierra a una mujer de dura determinación. Este tipo de tratamiento no es una desventaja para Savovi. Al contrario, eleva su carga dramática y la convierte en un vehículo de reflexiones tormentosas, obsesivas, dolorosas.

La Guerra de los Balcanes sobrevuela a la historia de Ana y también se vislumbra como ese capítulo oscuro que atravesó las causas y los efectos de un conflicto bélico marcado por las diferencias étnicas y religiosas. En Cicatrices, las secuelas de la guerra también son telones de fondo que, a pesar del paso del tiempo, desenmascaran a un Estado corrupto, pétreo e ineficiente. El drama de Ana podría ser el de muchas mujeres -en los planos de la ficción y de la realidad-, pero el contexto de la actual Serbia y su desfigurado pasado lleva a ver la cinta desde otras arenas. En suma, un conflicto universal que se multiplica en intensidad por sus vertientes narrativas y temáticas.

Pero la búsqueda desgastante de Ana por encontrar a su hijo no sería tan conmovedora si los daños colaterales tuvieran un costo tan alto. El esposo y la hija de la mujer sufren una barrera de indiferencia que Ana ha levantado por la obsesión de su búsqueda. Ana, costurera venida a menos sin clientes ni amigos cercanos que vean por ella, denunciada por otras mujeres por acoso infantil y de reiterados ingresos a centros psiquiátricos, acusa de un destruido mundo familiar, fantasmal, deprimente, por ratos patético. A la vez de ser una historia de pérdidas fraternales y resquebrajamientos psicológicos, Savovi también es un microcosmos de personajes que se quedaron atrapados en una tragedia y que no saben cómo avanzar en sus interrelaciones caseras, pero que puerta afuera intentan reconstruirse desde la monotonía. 

Cicatrices es la historia de un ser humano que está muerto en vida. Que a ratos enciende una llama de esperanza disfrazada de obstinación. A la vez, es una película que corroe y desespera -en el tránsito paralelo del enfoque que guarda Ana-. Un cúmulo de emociones donde no hay espacio para el olvido.      

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